En uno de los laboratorios de Física de la ULA que sobreviven a la destrucción o el abandono permanecen, inactivos pero en condiciones de reanudar operaciones, equipos de importancia estratégica para el país. Una pequeña pero resistente brigada de obreros, estudiantes y profesores hace guardia en el día y vigilias en las noches, para resguardar esos equipos de los terroristas o criminales (o ambas cosas) que están desmantelando los edificios del núcleo de La Hechicera. Aquí, un avance del reportaje más en profundidad que entregaremos próximamente, sobre lo que ocurre con ese centro de estudios e investigación. En qué consiste y qué hace ese equipo increíblemente importante y subutilizado, y de cómo un pequeño núcleo de militantes activos ha logrado resguardar un laboratorio con equipo de interés de Estado
José Roberto Duque
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Aunque el diagnóstico que es preciso hacerles a las instalaciones de la facultad de Ciencias de la Universidad de Los Andes (ULA) en Mérida no es grata, y ni tan siquiera soportable, queremos comenzar este avance con una noticia positiva, que produce algo de alivio: en los próximos días está prevista la instalación del Consejo Científico del estado en esa ciudad, y está previsto que la ministra de Ciencia y Tecnología, Gabriela Jiménez, esté presente en el acto.
Los matices de esa buena noticia son dos: uno, que la ministra está al tanto de la situación de la facultad de Ciencias de la ULA-Mérida y se ha conmovido hasta la indignación por su situación general. Y dos, que ese Consejo Científico no es un evento ni jornada para la charla sino un abordaje operativo para el mejoramiento y rescate de espacios físicos, académicos, de funcionamiento en el plano más concreto.
Ahora, un adelanto del vistazo general que llevó a cabo el equipo reporteril de este portal, Inventores, los días 1 y 2 de febrero en el núcleo La Hechicera, específicamente en los edificios de Física y Matemáticas.

Criminales, terroristas o perturbados
La impresión que deja el recorrer las instalaciones de la facultad de Ciencias de la (ULA) en Mérida no es grata, ni siquiera para quienes no sienten un especial afecto por ese recinto ni por la institución universitaria en general. La explicación más superficial ya suena lamentable: el entorno y la infraesructura del Núcleo La Hechicera (que así se le llama a ese complejo de edificios e instalaciones) son de una conmovedora belleza, que hoy se ve, no marchita ni opacada, sino francamente destruida, vandalizada y casi totalmente arrojada al abandono.
La relación de los pormenores de la destrucción es lo que logra encender todas las alarmas, incluso de los indiferentes: las instalaciones han sido y están siendo objeto de un feroz y sostenido saqueo, y de esa actividad criminal no se ha salvado prácticamente ningún espacio. Desde el equipamiento más ínfimo pero necesario para las actividades humanas (partes eléctricas, implementos de los baños y el comedor; materiales de construcción, puertas, ventanas, mobiliario) hasta el de importancia vital y estratégica, el que le da sentido a la existencia y razón de ser universitaria: herramientas, computadoras, equipos de refrigeración, material de laboratorio, motores, plantas eléctricas: todo ha sido desmantelado y hay señales de que el proceso de extracción continúa. Hace unos días se anunció la captura de cuatro personas, señaladas de hacer extraído más de dos mil metros de cables de cobre de alta tensión; un hurto valuado en 70 mil dólares.

Lo que no ha sido robado o sistemáticamente destruido ha sufrido el deterioro producto de los apagones, la negligencia y la acción puramente destructiva de criminales, terroristas o perturbados. No en balde la memoria de los dolientes, testigos directos y víctimas de la hecatombe ubica el inicio del grave proceso de devastación en las guarimbas de 2017.
Se han perdido cepas vitales para la investigación médica y científica, los edificios permanecen desiertos casi todo el día, por la pandemia, y por la masiva deserción de estudiantes y docentes, personal administrativo y obrero. Harían falta varios años de esfuerzo para llenar esas instalaciones de docentes y estudiantes. Pero ese esfuerzo se está realizando, lento pero sostenido.
En los próximos días detallaremos los riesgos y vulnerabilidades, y también las fortalezas (ínfimas pero existentes y persistentes) que se confrontan en varios planos: en los espacios académicos y de investigación, en los laboratorios y ámbitos formativos, y sobre todo en el ánimo y la capacidad de aguante de los que decidieron mantenerse activos, contra toda depresión y destrucción.