Son más antiguos que los dinosaurios, no son árboles, son helechos arborescentes, sus frondes (hojas) permanecen verdes durante todo el año. Dice Gabriela Mistral en su poema “Helechos”:
Donde la humedad se guarda
asistidora y mansueta
y el resuello del calor
no alcanza a la Madre Gea

Los helechos arborescentes se encuentran principalmente en bosques tropicales húmedos, por su capacidad de desarrollo y tamaño natural, toman el aspecto de árboles, de ahí que también se les llame helechos arbóreos. Testigos silenciosos de los tiempos.
Desde las regiones montañosas de los Andes, la Cordillera de la Costa (Entre Yaracuy y Paria) y el Escudo Guayanés ven pasar al tiempo mientras viven, se distribuyen entre los 1 mil 500 metros sobre el nivel del mar hasta cerca de la costa, especies de la familia Blechnaceae pueden ser halladas en zonas de subpáramo.
Pueden formar un “tronco” desde uno a casi 20 metros que, en realidad, es un rizoma erguido llamado estipe o cope, rodeado de raíces gruesas, fibrosas y bastante fuertes, lo que hace que tiendan a retener la humedad y a estabilizar suelos. Esta es una de las razones por las que los tallos son buscados para el cultivo de orquídeas y otras epifitas.
¡No pasar por ellos, digo,
dejarlos, que están durmiendo!
Porque sólo yo, fantasma,
ni los doblo ni los hiero…
…dice la poetisa, pero no duermen, sólo suelen crecer lentamente, entre unos 25 a 50 milímetros de altura por año, esto significa que los individuos altos que pueden verse en un bosque maduro pueden tener varios siglos de edad, viendo la vida pasar a la vez que viven.

Así nos lo cuenta nuestro informante Julián Mostacero, estudiante doctoral y experto en helechos quien estudia los cambios vegetativos y reproductivos (fenología) de estas especies en las cercanías de Caracas mediante la duración de las hojas en el tiempo, en función del clima; algunas pueden durar hasta 3 años.
Estas 5 familias se distribuyen en 7 géneros y 84 especies, 72 especies son del género Cyathea que crece en regiones montañosas. Venezuela tiene 19 especies endémicas de los Andes y Guayana, es decir, son especies únicas de esas zonas.
Así como los musgos, hepáticas, antoceros y la barba de palo (Tillandsia usneoides), su comercialización está prohibida por una resolución de 2013 porque son vitales para los bosques, son como unas esponjas que absorben el agua durante la temporada de lluvia y la liberan durante la estación seca garantizando la humedad y el aporte de agua a los ríos.

Óiganlos dormir, dormir
sin moverles un cabello.
Ellos no viven ni mueren,
sólo escuchan el silencio,
y con el silencio hacen
cosa que no conocemos:
Existían en la Tierra mucho antes que las plantas con flores o conos, fueron un elemento significativo de la flora planetaria durante el período carbonífero, hace entre 300 y 360 millones de años, cuando las condiciones para el crecimiento de las plantas eran casi ideales.
Pero muchas de las familias y especies actuales no aparecieron sino hasta hace aproximadamente 145 millones de años, a principios del Cretácico, después de que las plantas con flores llegaron a dominar muchos entornos.
Esto explica por qué los helechos no se reproducen por medio de flores, frutos o conos, sino por esporas más primitivas. Aunque se les califica de “fósiles vivientes” es posible que no sirvieran de alimento a los animales prehistóricos de aquella época debido a que sintetizan complejas sustancias orgánicas y secundarias de mal sabor o venenosas.
En el aire van y van
y restan, restan, quedados,
y se parecen al monje
que entrega en su rezo el alma.
Allí están, viendo suceder la vida y tomando nota. Se les considera bioindicadores de lugares poco o nada perturbados por la expansión agrícola o minera, también son testigos silentes de los cambios globales y por su crecimiento lento son útiles en investigaciones a largo plazo.

Mostacero agrega que responden bien al clima debido a que su ciclo de vida depende del agua y el viento, no de animales. Su rol en esos ecosistemas que nos surten de agua cambia entre especies, depende también del contenido de nitrógeno del suelo, de la intensidad de luz, lluvias o sequías que reciban.
Duerman los helechos altos
que yo guardaré su sueño.
Que se haga lo que dice la Mistral, guardar su sueño es resguardar tanto el agua, como la vida misma.