La ética y la moral suelen ser las grandes ausentes en las estrategias de publicidad, mercadeo y ventas de las grandes corporaciones. El objetivo es colocar a toda costa sus productos en el mercado: vender, vender y vender.
En los últimos años, debido al aumento de la conciencia ecológica de los consumidores, han surgido fabricantes alternativos que intentan mitigar el impacto de su producción en el medio ambiente. Lamentablemente estos son los menos.
La industria capitalista, cuyo único fin es la acumulación, siempre ha sido muy diligente cuando se trata de ocultar o maquillar sus malas prácticas medioambientales. Es así que toda esa pléyade de agresores a la naturaleza intenta camuflar sus criminales prácticas cubriéndolas con un ligero manto verde.
Lavado verde o “GreenWashing” es el término con el que se conoce todo el conjunto de prácticas mediante las cuales se intenta engañar al consumidor presentándole productos y servicio como verdes o amigables con el ambiente.
El mundo de la moda y la industria textil frecuentemente son percibidas como sectores inofensivos a los que como máximo se les acusa de frívolas. La verdad es que la realidad es bastante diferente: estas también echan mano de ese engaño masivo que llaman lavado verde.
Para no caer en el fraude es importante conocer bien la marca de moda sostenible. Antes de adquirir ropa de una marca se debe investigar acerca de la misma, hoy es muy fácil obtener la información más relevante: dónde produce la ropa, cómo lo hace, qué mano de obra emplea. Las empresas que realmente son de moda sostenible ofrecen este tipo de información de manera pública y voluntaria.
Las etiquetas no solo informan del lugar de procedencia de la ropa y dejan en evidencia las prácticas de greenwashing cuando son muy lejanos, sino que también indican los materiales con los que se ha fabricado, algo de vital importancia para saber si una prenda es realmente de moda sostenible.
Esto no siempre es posible en nuestros países, quizá una estrategia más sencilla sea apostar por la economía de proximidad, pues mientras más lejos se haya producido la prenda su huella contaminante es mayor. Además, y no menos importante, hay más posibilidades de que su producción involucre malas y oscuras prácticas como mano de obra explotada, trabajo infantil, salarios miserables, espacios y condiciones de trabajo insalubres, carencia de protección legal y altos niveles de accidentes.
La industria textil contamina una cantidad indecente de agua potable para manufacturar las telas, porque éstas incluyen productos químicos tóxicos, por necesidades de procesamiento o por los detritus. Esto sucede con los poliésteres, las telas de nailon, la mayor parte del algodón e incluso algunos “cueros ecológicos” que se fabrican con plásticos. La moda sostenible emplea materiales certificados, orgánicos y/o reciclados. El sistema capitalista que nos ha colocado en muy poco tiempo al borde de una hecatombe ambiental acoge en su seno repulsivas y agresivas prácticas que si no las detenemos más temprano que tarde acabarán con el planeta. Recuerde, consumir es un acto político, hágalo con toda la seriedad, rigor y compromiso incluso en una acción tan aparentemente inocente e inofensiva como comprarse una prenda de vestir.