Que en el Astrofísico de Mérida se cosechen papas de alta genética y se promueva el cultivo del cacao le parece un chiste macabro a algunas personas. Su director, Pedro Grima, invita a poner el foco de atención en los alcances sociales y políticos de algunas «jugadas»
José Roberto Duque
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El enunciado de la noticia parece simple, fácil de resumir y aun de explicar: en los terrenos del Observatorio Astronómico Nacional de Llano del Hato, en Apartaderos (Mérida) los trabajadores se han dedicado a la siembra de papas. Si uno comienza a partir de supuestos y de enunciados lógicos, saltará la primera pregunta: ¿por qué se siembran papas en los terrenos de una entidad dedicada a la observación de los astros?
Una respuesta también lógica pudiera ser esta: el planeta en que habitamos es, precisamente, un astro. Y más que observarlo en plan contemplativo es preciso intervenir en él (como en efecto lo hacemos todos sus habitantes) pero científicamente y con criterio de transformación. Ya habrán leído o escuchado la sentencia: no conformarse con interpretar la realidad, sino transformarla.
El lema con que defiende la directiva actual esa decisión ayuda a completar el cuadro, el concepto y las decisiones tomadas: “Con los ojos en el cielo y con los pies en la tierra”. De tanto mirar al universo, los trabajadores del Astrofísico decidieron entonces poner a producir el suelo terrestre. Así que, más que los pies, la gente de esa institución, donde se supone que la figura rectora es la de los señores observadores de estrellas, galaxias y planetas, ha decidido poner las manos en la tierra.
Pedro no pudo ser astronauta
El caballero que decidió experimentar con la siembra de papas (que además no son papas cualesquiera: son semillas de papa con categoría de Certificadas) en esos parajes, donde las heladas suelen ser temibles, se llama Pedro Grima, director del Centro desde el año 2016. Pero tampoco es cosa de liquidar la noticia en ese cuento simple. No es una historia que comenzó hace dos semanas, y además la misión de esta página y proyecto es meterse en los vericuetos de la historia, para buscarle el sentido y la razón de ser a las historias.
Vale la pena escuchar los inicios del recorrido que lo llevó al Astrofísico, en su propia voz:
Así que en Torino (Italia), el joven militante terminó el primer ciclo básico de ingeniería nuclear. No faltaron los incómodos momentos en que su papá, jubilado del cuerpo de carabinieri, fascista condecorado, le mostraba sus medallas al joven comunista en formación, y allí se planteaban la discusión y las tensiones. Esto, y el alto costo que significaba avanzar en una carrera en el politécnico, lo hicieron regresar a Venezuela.
Empezó a estudiar en la Universidad de Los Andes (ULA), y cuando llegó el momento de informarle a la madre qué iba a estudiar, y el momento de revelar sus planes (“Matemática”), la buena mujer le dijo lo que cualquier persona sensata puede decir: “Y tú crees que de eso se vive?”. Le concedió razón a esa inquietud y se decidió por la Física.
“Estudiaba mientras continuaba la militancia; el Departamento de Física estaba lleno de ñángaras. Y más que eso: puedo demostrar que en el Departamento de Física comenzó la Revolución Bolivariana. Allí estudiaba Adán Chávez, hermano de Hugo”. El profesor Grima rememora un encadenamiento de situaciones, que van desde el momento en que, en los años 70, se produjo una suerte de rebelión en el Departamento, que se declaró socialista y comunista, y una Asamblea se convirtió en la principal autoridad. No un señor decano o personaje impuesto, sino una asamblea en la que estudiantes profesores, obreros y empleados tenían voz y voto en las decisiones. Todo esto contó con el estímulo y la agitación de Juan Salazar, un especie de lugarteniente de Douglas Bravo.
En algún momento, esa Asamblea tomó la decisión de contactar a Hugo Chávez, y lo hizo mediante una carta escrita. “Con esa carta empezó la subversión”, asegura y analiza Pedro Grima, quien se va hasta el llegadero de ese segmento de la historia: los cabecillas de esa rebelión interna, que estuvo a punto de propagarse a otros departamentos, estuvieron a punto de ser expulsados, cosa de la que se salvaron porque uno de los conjurados era el hijo del rector Rincón.
Sí pero, ¿y las papas?
Los vericuetos del recorrido personal y profesional de Pedro Grima tienen sentido en este relato por varias razones. La primordial es dejar constancia de como, con el paso de los años y el apaciguamiento propio del crecer y madurar, la llama que lleva a algunas personas a revolverlo todo y a causar conmociones, se puede mantener intacta.
Entre el año 1981, año de su graduación en el área de semiconductores, y 2016, año en que se encarga del Observatorio, mediaron algunos hitos importantes: se hizo profesor titular en la ULA, tuvo una temporada de volver a su fascinación por la astronomía y se pasaba largas horas en el observatorio, mirando por el telescopio (“miraba mucho al cielo, y necesitaba mirar a la tierra”), se fue a hacer un doctorado en la Universidad Pierre y Marie Curie, en Francia; regresa a Venezuela, ya doctorado, y de pronto, en 2006, fue llamado por Adán Chávez para que se ocupara de la Universidad de los Llanos Ezequiel Zamora (UNELLEZ) en calidad de rector.
