José Roberto Duque
¿Son contradictorias estas posturas? Lo son. No tengo ánimo, ni es mi intención, enumerar razones y explicaciones al respecto. El objeto de este breve artículo es otro.
En una incursión reciente a la Mesa de Guanipa, territorio incrustado en el borde telúrico o en el corazón histórico de la actual Faja Petrolífera del Orinoco, pude escuchar y experimentar varias de las paradojas o explosiones vitales de la historia venezolana actual. Tenía que ser ahí, y así, donde (y como) se tenía que manifestar el siguiente choque de posiciones: la voluntad de un puñado de tecnólogos, científicos y aglutinadores de comunidades, de regresar a las agriculturas ancestrales y a los modos de vida que el capitalismo industrial nos arrebató, contra esa loca felicidad, expectativa o especie de alivio ante las noticias que preconizan, una vez más, que Venezuela venderá mucho petróleo y entrarán muchos dólares.
***
Los tecnólogos que fui a buscar, y la razón de sus inventos, son encomiables y revelan una limpieza de espíritu difícil de encontrar a flor de territorio, mucho menos al borde (repito) tectónico e histórico de un manar gigantesco de petróleo. Esos compatriotas (Luis y Simón Pinto, Rufino y Alexis Lista, Cosme Ramírez, Wilfrido Gil, Javier Aponte, otros más) tienen claro dónde están y qué significa su existencia para el país.
“Estamos parados sobre dos gigantescos lagos: uno de petróleo y uno de agua”, fue lo primero que dijeron al invitarme. La maravillosa impresión que me dejaron, de entrada, tiene que ver con el hecho de que sus inventos e innovaciones apuntan, no al charco de petróleo, sino al de agua.
***
Sobre la calidad del agua que reposa bajo la tierra calcinante de El Tigre y sus alrededores me dijeron varias veces: “Es agua fósil, está atrapada en una gran piedra, así que es de alta pureza. Rufino diseñó un taladro artesanal que le facilita la vida a los ciudadanos comunes que quieran disponer de esta rara joya del subsuelo, y Luis Pinto tiene un prototipo de un “Manador”, artefacto capaz de mover un balancín convencional pero sin emplear energía eléctrica. Y más que eso: Luis asegura que el movimiento de este aparato de su invención (que se basa en principios mecánicos y gravitatorios) puede generar electricidad. Los demás compañeros de aventura tienen en mente el levantamiento de una comunidad energéticamente sustentable, a partir de estos ingenios y de otros proyectos alternos.
***
Una reflexión al margen, oída en la voz de otro de los compañeros, me dejó perplejo un buen rato, porque parte de una lógica que no había leído ni escuchado nunca: “Si en el subsuelo de la Mesa de Guanipa lo que abunda es el petróleo, la gente de aquí debería tener el control de ese petróleo, o al menos de una parte. Así como de cualquier tubería de agua se conectan miles de tomas ilegales para el uso de las comunidades, así mismo las comunidades a lo largo del oleoducto que va de El Tigre a la costa del Caribe, pudieran perforar esa tubería y disponer de esa riqueza mineral, que si es del Estado también debería corresponder al menos una parte a los ciudadanos. El pueblo es capaz de aprender los secretos de la refinación del crudo y la destilación en forma de gasoil, gasolina y otros carburantes; si eso se pusiera en práctica, la gente tendría acceso a esa riqueza. Sería el pueblo tomando control efectivo del petróleo, que le pertenece, eso es democratización del petróleo. Pero lamentablemente casi ninguna persona de por aquí conoce el petróleo, nunca ha visto medio litro o una pelota de ese material; todo sale de aquí por esos tubos y a la gente que vive encima de ese lago fósil no le queda nada para su provecho”.
Una reflexión alucinante, sin duda.
Pero al final de la alucinación, que puede durar mucho o poco, según quien la analice, sigue siendo el agua el elemento sobre el que puede hablarse de futuro y de esperanza, en Guanipa y en cualquier depósito de lo que sea que guarde la tierra.