Inicio Gente palante Misael Rosales: del taller de Luis Zambrano al Instituto Max Planck (I)

Misael Rosales: del taller de Luis Zambrano al Instituto Max Planck (I)

por Jose Roberto Duque
1.070 vistos

“Juega” con Inteligencia Artificial, radiación cósmica y terremotos; es profesor de Física y ha fabricado dispositivos que mitigan el sufrimiento

José Roberto Duque / Fotos: Leorana González

Luis Zambrano, el genio de Bailadores, pertenece al territorio de las leyendas heroicas del pueblo venezolano. Aunque desconocido todavía por las mayorías, quien se entera de lo muy básico de su vida y obra automáticamente se convierte en su admirador, o al menos en depositario del asombro y los agradecimientos. Así que encontrarse con un discípulo suyo, a quien don Luis consideraba su amigo y así lo llamaba (“él tenía 80 años y yo 13, 15, por ahí”) puede ser una experiencia que vale la pena.

Sobre todo si el discípulo y paisano en cuestión parece haber aprendido lo mejor y lo más incómodo del tecnólogo: lo mismo que su maestro, se ha cansado de destrozar esos mitos racistas que dicen que los andinos son brutos y que no tienen chispa. Conversa con una mezcla de humildad montañesa con alto vuelo intelectual y malandreo, capaz de descolocar a cualquiera que vaya pensando en encontrarse con un gochito tímido de los pueblos del sur.

La adolescencia de Misael Darío Rosales transcurrió entre largas visitas al taller de don Luis, quien le resolvió y de quien aprendió asuntos técnicos, “pero sobre todo la filosofía que te enseña a vivir, que te enseña a inspirarte, a crear. Ahí está lo verdaderamente valioso. Hasta dónde alguien es capaz de sembrarle a otro el interés por algo, y que el que aprende sea capaz de seguir adelante en ausencia de esa persona: esa fue la herencia que recibimos muchas personas de don Luis. ¿Qué sentido tiene que tengas una muleta y cuando te la quitan entonces ya no puedes caminar? Las personas valiosas te enseñan a poder caminar cuando ya no están a tu lado”.

El año en que muere Luis Zambrano (1990), Misael, quien ya era licenciado en Física por la ULA, estaba partiendo para Alemania, a estudiar en un instituto ante el que se arrodillan todos los planteles de estudios científicos del planeta: el Instituto Max Planck, una especie de santuario donde los investigadores van a especializarse en Física de Altas Energías y en Astrofísica. Misael ingresó en la primera opción; fue invitado para desarrollar detectores de radiación cósmica, disciplina que aplicaría después aquí en Venezuela, ya les contaremos en qué lugar y situación.

Después de regresar de Europa, el caballero en cuestión se dedicó a chapalear en estos simpáticos charcos: predicción de terremotos a partir del comportamiento de las partículas extraterrestres, diseño y fabricación de dispositivos para que los pacientes tetrapléjicos puedan comunicarse (a uno le permite “hablar” mediante el parpadeo de uno de sus ojos, lo único que puede mover el paciente; el otro se activa con la respiración); diseño de un método para la detección de Parkinson mediante una serie de tareas motrices: la forma en que usted traza círculos con su mano, o la desplaza para llegar de un punto a otro, puede revelar en pocos minutos si usted padece ahora o tiene propensión a padecer de esa dolencia. Aparte, diseñó o creó una técnica para eliminar cierto “ruido” que se genera cuando se emplea el Ultrasonido Intravascular: parece que meter un catéter por las venas para detectar obstrucciones genera una bulla del carajo, y el doctor Misael inventó una forma de que ese ruido no se sienta (habrá que proponerle que haga algo con el reguetón).

Terremotos terrestres (y personales)

Entonces usted trabaja con cosas muy pequeñas y cosas muy grandes, algunas que vienen de fuera de la Tierra. Háblenos de esto último: ¿cómo se predice un terremoto a partir de las particulas que vienen del espacio?

