Mientras la humanidad sigue en rumbo, hasta el momento irrefrenable, hacia una catástrofe climática que ya nos puso a ver rostro, gobiernos, líderes mundiales y bancos siguen aguevoniaos y en la suya, sin dar pasos contundentes más allá de puras habladurías.
Aguas abajo, los pueblos del mundo empiezan a despertar y accionar judicialmente contra sus propios mandantes por la criminal inacción, o por su acción criminal, según el caso. Un dato alentador: la mayoría de los denunciantes son jóvenes y, a veces, ganan.
En el marco de una furiosa oleada de litigios climáticos que se registra en todos los continentes, el caso más emblemático lo conocimos en los Países Bajos donde un grupo de jóvenes demandó a su gobierno por inacción ante el calentamiento global y obtuvo una victoria inesperada.
En una decisión sin precedentes en Europa, un tribunal holandés obligó al Ejecutivo a recortar sus emisiones de gases con efecto invernadero (CO2) en al menos un 25 por ciento en el cortísimo plazo de un año. El fallo fue apelado y ratificado en dos oportunidades.
Los jueces del Tribunal Supremo neerlandés rechazaron por mayoría absoluta y sin reservas los argumentos de los gobernantes que adujeron que la acción contra el cambio climático a corto plazo sería “demasiado cara”; y que “Holanda es un país pequeño en un contexto global respecto al cambio de clima”.
“Tienen la obligación de proteger a la ciudadanía contra actividades industriales dañinas. Si no actúan, la actual generación verá peligrar su vida y su vida familiar”, sentenciaron los de toga.
Sí, se puede. Agotadas todas las instancias en la Justicia, al Gobierno de Países Bajos no le quedó de otra que acatar y, como primer paso para cumplir la meta, cerrará a finales de este año una central eléctrica que funciona con carbón en Ámsterdam.
La demanda neerlandesa inspiró acciones de corte similar en todos los puntos del terráqueo: Estados Unidos, Canadá, Bélgica, Irlanda, Colombia, Uganda, Nueva Zelanda, Noruega, Pakistán, España, Alemania, Francia e India y, pare usted de contar.
Esta semana se sumó a la lista Australia, donde indígenas isleños del Estrecho de Torres acusaron a su gobierno de querer convertirlos en refugiados climáticos. Allí, los nativos ya le están viendo el rostro completo al fenómeno ambiental: año a año han ido observando como el mar se va tragando su territorio, inundando sus cosechas y salinizando los suelos, exponiéndolos a un futuro nefasto, de amenaza existencial a sus tierras ancestrales y a su cultura.
Mientras se acumulan los litigios se van sentando las bases de un movimiento legal global para obligar a los gobiernos a actuar y salvar el planeta antes de que sea demasiado tarde.
Es de esperar que la cantidad de nuevas demandas solo aumentará conforme aumente la gravedad del impacto del cambio climático. El clamor es hacer respetar nuestro derecho fundamental a vivir en un medio ambiente saludable. No lo veremos nosotros, pero con nuestro empeño y lucha pudiéramos allanarle el camino a nuestros nietos, nuestras nietas.
Pueblos del mundo uníos contra el cambio climático. Contaminantes del mundo temblad. Los de a pie no tenemos nada que perder más que el aire envenenado que respiramos. Ojalá.
Con información de Prensa Latina / La Marea