Sentido común

por Gino González
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La vaina no es sólo trabajar, sino también saber trabajar

Rafael Infante*

En una oportunidad nos accidentamos en el campo, en Las Tres Lagunas, andaba con Julio Chacín y tuvimos que bajar el motor para arreglar el carro. Había un tornillo extremadamente atornillado y lo aflojamos metiendo la llave en una palanca. Desde luego la conversa se orientó hacia la teoría de Arquímedes: Dame una palanca y moveré al mundo. Un muchacho campesino que nos estaba ayudando dijo: “Y de dónde se va afincá” A la frase le faltaba: y un punto de apoyo.**

De esta vivencia que publiqué una vez en uno de mis libros y que cito para fundamentar este escrito, alguien pudiera señalar un error en su redacción que también ilustraría la temática, por lo que debo aclarar la existencia de tornillos que, en este caso, no son aquellos adecuados para destornilladores de pala o de estría, sino… bueno…

Contó José Roberto Duque que, según convenio de Rusia con Venezuela, el Ministerio de Ciencia y Tecnología debía seleccionar jóvenes inventores para que realizaran estudios en ese país y se encontraron con el obstáculo de que muchos de ellos no contaban con el grado de instrucción requerido según el acuerdo. El sentido común de todo desarrollo de país, progreso o revolución, indica que hay que romper con esos dogmas para que la universidad se amolde al ingenio. El sentido común no lo aporta la escuela porque la inteligencia nada tiene que ver con la academia. He conocido profesionales con títulos relumbrantes colgados en la pared, incapaces hasta para colocar un bombillo.

Pero «Somos tan frágiles que nos hieren las palabras».***

¿Quién celebra o agradece que le señalen los errores por más sencillos que sean? Hay países donde tocar corneta a un ciclista que va delante de ti es ley, aquí usted lo hace y lo más probable que te grite: “¡pasa po’ encima!”.  Y mientras más viejo más “pior”. Pues quien ha vivido toda la vida sosteniendo un concepto no lo cambia de la noche a la mañana sin patalear. Con la educación suele suceder, criamos los hijos como lo hicieron los padres contigo: los mismos gritos, el mismo castigo y la misma recompensa.

En tiempos de bonanza presupuestaria hubo alcaldes que derrumbaron plazas para hacerlas de nuevo. La arquitectura como se sabe se valoriza con los años. A nadie se le ocurriría borrar la Mona Lisa para hacerla de nuevo disque porque está muy vieja.

Y hasta semáforos en pueblillos donde había como 10 automóviles: “…el progreso tú sabes.”

Fregar con jabón un vaso que contenía jugo de limón precisamente con un detergente a base de limón. Un inmenso jarrón con flores artificiales en el pasillo más transitado de la casa. Hablando de casas, las puertas de las habitaciones de gruesa madera y cerraduras de máxima seguridad como si usted viviera con enemigos. 

Ataviados con una chaqueta de cuero o de corbata y paltó en un acto público en la plaza Bolívar de un pueblo llanero bajo el sol inclemente más amarillo que nunca. Un cantante “típico” encajado en un liquiliqui con una cobija al hombro, botas, espuelas, fusta y cuanto periquito se le ocurra en la representación de un canto ya «…desprovisto de todo el entorno colectivo que lo hizo posible».****

Hay hábitos algo tontos que se hacen costumbre, pero son inocuos como eso de andar con un sombrero de noche.

No sé a quien se le ocurrió eso lo de las fobias a las alturas, los ascensores y al encierro. Obvio, no somos pájaros ni serpientes.

Por el plan anda la bestia

por la cueva la serpiente

el pájaro por el cielo

y por el agua los peces. *****

“Es que le temo a la oscuridad”, es verdad, pues no somos murciélagos, pero de allí a que no soportes ni siquiera la penumbra y te constituyas en un agresor de la noche ameritando cuatro bombillos incandescentes en un cuarto donde con uno basta, es otra cosa.

Te gusta la fruta, pero no sólo no la siembras, sino que cuando la consumes te molestan las semillas y deseas que vengan sin ellas.

Es que, si lo planteamos en términos porcentuales, seguimos siendo el animal de siempre. En el desenvolvimiento cultural, más que culturales, somos alienables. Por tanto, la cultura no te salva, sino la sabiduría.

*Rafael Infante. Maestro arpista. Las Tres Lagunas. Cazorla. Edo. Guárico.

**Gino González. Libro: Tiza, terrón y pájaro.

***Gino González. Libro: La voz de las brújulas sin rumbo pescando crímenes al filo de la inocencia.

****El Cayapo. Libro: El conuco una cultura de raíz.

*****Gino González. Canción: Laisla. Del disco: Dios madre cómo va el mundo.

https://www.youtube.com/watch?v=dj-vMx32RbA

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1 comentario

Manuel Oswaldo Ojea Alvarez 16 noviembre 2022 - 00:20

Exelentes palabras que nos identifica en el todo.

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