Aunque vemos muchos de ellos y no queremos ver a otros, está vivo el debate respecto a la disminución de bichos de seis patas en medio de una crisis planetaria como la que vivimos. Muchas son las opiniones y estudios, pero lo cierto es que falta bastante por saber y hacer al respecto.
En el ámbito global son numerosos los esfuerzos de conservación centrados en especies raras, carismáticas y en peligro de extinción como los delfines, ballenas, elefantes y osos panda, pero nadie se preocupa por los insectos con la excusa de que son feos, como si los feos no tuviéramos derecho a vivir.

Algunos informes mencionan el descenso generalizado de insectos que antes eran abundantes y sospechan que esto se ha extendido. La preocupación es por el funcionamiento de muchos ecosistemas, estos animales constituyen gran parte de la biomasa animal, es decir, si pesamos a todos los animales del mundo, ellos juntos pesarían más que todos los demás.
Estos bichos vinculan a los organismos productores (algas y plantas), consumidores primarios (herbívoros) y también a los consumidores de mayor nivel en las redes alimentarias de agua dulce y terrestres.
Los seres humanos dependemos de sus funciones en los ecosistemas, tan diversas como sus especies: la polinización de frutas, verduras y frutos secos; el control biológico de las “malezas” y plagas agrícolas, los vectores de enfermedades y otros organismos que compiten con los seres humanos o amenazan nuestra calidad de vida.
Tanto la descomposición de hojas y madera como la eliminación de estiércol y carroña contribuyen al ciclo de nutrientes, la formación del suelo y la purificación del agua. Muchas personas, sobre todo en las ciudades, quisieran mantenerlos a raya, pero una disminución grave de insectos puede tener consecuencias ecológicas y económicas a escala global.
Estudios como “Insect decline in the Anthropocene: Death by a thousand cuts”, publicado por la revista PNAS, afirman que no todos los insectos están disminuyendo. Algunos como las abejas domésticas y otros acuáticos se habían visto beneficiados por las actividades humanas pero han cedido ante distintos factores de estrés como el cambio de uso de la tierra (especialmente la deforestación), el cambio climático, la agricultura, las especies introducidas, la nitrificación y la contaminación.

Estos factores actúan combinados y los científicos han descrito que se trata de una “muerte por mil cortes”. El declive de las abejas en Estados Unidos se ha relacionado con todas o algunas de las siguientes causas: infecciones por ácaros introducidos, infecciones víricas, parásitos, envenenamiento por pesticidas, pérdida de hábitat, uso excesivo de alimentos artificiales para mantener las colmenas y la endogamia. Varios de estos factores están asociados al cambio climático.
Al analizar 16 estudios en 2014 se concluyó que las poblaciones de insectos habían disminuido un 45% en los últimos 40 años y en 2017 se publicó que la biomasa de los insectos voladores había descendido un 76% en 27 años. En 2020 se publicaron estudios realizados en Norteamérica y Europa que proyectaban cómo los insectos terrestres estaban disminuyendo a un ritmo cercano al 1% anual, mientras que los insectos acuáticos parecían estar aumentando su abundancia en torno al 1% cada año.
Muchas han sido las iniciativas de movilización de recursos para conocer el estado de las poblaciones de insectos, buena parte de ellas para financiar estudios en Europa y Estados Unidos donde habita menos del 20% de la diversidad mundial de especies de insectos. En África, Asia y América Latina está el otro 80% y se hace vital entender qué cambios esperar.
Además del declive de algunas especies están los brotes de plagas de insectos en los cultivos de trigo, arroz y maíz, que podrían aumentar entre 10% al 25% por grado centígrado (ºC) de calentamiento. Las más dantescas son las invasiones de langostas que han hecho perder hasta 2,5 mil millones de dólares en África.

Distintas culturas han encontrado formas de integrar a los insectos y otros artrópodos en el tejido de la vida humana cotidiana. En todo el mundo se consumen más de 2 mil especies y la cifra sigue aumentando a medida que se llevan a cabo más estudios sobre esta cuestión.
Recientemente, la Unión Europea dictaminó sobre la seguridad para el consumo humano de las larvas del gusano amarillo de la harina (Tenebrio molitor larva ), y el veredicto ha sido favorable, con la única advertencia de que su ingesta puede producir alergia en algunas personas.
Entender un planeta que cambia, es clave para adaptarnos a lo que viene, aceptar que no hay salidas fáciles es tan complejo como la vida misma.