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ULA: resistencia Física (y Biología, Química y Matemáticas)

por Jose Roberto Duque
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Segunda parte del abordaje en la ULA-Mérida. Un equipo capaz de allanar el camino hacia la producción de catalizadores para la industria petrolera (entre otras cosas) está subutilizado y en riesgo. Por ahora, bajo resguardo de una brigada de universitarios tercos en su empeño en mantener viva la llama de la Ciencia en el núcleo La Hechicera

José Roberto Duque / Fotos: Leorana González

Aunque en la primera entrega de este trabajo, producto de breve incursión y entrevistas con gente que resiste en la facultad de Ciencias de la ULA-Mérida, núcleo La Hechicera, ya se describió el grueso del diagnóstico, nos parece necesario agregar algunos datos. En el proceso continuado de desmantelamiento de las instalaciones del edificio de Matemáticas se llevaron computadoras, un software valuado en 100 mil dólares. También saquearon hasta la devastación total las instalaciones del tren electromagnético, el edificio de Carpintería y Cohetería. En este último se llegó a trabajar con la Fuerza Aérea en diseños de cohetes. Y el tren electromagnético (Telmag) fue un proyecto del que se tuvo una maqueta que el comandante Hugo Chávez visitó y observó en persona, hasta que, “de pronto”, ese proyecto de avanzada se paralizó y fue abandonado.

Decíamos antes que la vedette del departamento de Física se encuentra en el Laboratorio de Física de Superficies; se trata del ARUS, un aparato que integra el estudio experimental y teórico de la física de superficies y fenómenos interfaciales. Ante la desaparición de la Dirección de Vigilancia, el equipo está bajo resguardo del coordinador y un grupo de estudiantes. Es o debería ser de importancia estratégica para el Estado venezolano. Los nombres de ese y otros equipos son capaces de espantar a cualquier persona no iniciada, así que antes de proceder a mencionarlos hay que decir que, entre otras utilidades y aplicaciones, pueden emplearse para caracterizar tierras venezolanas. Y, entre otras cosas, esa caracterización puede servir para conocer las materias primas con que contamos acá, un conocimiento que es apenas parcial.

Por ejemplo, ya esos equipos determinaron o detectaron en el estado Lara unos suelos que pueden aprovecharse como catalizadores naturales, útiles para la industria petrolera; pueden permitir la obtención de diesel y gasolina a partir del metano, cosa que acabaría con cierto estrés recurrente: la escasez de gasolina, porque los catalizadores para refinar el petróleo son importados, y casi siempre lo suministraban empresas de Estados Unidos.

Ahora sí, los nombres de los equipos, cada uno de los pocos que existen en Latinoamérica. El ARUS, la vedette comprende:

-Sistema de espectroscopía de fotoemisión por Rayos X y rayos UV de ángulo resuelto. Difracción de electrones lentos, decapado iónico, crecimiento de monocristales. Espectroscopía de electores Auger.

Otros equipos:

-Espectrómetro de infrarrojo por transformada de Fourier.

-Balanza termogravimétrica.

-Sonda de Kelvin.

Alfonso Rodríguez y Gonzalo Sánchez, coordinador y estudiante del posgrado de Física de la Materia Condensada

El laboratorio

Quienes ignoramos desde lo más elemental los procesos, la terminología y a forma de hacer esta clase de anuncios, requerimos de asesoría y supervisión. Solamente para decir; imagínate cuánto no hace falta dominar para hacer. Así que en este recorrido contamos con la presencia y la explicación del profesor Alfonso Rodríguez, Coordinador del Laboratorio de Materia Condensada, y de Gonzalo Sánchez, estudiante de la maestría en esta misma área.

Lo muy general: el laboratorio fue fundado en 1969, en principio para desarrollar dos líneas de investigación: la corrosión de materiales (área de conocimiento muy útil en un país con una industria siderúrgica y una relacionada con bauxita-aluminio) y el estudio de catalizadores para desulfuración del petróleo.