–En realidad esas partículas son muy pequeñas. Se miden en nanómetros: la milmillonésima parte de un metro. Pero déjame empezar por el principio. En este momento tú estás siendo bombardeado por partículas que vienen de fuera de la tierra, y son altamente energéticas; pueden atravesar una montaña entera. Es más, pueden atravesar el planeta sin que el planeta se entere. En este momento tu cuerpo está siendo atravesado por esas partículas a razón de 200 partículas por metro cuadrado por segundo. Cuando uno mide lluvia lo que mide son goticas de agua que caen en un área determinada; en este caso estamos hablando de esas partículas, unos concentrados ínfimos de materia que, al igual que las radiaciones solares, pueden incidir sobre tu organismo, sobre tus músculos, tus tejidos, y los ioniza; cuando te alcanzan hay un proceso de óxido-reducción. Provienen de púlsares, de estrellas de neutrones, de fuera de nuestra galaxia. Algunas de estas partículas provienen del sol, pero las mas energéticas provienen del espacio extrasolar, como los protones, núcleos desnudos de algunos átomos pesados, tales como: hierro, carbono, oxígeno, que al impactar con las moléculas de nuestra atmósfera crean otras partículas secundarias que llegan hasta el nivel del mar. En esta familia de partículas están los muones, que viajan a velocidades extraordinariamente grandes, cercanas a la velocidad de la luz (300.000 Km/seg) y que duran poquísimo, algunos 2.6 microsegundos. Pero llegan a la tierra y uno mide su presencia a través de unos detectores muy sensibles y que nos permiten observarlas y contarlas.

En este punto de la conversación es inevitable acomodarse la boina de tela, aunque ya quedó claro que es inútil: estamos siendo traspasados por partículas extraterrestres. Ajá pero, ¿y qué tiene que ver con los terremotos?

–Esas partículas son sensibles a los cambios locales del campo geomagnético terrestre, y algún cambio significativo del número de ellas al monitorearlas contínuamente durante algunos años, en una zona potencialmente sísmica, nos puede dar una pista de que un terremoto está esta cerca de ocurrir. El experimento fue el siguiente. Las columnas de este edificio (Facultad de Ciencias de la ULA, en Mérida) son huecas, son cilindros huecos cuyas bases tienen 22 metros de profundidad. Nosotros colocamos dentro de esas columnas unos detectores de radiación cósmica. Lo que hemos hecho es medir ese flujo de radiación. Llegan en muy poca cantidad; de 10 a 40 partículas por metros cuadrados por segundo, por ejemplo. Ese flujo se ve aumentado antes de ocurrir un evento sísmico cercano, pero no si va a ocurrir mañana: para varios eventos hemos observado, 30 o 40 días antes de su ocurrencia, variaciones que están correlacionadas con el evento. Llevamos bastante tiempo investigándolo y la correlación es bastante buena. Lamentablemente nuestro sistema eléctrico está muy errático y las mediciones se dejaron de hacer. Pero las hicimos por un largo período de tiempo, y contrastamos con gente de otros lugares que hacía mediciones de otro tipo. Podemos pensar que es un experimento extendible a otras áreas sísmicas importantes. Esos resultados se publicaron, hay gente que está de acuerdo en que ese método es una opción válida.

¿Cuándo comenzó o descubrió su vocación?

–Creo que uno nace con la idea de inventar y de hacer. No hay una etiqueta temporal que te diga “en tal día fecha o año comenzó mi vocación”.

¿Eso le habrá pasado a todo el mundo en el pueblo de Bailadores, eso de nacer con la vocación de inventor y creador?

–Yo creo que le pasó a mucha gente en todo el país. Tal vez todo el mundo nace con eso, aunque muchos lo han dejado morir, por las razones que sean. No todos somos lo suficientemente valientes como para mantenernos en pie. Forzosamente, cuando uno entra en la universidad se da cuenta de que es una manera de organizarse, de disciplinarse: llenarse de un entorno de gente donde eso se encuentra presente. Las universidades tienen una bondad maravillosa, que es hacer confluir gente que comulga con esos mismos intereses. Ha sido una verdadera delicia en mi vida haber conocido al doctor Raúl Estévez, una persona muy valiosa en mi formación personal y profesional. Fue uno de los fundadores de este departamento de Física, luchador incansable y convencido del papel de la tecnología popular, de su vigencia y de la necesidad de alimentarla en nuestro país. A sus 80 años todavía imparte clases, con un afán incondicional de promover la ciencia en todos los rincones.

Pero antes de la Universidad, empecé desde muchachito en el área de la ciencia. En Bailadores hay un liceo, el Gerónimo Maldonado, allí recibí las primeras clases de ciencia. Además conocí a don Luis desde muy temprana edad. Favorablemente lo conocí en una edad en la que él estaba muy mayor. Digo favorablemente porque cuando la gente llega a mayor como que tiene una especie de entrega hacia las cosas, y les da importancia a otros que recién están comenzando.

(Continúa)

Apéndice: galería de fotos del equipo de Misael Rosales durante la instalación de un Sistema de Alerta Temprana de terremotos; específicamente, del detector de Partículas Cósmicas en el edificio de Física de la ULA-Mérida:

Compartir:

Deja un Comentario