Ya hemos comentado acá varias veces el proceso que está llevando a individuos ricos y corporaciones multimillonarias, a países hegemónicos y contaminantes, a tener conciencia de un drama creado por ellos, que por fin los afecta de cerca y directamente: la destrucción del hábitat humano y de toda especie viviente (animal, humana, vegetal; suelo, agua, aire). Al menos ya saben que, si no logran controlar o extirpar su apetito desmedido de recursos y de fuerza de trabajo, la especie humana desaparecerá, y ellos no se salvarán del desastre. Y olvídalo: no hay otro planeta ni otra humanidad que depredar, la cosa es aquí.
A tal efecto, han estado invirtiendo dinero y energía en encontrar posibles alternativas a la producción masiva de combustibles fósiles. Pero como el cerebro no les da para cambiar de modelo, sino para medio reciclarlo y convertirlo en caricatura de sí mismo, entonces anuncian como logro y maravilloso descubrimiento una cosa como esta: ahora han encontrado o perfeccionado la forma de convertir ciertos plásticos en combustibles “similares al diésel”.
Entonces la cosa es así: sacan el hidrocarburo, lo convierten en plástico, a este lo convierten en combustible y ¿a que no saben a dónde irá a parar el producto residual de toda esta maroma? Adivinaron: al mismo lugar adonde van los gases y residuos convencionales. Contaminar con los residuos de los residuos de los residuos equivale a cantarle a la mamá de la mamá de la mamá…
Aquí, la reseña del “logro” de la ciencia estadounidense aplicada a la industria.