Traducción: como el petróleo venezolano tiene mucho azufre, vanadio, metales y contaminantes, y por o tanto es pesado, es preciso depurarlo para cumplir con ciertas normas internacionales. De paso, podemos usar el azufre en fertilizantes y el vanadio como recubrimiento para conferirle dureza a los taladros de la industria petrolera.

A partir de los años 90 se desarrolló otra línea, que es la de la caracterización de tierras venezolanas, y aquí es donde y cuando entra en acción el profesor Alfonso Rodríguez: “De entrada, para que se entienda el problema, hay que decir que Estados Unidos conoce la composición de las tierras venezolanas mejor que nosotros, o al menos la conoció antes que nosotros. Hoy sabemos que tenemos tierras lateríticas, otras ricas en bauxita, hierro, silicio. Tenemos caolinitas, feldespatos. Entonces, con estos equipos que tenemos acá (los señala y se refiere a ellos con orgullo, y la respectiva dosis de preocupación) podemos saber qué composición tienen las tierras en cada región, y esta es una información útil porque nos dice dónde está la materia prima para crear una base tecnológica para producir los catalizadores que necesita la industria petrolera, entre otras cosas. También nos indica dónde está la materia para las áreas de farmacología, agricultura y otros campos”.

La angustia del doctor Rodríguez, aparte de la más directa y actual, el evidente deterioro y las amenazas sobre las instalaciones y equipos, es la incomprensión de que ha sido objeto el equipamiento y su potencial. “En 1972, este laboratorio fue beneficiado con la donación de un equipo, que se deterioró por falta de mantenimiento. Entre 1985 y 1998 armamos otro similar, por nuestra cuenta, solicitando apoyo al antiguo Conicit, al Consejo de Desarrollo, a la Comunidad Europea. Los países europeos nos apoyaron, encantados, porque en el fondo eso significa trabajar para ellos. Eso es lo que han hecho desde siempre los centros de investigación latinoamericanos: trabajar para las hegemonías”.

El centro del discurso de este caballero indignado salta a la mesa cada pocos minutos o segundos: la incomprensión, la falta de interés del Estado. “Hablo de lo que ocurría en la Cuarta República, y creo que es un buen momento para que eso se corrija ahora. Cuando ibamos a Caracas a solicitar apoyo, y a poner a disposición los equipos y el trabajo de los investigadores, se burlaban de nosotros. Simplemente, no entendían para qué servía eso. Asuntos que deberían ser del más alto interés del Estado, algunos incluso secretos o confidenciales”.

15 años para formar a otra generación

Entre infraestructura de equipos y repuestos (no de espacios, que es aparte) el laboratorio tiene una inversión disponible calculada en 10 millones de dólares. “El último equipo del que soy responsable está activo, con algunos pequeños detalles que no hemos podido resolver por los apagones eléctricos. El equipo permanentemente se paraliza, y eso hay que resolverlo, para seguir haciendo investigación. Ese equipo tiene un costo de 2 millones de dólares. Un equipo de esa envergadura solo lo tienen Brasil, México en dos universidades (la UNAM y la de Querétaro), Argentina y Chile. Ese equipo lo tenemos aquí. Pudiera prestar servicio para no menos de 10 investigadores y 15 estudiantes, pero la deserción, la pandemia y otras crisis han mermado el potencial humano”.

Roríguez saca unas cuentas: en los últimos años, en medio de un proceso de ausentismo por desinterés o forzoso, ha graduado a 30 estudiantes entre lienciaturas y maestrías. Había 8 investigadores de muy alto nivel, y todos se han ido jubilando, se fueron yendo. El único de ellos que queda es Alfonso Rodríguez, que también se jubiló en 2013 pero decidió permanecer activo, en resguardo de lo que queda en pie.

“Regresé después de ser Director de Control de Gestión porque esto se estaba muriendo”, dice, con ese aire de desazón que parece no abandonarlo nunca. “Aquí hay trabajando tres profesores; dos se dedicaron a la agricultura y a negocios familiares para poder comer, y una profesora se fue a su casa y no volvio más”.

