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La hora estelar del sacamocos

por José Roberto Duque
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Cecilio Canelón / Fotos y video: Candi Moncada

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En los inicios del programa Cayapa Heroica el formato era local; el Cendit había efectuado sus primeras acciones de reparación de equipos con una pequeña brigada de estudiantes de la UNEFA, restringiendo su radio de acción a hospitales del estado Miranda y Distrito Capital. Las primeras experiencias de abordaje de brigadas de técnicos y aprendices fueron con incubadoras. Había un déficit de estos equipos, o sobreabundancia de equipos dañados, en el estado Miranda, y esa primera fase dio una buena respuesta. Muchachos aprendiendo mientras resolvían problemas a la gente y al Estado, sin que éste se viera obligado a importar materiales o acudir a empresas privadas.

Hacia agosto de 2019 se dio el primer salto fuera de la entidad mirandina, a petición de Fundacite-Falcón; allá se habían enterado de los buenos resultados obtenidos en Miranda y solicitaron que se enviara una brigada de muchachos para ir allá a rehabilitar unos equipos, específicamente en el hospital Van Grieken,en Coro. La Cayapa envió tres técnicos; un ingeniero electrónico y dos de reparación de Canaimitas, más la reportera que se trajo los detalles del cuento.

Pero ya va, que esta historia vale la pena más allá de ese simple contacto institucional.

Brazaletes y peritas

Llegaron los muchachos de Caracas y allá se les unieron estudiantes de la Universidad Nacional Experimental Francisco de Miranda, que para el momento era la única del país que impartía la carrera de Electromedicina, y electromédicos de la Secretaría de Salud del estado. Por favor sigan leyendo; que la enumeración de entidades y departamentos no los espante.

La tarea original iba a ser la reparación de incubadoras, que para eso eran buenos los caraqueños. Pero en algún momento alguien comentó que costaba un mundo encontrar un tensiómetro que sirviera. Y entonces la misión dio un importante vuelco, porque sacó a los chamos de la agenda simple bajo supervisión de los expertos y los puso a activar su lado creativo y creador.

Las partes de los tensiómetros se vencen con el tiempo y el uso. Una de ellas es la bolsa que llena de aire el brazalete que ejerce presión en el brazo de los pacientes; los muchachos tenían algo de experiencia sustituyendo esas bolsas vencidas con otras de almacenar plasma, desechadas por la empresa Quimbiotec (también vencidas para su uso original pero todavía en buen estado, y sin estrenar). Buen ejemplo de reutilización y reciclaje de materiales. Pero había un asunto por resolver: las perillas que se aprietan para llenar esas bolsas de aire también estaban vencidas; uno las apretaba y se quedaban pegadas. Entonces apareció el duende llamado ingenio popular.

Éste llegó en la palabra de un estudiante de Carirubana llamado Jaime, que informó y propuso: “Yo he resuelto cambiando esas peritas por sacamocos”. Como la mayoría de los jóvenes presentes no habían pasado por el trámite de la maternidad/paternidad hubo que explicarles: el sacamocos que se usaba antes es una perillita con una boquilla que se ponía en la nariz del recién nacido para extraerle la flema. En algún momento ese implemento fue mecanizado y ahora esas cosas suelen resolverse con un aparato eléctrico que succiona sin necesidad de la perita. El kit materno-neonatal que se entregaba en clínicas y hospitales todavía incluía ese sacamocos primitivo, así que había peritas sobrando y estorbando en todas partes. Solo había qie probar a ver si esa perita improvisada servía. Y sirvió.

Lo demás fue reutilizar, reparar y hacerle mantenimiento a las piezas restantes.

En resumen, los chamos de Falcón aprendieron a recuperar el brazalete de los tensiómetros y los de Caracas se trajeron a cambio el truco de los sacamocos salvadores. Suena sencillo e irrelevante, hasta que uno se pone a sacar cuentas (y mocos) de cuántos miles o millones de tensiómetros se habrán arrojado a la basura, y cuántos miles o millones de bolívares o dólares se habrán gastado en la historia de la obsolescencia de los equipos médicos, antes de que la Revolución y la crisis pusieran a funcionar los cerebros en ausencia de los billetes.

La experiencia se repitió en Lara; los fotogramas de video que acompañan esta nota corresponden a esa jornada larense.

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