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Como la vida misma | ¿Spoilers sobre el futuro?

por Éder Peña
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Éder Peña

El futuro es esa película que deseamos ver pero hay varias razones para dudar de ello, la eventual muerte es solo una, los pronósticos de cómo sería cada vez son menos variados porque la mayoría dice que la constante será el cambio.

A partir de la alteración de los ciclos climáticos pareciera que empezarían a alterarse otras dimensiones de la la vida humana, acá no vendremos a predecir sino a mostrar algunos datos de lo que ha estado ocurriendo con el clima y también algunas preguntas que surgen. La temperatura promedio actual es 1,1ºC más cálida que en la era preindustrial, las olas de calor, que antes se producían una vez por década, ahora son 2,8 veces más frecuentes. El norte global está enfrentando uno de sus años más difíciles en lo que respecta a desastres naturales, incluidas sequías e incendios masivos.

En el Reino Unido, donde inició la revolución industrial, al menos 34 localidades han excedido los récords previos de 38,7ºC de sensación térmica (en julio de 2019) y hay un 80% de probabilidad de que este valor sea superado. El aeropuerto de Luton, en Londres, tuvo que cerrar durante más de dos horas debido a que su pista se derretía por las altas temperaturas que está sufriendo el país.

Mientras, la temperatura del mar Mediterráneo ronda los 30ºC, se esperaban 40ºC en España, 38 en París y unos 50ºC en el subcontinente indio. Dos mil incendios forestales, avivados por temperaturas extremas (47ºC) antes de lo habitual y condiciones de sequía, han producido 160 heridos y cientos de personas evacuadas de sus hogares en Portugal.

En Estados Unidos, las redes de energía están estresadas mientras las empresas de servicios públicos rogaban a la gente que redujera el consumo. Al oeste de ese país, hay predicciones de que el agua comenzará a agotarse en 2025. Dicho año solía parecer el futuro pero faltan dos años y medio y ya se están agotando embalses como el lago Mead, que suministran agua a decenas de millones de personas y forman la base del sistema de agua de medio continente.

Ese sistema de embalses no sólo suministra agua, sino también electricidad, a través de la energía hidroeléctrica. Cuando se acaba el agua, las luces se apagan. Hay un “domo de calor” que se extiende sobre el noroeste del Pacífico, lo que lo hace a Portland, Oregon (46ºC), casi tan caliente como Jacobabad, Pakistán, uno de los lugares más calientes de la tierra (50ºC).

La crisis global, que tiene un componente ambiental altamente determinante, fue bautizada “cambio climático” por el “estratega” republicano Frank Luntz a principios de la década de 2000, él mismo reconoce su error. Ya decir “calentamiento global” era peligroso y aterrador, obligaba a preguntar las causas estructurales del problema y a rellenar de explicaciones la memoria. Pero un doble discurso podía crear la impresión de que había algún «debate» sobre este tema, además llenaría de dudas y negaciones las decisiones que debían tomarse.

Hoy, tras todo el valioso tiempo perdido, no se habla de olas de calor sino de «cúpulas de calor», «megaincendios», «megainundaciones»… Todo exacerbado.

Según un informe del Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático (IPCC) de las Naciones Unidas emitido en agosto pasado, si el mundo no puede evitar que el planeta aumente 1,5 grados por encima de los niveles preindustriales, se espera que las “olas” de calor ocurran con una frecuencia cuatro veces mayor.

Por su parte, el Grupo de Respuesta a la Crisis Mundial de Alimentos, Energía y Finanzas de la ONU publicó su segundo informe, en junio pasado, señalando que “la economía mundial ha quedado en un estado frágil. Hoy en día, el 60% de los trabajadores tienen ingresos reales más bajos que antes de la pandemia; el 60% de los países más pobres están endeudados o corren un alto riesgo de estarlo; los países en desarrollo requieren 1,2 billones de dólares al año para cubrir el déficit de protección social; y se necesitan 4,3 billones de dólares al año —más dinero que nunca— para cumplir los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS)”.

Dijo alguien en una red social que, en plena sequía, ha habido quienes no renuncian a tener verde la grama de su jardín, aunque tuvieran que pintar la hierba seca. Así funciona el pensamiento mágico que nos hace creer en el crecimiento y recursos infinitos, como una pintura verde, invitando a ignorar la irreversibilidad y la gravedad de la situación en la que estamos, negando la posibilidad de simplificar nuestra existencia como especie. La orquesta del Titanic sigue tocando, entusiasta y en riesgo, como la vida misma.

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Biólogo. Investigador asociado (IVIC)

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