Hacía minutos le había preguntado por el futuro, las perspectivas. El hombre trata de comenzar a hablar del tema, pero no puede abandonar el trance de contar lo que ha visto y experimentado, en una especie de desahogo informativo que es, en sí mismo, un diagnóstico y resumen de la historia de la energía en nuestro país: “Irán nos vende los catalizadores, pero las patentes no nos la va a dar. Y por supuesto, los gringos nunca nos dieron las patentes. Yo estando en la UCV (1975) conocí al profesor Lacocca, quien produjo catalizadores para oxidación de petróleo. Se los ofreció a la industria petrolera de entonces y nunca fue tomado en cuenta. Ellos le vendieron la patente a los japoneses y después los japoneses nos vendieron los catalizadores: así hemos sido despojados. La universidad venezolana no participó nunca en PDVSA ni en la siderúrgica. No les interesó la universidad, porque siempre es más fácil comprar afuera y quedarse con el 10 por ciento que producir tecnología acá”.

Ahora sí, sobre el futuro: “Si el país monta un grupo de investigación, en el mediano plazo (unos 4 o 5 años) podemos estar produciendo catalizadores para no estar dependiendo de ningúna potencia. En los últimos cuatro años hemos visto un declive muy serio por acá. Para recuperarnos va a costar mucho: hay que buscar muchachos muy jóvenes, hay que volverlos a incentivar, hay que formarlos. Entre el bachillerato, la licenciatura, y el grado pasan 15 años. Cumplido ese lapso ya tienes el muchacho formado, con el doctorado, pero todavía no ha empezado a trabajar: apenas empieza a aprender a hacer. El doctor está preparado para aprender por sí solo y puede desarrollar tecnología y conocimiento. Teniendo un doctorado resuelves problemas académicos, y cuando llega el doctor tienes que buscarles los problemas para resolver. Entonces ya no serán problemas de física: hay simplemente problemas. En salud hay problemas que puede resolverlos un físico, en trasporte, energía, hay problemas que puede resolverlos un físico. El enlace entre la universidad con instituciones como PDVSA, Siderúrgica, áreas como la petroquimica, la agricultura, es esencial para un país. Pero no ha habido interés para hacer ese enlace. Porque, insisto, es más fácil comprar importado que sustituir, hacer cosas. Esa es la tarea que tiene la Revolución”.

Ávidos de problemas

La entrevista o conversación es matizada con comentarios de Gonzalo Sánchez, quien, por cierto, aparte de físico y estudiante de la maestría en Materiales Condensados, es hijo del poeta Ramón Palomares. No hay poesía en sus palabras, aunque sí en cierta sensibilidad para detectar los valores espirituales intrínsecos a la ciencia y al servicio que ésta le debe brindar al país. Hay una ética, una manera de resolver, de entrompar, de confrontar a los enemigos políticos y a las amenazas, que en la voz de este joven (menos de 30 años de edad) suenan tranquilizadores.

Por boca de Gonzalo Sánchez supimos que esos equipos vitales, que sobreviven a la destrucción generalizada de la Universidad, están bajo resguardo por una brigada de obreros, estudiantes y profesores que se alternan en sucesivas guardias y vigilias.

Pero las escasas intervenciones de Sánchez son apenas un respiro que consigue el discurso del doctor Rodríguez, que avanza, revelador. “Por ejemplo, el país debería fabricar algo tan sencillo y tan importante como las piezas para cargar los cables eléctricos de alta tesión. ¿Usted ha visto esas piezas de cerámica en el cableado de alta tensión? Hay que caracterizar las arcillas disponibles aquí a ver si son específicas, pero lo más probable es que aquí las tengamos. ¿Por qué tenemos que comprar algo tan facil de hacer como eso?”.

