–Mamá, ¿allá atrás se acaba el mundo?
–No, no se acaba.
–Demuéstramelo.
–Te voy a llevar más lejos de lo que se ve a simple vista.
En ese diálogo de Lorenzo de Tena, el personaje principal de la novela La piel del cielo, de Elena Poniatowska, con su madre, comienza a notarse la preocupación del niño por la ciencia. La novela es eso: un encuentro entre la ciencia y el amor.
Elena Poniatowska es escritora y periodista mexicana. Ganó el premio Rómulo Gallegos con su novela El tren pasa primero, en el año 2007. También es reconocida por su libro La noche de Tlatelolco, donde deja testimonio de la masacre de estudiantes en 1968, en México. Su esposo, Guillermo Haro, fue astrónomo.
Con esta novela, La piel del cielo, Poniatowska ganó el premio de novela Alfaguara en 2001. Lorenzo de Tena logra estudiar y se convierte en un astrónomo. Después de viajar por muchos países a universidades y congresos, vuelve a México, y se empeña en montar un gran laboratorio para hacer sus estudios. Dice Poniatowska que “en esta novela tomé partido por la ciencia”.
Una vez que Lorenzo de Tena tiene amplios contactos con los mejores científicos del mundo, ya en México, comienza a trabajar en el Laboratorio. Allí está enfrentado siempre a sus investigaciones. Es un irreverente. Un luchador. Un científico con talento que busca en la ciencia el desarrollo y el bienestar del pueblo mexicano. Y por eso, tiene que enfrentarse a la burocracia y luchar contra la corrupción que está presente en toda la administración pública.
Lorenzo de Tena entre sus relaciones sentimentales, luego de vivir apasionadamente algunos encuentros, conoce a Fausta, una hippie y fumadora de marihuana y drogadicta, que le enseña la otra cara de la vida. Que le dibuja la realidad que no conoce.
Lorenzo de Tena va pasando por diferentes momentos. Hasta convertirse en astrónomo y entregarse definitivamente a su trabajo. Allí no conoce otra realidad sino la que está en el cielo. Es observador, honesto, científico, idealista, incansable, quiere responder a todas las preguntas que se ha venido haciendo. Y en la astronomía busca las respuestas que desde niño comenzó a hacerle a su mamá.
La novela también es una denuncia del mundo de la corrupción, de la burocracia, que no le preocupa para nada la ciencia, una demostración del atraso que se vive en los países de América Latina. Dice Elena Poniatowska en una entrevista que los jóvenes salen de México a estudiar ciencias y luego se quedan en esos países porque se encuentran con laboratorios súper equipados que les permiten desarrollar mejor sus investigaciones. Pero también hay jóvenes que vuelven a dejar sus conocimientos en el país que los educó.
A pesar de que Lorenzo de Tena tiene el conocimiento de la ciencia que le permite descubrir tantas cosas y responder las preguntas que desde niño se ha venido haciendo, sin embargo es en el amor donde parece que no conoce nada. Es allí donde entra Fausta y trata de llevarlo al mundo real, al que está fuera del laboratorio. Y en el amor es donde Lorenzo de Tena sucumbe.
Es una novela del amor a la ciencia y a las emociones. A encontrarse cargado de dudas y saber despejarlas con el conocimiento. Con el estudio. Con las investigaciones. Dicen que los científicos viven alejados de la realidad porque viven en su mundo, pero es mentira, también se encuentran, después de dejar de ver el cielo, con otras realidades.Al final, cuando Lorenzo de Tena ha recorrido el mundo del conocimiento para responder sus dudas, cuando entiende que también tiene que recorrer el mundo para conocer el amor, sale desesperado del laboratorio y va a la búsqueda de lo que sabe que le está haciendo falta, mucha falta para que no se le acabe el mundo.