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La emboscada de los residuos (II): quién genera desechos

por José Roberto Duque
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Segunda entrega. Hay sustancias, materiales y objetos que son basura desde que son producidos y no cuando son arrojados a un contenedor o a la naturaleza

José Roberto Duque

Toda hegemonía ha intentado siempre, y lo seguirá haciendo, culpar a los ciudadanos de los crímenes y desmanes que las mismas hegemonían han perpetrado. En materia de gestión de los desechos industriales, el Banco Mundial no podía quedarse atrás en el renglón definiciones grotescas, y aporta el siguiente insulto contra la ciudadanía:

“Si bien este es un tema del que la gente tiene conciencia, la generación de desechos está aumentando a un ritmo alarmante. Los países están desarrollándose rápidamente sin haber establecido sistemas adecuados para gestionar la distinta composición de desechos que producen los ciudadanos (subrayado nuestro)”.

Este despropósito, según el cual las personas y no los procesos industriales del capitalismo somos quienes producimos basura y desechos, ha permeado el habla y los conceptos y puntos de partida de las reflexiones sobre la materia, no solo entre los académicos a la derecha del espectro político, sino también entre los analistas defensores de las perspectivas revolucionarias y anticapitalistas. “Los ciudadanos generamos X cantidad de kilogramos de desechos diariamente, por vivienda o por comunidad”, es una expresión que se ha propagado y naturalizado con alarmante contundencia.

La aplastante mayoría de los análisis sobre generación y gestión de desechos o residuos parten de al menos esos dos equívocos mencionados: que los ciudadanos generamos o producimos basura (o desechos, o residuos), y que la basura (o residuos, o desechos) solo son tales después que los ciudadanos la arrojamos.

El citado artículo del banco Mundial continúa por estos derroteros:

“Las ciudades, donde habita más de la mitad de los seres humanos y en las que se genera más del 80 % del producto interno bruto (PIB) del mundo, están en una posición de vanguardia en lo que respecta a hacer frente al desafío de los desechos a nivel mundial.

Según el informe del Banco Mundial titulado What a Waste 2.0 (Los desechos 2.0) en el mundo se generan anualmente 2010 millones de toneladas de desechos sólidos municipales, y al menos el 33 % de ellos no se gestionan sin riesgo para el medio ambiente.

En el informe de 2018, que es una actualización de una edición anterior, se proyecta que la rápida urbanización, el crecimiento de la población y el desarrollo económico harán que la cantidad de desechos a nivel mundial aumente 70 % en los próximos 30 años y llegue a un volumen asombroso de 3400 millones de toneladas de desechos generados anualmente”.

Tips: adelanto de la autopsia al monstruo llamado “plástico”

En cuanto a Greenpeace, en un informe de 2018 anunciaba: “La producción global de plásticos se ha disparado en los últimos 50 años, y en especial en las últimas décadas. De hecho, en los últimos diez años hemos producido más plástico que en toda la historia de la humanidad”. Ese informe, que toca la realidad global aunque más focalizado en el caso de España, revela, informa o proyecta así la producción de botellas de plástico: cada año se producen en el planeta 500 mil millones de unidad, y solo en 2015 la producción alcanzó las 380 millones de toneladas.

Con esas cifras y otras del histórico de este siglo a la mano, abordaremos en próximas entregas el punto de quiebre: cómo es que, así la industria reduzca a cero la producción de plástico, ya el material que está degradándose lentamente está afectando irreversiblemente la vida en el mar, y por consiguiente a las especies de todo el planeta, la calidad del aire y de las aguas, y de los alimentos para consumo humano.

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Noventa por ciento de la «basura» doméstica y comercial, esa que uno ve normalmente en los containers, rellenos sanitarios y compactadoras; en los camiones y en las calles donde todavía no ha pasado el camión; en los lechos de los ríos, orillas de las playas, montañas, sabanas, océanos; noventa por ciento de esos objetos y materiales desechados está compuesto por envases (botellas, cajas, bolsas, cajones) de vidrio, plástico, papel, cartón, madera. El capitalismo se niega a tomar la decisión, por mucho que la discuta y difunda alarmados informes al respecto, de dejar de generar basura en forma de envases contentivos de sus productos (por lo general más basura que no podrá ser eliminada).

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Mientras tanto, una de la transnacionales más contaminantes del planeta, la Coca-cola, anunció hace poco que desarrollará un plan de reciclaje, y que “para el año 2030, recolectará y reciclará una botella o una lata por cada botella o lata que venda”.

Sin ánimo o humor para jugar con la palabra, es digno de observar el hecho de que ese solo anhelo plantea un acertijo tan evidente que no vale la pena volver a enunciarlo. Y deja en evidencia también la filosofía primera del capital, aferrada o inseparable de su origen o insignia, que es la explotación, destrucción o depauperación de los recursos del planeta partiendo de la premisa o presunción de que los mismos son inagotables y están a disposición de las corporaciones (lideradas por “emprendedores”, en esa búsqueda de la elegancia al nombrar y designar).

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Decíamos más arriba que la sociedad capitalista industrial, incrustada en las nociones de progreso y desarrollo, ha convertido el desechar en una de sus misiones fundamentales, y que a esa lógica que todo lo exprime para después ser defecado no escapamos nosotros, los seres humanos. Más adelante también acoplaremos esa reflexión esencial a los desafíos por venir en Caracas, en las iniciativas en marcha en esta y otras ciudades, ya que no habrá forma elegante de admitir la gigantesca trampa en que estamos inmersos todos, incluidos quienes aborden el combate a los residuos y desechos desde la perspectiva del reciclaje, la reutilización y el compostaje: el capitalismo produce basura; los ciudadanos estamos atrapados en la incómoda y fatal situación de recoger esa basura para darle algún uso provechoso. La industria envenena y contamina; los ciudadanos invertimos tiempo, esfuerzo y recursos en la tarea de esconder (desechar), aprovechar (reciclar) o maquillar (reutilizar) los productos de la industria.

Todo lo anterior, mientras reproducimos en el lenguaje cotidiano la tramposa y equivocada fórmula o premisa: “los ciudadanos generamos desechos”.

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