Otra anécdota adolorida: “Estuvimos estudiando las tierras lateríticas por muchos años, con la gente de Intevep, muchos de ellos eran personas de las que participaron en el el golpe petrolero. Trabajamos catacterizando esas tierras, y por una orden de las altas autoridades se nos prohibió publicar los resultados y hallazgos. Años después yo estaba en la Universidad de Bruselas, en Bélgica, en un laboratorio, y encontré allí una publicación que me sorprendió: era el trabajo que hicimos en este laboratorio con Intevep. Una persona con la que trabajamos aparecía en esa publicación. Ese conocimiento que nos decían que era secreto de Estado terminó publicado por una empresa extranjera”.

La lista de desperfectos ocasionados por las sucesivas parálisis por guarimbas, inestabilidad eléctrica y ahora la pandemia, se prolonga hasta alcanzar niveles e intensidad chocantes, duras de escuchar y de digerir adecuadamente. Las cuentas del doctor indican que el equipo más costoso de 2 millones de dólares, puede ponerse a punto con una inversión relativamente baja. “Con los conocimientos y habilidades que tenemos no es necesario recabar el 10 por ciento del costo, sino un 1 por ciento”.

“De nada sirve tener equipamiento y laboratorios si usted no tiene jóvenes”, insiste, y machaca, y llueve sobre mojado. “Si usted no tiene investigadores no hay laboratorio que funcione. En los últimos 4 años, a pesar de guarimbas, a pesar de los salarios, a pesar del estado de necesidad en que está la ULA, a pesar de que no hay mantenimiento, hemos graduado gente y tenemos una pequeña cohorte de estudiantes activos. Aquí está Gonzalo (Sánchez), en total son dos estudiantes de doctorado y cuatro de maestría. No les cobramos arancel porque eso sería quitarles la plata que no tienen para comer, desplazarse y sobrevivir. Los otros profesores se fueron, pero yo sigo aquí. En 2017 y 2018 se hicieron publicaciones de caracterización de tierras nacionales. Demasiado importante como conocimiento para una base tecnológica”.

Las Brigadas

Hay anuncios que indican que la situación de la Universidad va a ser abordada desde los niveles ministeriales y presidenciales; esperamos confirmación. Mientras tanto, y a pesar del aspecto general de abandono y parálisis que se siente, se percibe en esos espacios, se han organizado brigadas de obreros, estudiantes y profesores que realizan labores de vigilancia. Hacen rondas dentro y fuera de la Facultad, mantienen el movimiento donde se supone que todo anda en parálisis.

Como se trata de personas, entidades resistentes y militantes que no dejan caer en el vacío total a un espacio en el que debería estar un enjambre de muchachos y muchachas formándose, queremos hacerles el mínimo reconocimiento, al menos nombrando a los que tenemos en la lista.

Estos son los universitarios que mantienen viva la llama de Ciencias-ULA: Gonzalo Sánchez, Alfonso Rodríguez, Valentina Calderón, José Reinoza, José Calderón, Víctor Pérez, Ana Parra, Richard Gómez; María Romero, Juan Carlos Ramírez, Carla Bastidas, Willian Santiago, Henry Meza, Santos Molina.

Yorman Rincón, Yamileth Hernández, Gastón Iturralde, Miguel Flores, Rafael Viloria, Saulo Piña, Carlos Pérez; Carlos Ayala, Fernando Méndez, Antonella Baldeón.

Dayrelis Tellería, Carlos Malpica, Betty Hernández, María Elizabeth Márquez, Álvaro Parra, Jesús Peña, Ekadink Moreno, Leonardo Pernía, Julietta González. Ricardo Hernández, Alex Yoris, Marirene Chacón, Juan Carlos Villegas, Yeci Torres, Jhon Ferreira, Carmelo Rosquete.

Carle Valecillos, Bladimiro Silva, Eloy Torres, Manuel Fernández, Bárbara Huber, Javier García, Juan Corao.

Estos compatriotas, y otros más, conforman las brigadas de vigilancia de Física, Química, Biología y Matemáticas.

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