Bonito un valle fresco con ríos y quebradas que ondean en la tierra como flamas en un universo verde, niebla como espumas y viento al pie de un cerro erguido como guerrero invencible. Y millones de hojitas, espigas y tallos rojizos. Es imaginar a Caracas cuando era Caracas.
En 1578 el invasor Juan de Pimentel, en su “Relación de Nuestra señora de Caraballeda y Santiago de León” escribió: “Llamase toda esta provincia generalmente Caracas, porque los primeros cristianos que a ella vinieron con los primeros indígenas que hablaron fue una nación llamada Caracas, y esta nación de indios tomó este nombre porque en su tierra hay muchos bledos que en su lengua llaman Caracas”.
Aquel gobernador hablaba de la pira, bledo o amaranto, una herbácea que crece al borde de las aceras, cultivos y hasta encima de los escombros que los irresponsables dejan en lugares poco transitados. Se conocen como Amaranthus, que proviene del griego “que no se marchita” o “símbolo de la inmortalidad y deseos de salud”.
En las zonas tropicales y subtropicales del planeta hay hasta 70 especies de la familia Amaranthaceae, desde hace más de 5 mil años los mayas fueron los primeros en domesticarla y transmitieron esos saberes a otros pueblos. El consumo del amaranto era común, y hasta ritual, entre los aztecas, pero su cultivo fue sustituido por cultivos europeos.
Cuando el imperio español invadió estas tierras estimaron que algunos pueblos producían hasta 15 mil toneladas de granos, formaba parte de los tributos que estos imperios cobraban a los pueblos sometidos.
Hay especies hortícolas, porque de ellas se comen los tallos y las hojas que tienen un sabor parecido a la espinaca; también hay graníferas, estas tienen espigas de granos más grandes que pueden ser convertidos en harina.
De las 6 especies que han reportado Carmona y Orsini (2010) para Venezuela, las de mayor distribución geográfica y altitudinal son A. dubius y A. spinosus, tienen formas más variables, mientras que A. hybridus subsp. quitensis se distribuye en altitudes mayores a 1500 msnm.
Aunque para muchos pueblos son “buenezas”, algunas especies han retado al glifosato, agrotóxico ampliamente comercializado y dañino, siendo resistentes a su efecto.
Son consideradas como alimento de alto valor nutricional, hasta oxigenante cerebral, desintoxicante, antiinflamatorio, antioxidante y cosmético, por sus beneficios para el cuidado de la piel, han sido utilizadas como forraje en la cría de bovinos y porcinos.
Se ha valorado su contenido de ácido fólico, niacina, calcio, fósforo, magnesio, zinc y cobre, así como aminoácidos como la lisina, fibra y grasas naturales en hojas y tallos, que son lo más provechoso en las especies que crecen en la región caribeña.
Algunos naturistas recomiendan sus infusiones contra la diarrea, ansiedad, depresión, hipertensión, artritis, diabetes, asma, fiebre, tos, reumatismo, hemorragias internas, irritación de la garganta y menstruación excesiva. Emplastos o compresas de sus hojas para curar úlceras y maltratos de la piel.
Se pueden consumir en sopas y ensaladas, también en tortillas y harinas, existen recetarios en las redes que enseñan a hacer pasteles, galletas y adobos con otras hierbas. Para sus usos terapéuticos se elabora aceite, tintura en alcohol y glicerinado.
Trabajos científicos en los que ha participado el suscrito han reportado que, a orillas de calles y avenidas, pueden acumular metales potencialmente tóxicos, por lo que se recomienda cultivarlas en huertos o materos.
¿Cómo hacerlo? Recolectando sus espigas en bolsas y colocando sus semillas (negras de aproximadamente 2mm) en envases con tierra abonada o directamente en un espacio de siembra.
Bendita y maravillosa hierba que nos regala esta tierra de gracia, como la vida misma.
1 comentario
Es genial la pira yo la utilizo para alimentar mis conejos en un alimento completo