Una buena cantidad de azares lo llevó a “ejercer” una súbita relación de parentesco por afinidad: llegó a ser suegro de Hugo Chávez, con quien mantuvo una relación en la que no faltó el intercambio de información y recomendaciones.
Así que el cuarto lustro del siglo (2016) lo sorprendió enfrentado a unas obligaciones con una alta carga de funciones adminstrativas, de manejo de personal, en el Observatorio Astronómico Nacional. Y acá es cuando echa mano de su visión clasista de la historia y del trabajo, para darle el vuelco a una misión que parecía más bien monótona o llena de tareas preestablecidas.
Ajá, pero, ¿papas en el observatorio?
“El primer día que pisé la institución comencé a conocer sus interioridades y a estudiar sus potencialidades. Mi primer pensamiento fue que el Centro de Investigaciones de Astronomía (CIDA) y un ente adscrito que es el Centro nacional de Tecnologías Ópticas, se ocupan del área de mi especialidad, que es de materiales y óptica. Me di cuenta de que había potencialidad de autosuficiencia presupuestaria, que si bien no podía pagar inmediatamente la nómina con fondos propios, sí había mucha posibilidad de crear fondos que pudieran financiar los proyectos dentro del ente. Estudiando el entorno, qué servicios pudiera ofrecer el CNTO, qué tipo de trabajo se podía realizar hacia la comunidad, hacia el sector productivo, hacia el sector social. Como encontré el observatorio cerrado, empecé a indagar cómo se trabajaba en el observatorio y me di cuenta de que había una separación muy grande entre lo que era el observatorio y lo que era el pueblo y la población y todo el entorno”; así resume Grima el diagnóstico y visión general de la situación en 2016.
Decidió abrir el Observatorio al público, a los turistas y a las comunidades aledañas en Apartaderos. Comenzó a desarrollar la idea del turismo científico, abrir una posada y restaurant. En 2017 se realizó el Primer Festival Folclórico, Cultural y Productivo del estado Mérida; los habitantes de la zona comenzaron a vender sus creaciones gastronómicas, sus artesanías (algo opuesto a la Feria tradicional del consumismo en Mérida, con el lema “Otra Feria es Posible”) y con el tiempo el Observatorio tuvo un ingreso que ha sido distribuido de manera equitativa entre los trabajadores.
Muy bien, pero ¿qué hay de las papas?
En 2017 año de guarimbas, se paralizó por un tiempo la actividad en el Observatorio. Así que, tras algunas conversaciones y análisis, decidieron torcer el rumbo hacia un concepto crucial: se introdujo un crédito ante el Consejo Federal de Gobierno para comprarle a la red Productores Integrales del Páramo (PROINPA) una cantidad de semillas de alta calidad genética a PROINPA. No eran papas para el consumo sino para cubrir los sucesivos ciclos para obtener semilla certificada: primero se obtiene la cosecha de pre-básica, luego la básica y así, durante cuatro años, hasta obtener la semilla capaz de producir más y mejores cultivos.
“Desde el inicio del proyecto quedó claro que no iba ser una siembra de papas común y corriente; nos planteamos esa actividad agrícola como un acto científico y académico. Además, nos propusimos aplicar el criterio marxista de las relaciones de producción con los trabajadores: repartir la plusvalía en el momento y convertirlos en socios de la producción. Los agricultores del páramo no se confía de entrada, me miraron con mucho escepticismo. No estaban de acuerdo porque ellos pensaban que yo los iba a poner a sembrar y me iba a agarrar toda la producción. Pero bien, era lo lógico, eso les había pasado toda la vida. Después tuvimos la primera cosecha, que, además, fue fantástica, un rendimiento muy bueno, el clima fue fabuloso y ellos recibieron un premio, un bono de producción que era mayor a su salario anual; empezaron a creer en el proyecto”.
En el quinto año del experimento, en los alrededores del Observatorio se han obtenido sucesivas cosechas de semilla (40 toneladas en noviembre de 2020; 30 toneladas en octubre de 2021, etcétera). El altísimo rendimiento y la forma en que se distribuye entre los trabajadores es la noticia real; cierta prensa interesada en etiquetar todo como fracaso ha divulgado el “análisis” más primitivo: la gente cultiva papas porque se acabó la astrofísica en Venezuela.
La historia continúa por estos derroteros: cierta maquinaria del Centro Nacional de Tecnologías Ópticas, destinada a funciones específicas como la fabricación de elementos ópticos, ha sido puesta al servicio de la población en momentos de alto desabastecimiento, para la producción de instrumental al servicio de la producción de alimentos.
Otra línea de investigación atípica para un organismo dedicado a observar el universo: la investigación e impulso del procesamiento del cacao por parte de los trabajadores, que serán los beneficiarios de la producción (“conversión de trabajo asalariado en trabajo productivo”, elabora el profesor Grima como colofón).
La ciencia y la tecnología al servicio de las necesidades del pueblo, y no del alejamiento de los entes científicos el resto de la población: ese es un titular que rebasa y profundiza el simple y artificialmente escandaloso asunto de las papas en el observatorio.