El corazón de la tierra es un núcleo metálico sólido y líquido sometido a altas presiones, pero el del suelo, el que motoriza toda la red de vida que somos, es un entramado de organismos vivos, acciones, reacciones e interacciones que no paran de producir nutrientes y, con ellos, milagros…
Las lombrices de tierra, altas productoras de humus, son de origen acuático, poseen respiración cutánea, dependencia de la humedad y sistemas de resistencia a desecamiento. El nombre de lombriz se aplica también a otros invertebrados que no son anélidos, como las lombrices intestinales (platelmintos) y Ascaris lumbricoides (nemátodos). En 1881 Charles Darwin afirmó que «…es dudoso que existan otros animales que hayan jugado un papel más importante en la historia del mundo que estas criaturas de organización tan simple».

Generalmente las lombrices de tierra miden entre de 7 y 8 centímetros, pero en los bosques húmedos de Bolívar y Amazonas las hay de más de 30 centímetros y son parte de la dieta Yekuana. Más de 30 especies de la familia Lumbricidae son utilizadas para pescar, criar otros animales y realizar compostaje de materia orgánica, esto último es abono para los suelos.
La especie favorita es la lombriz roja californiana (Eisenia foetida) que, mientras excavan para hacer sus túneles, ingieren partículas de suelo y digieren lo que sea que haya estado vivo. En épocas húmedas arrastran hojas al interior de la tierra para alimentarse.
Con ello remueven, airean y enriquecen el suelo, contribuyendo a que se mantenga fértil al hacer disponible el fósforo y potasio del subsuelo y al expulsar sus propios desechos nitrogenados.

La época más propicia para las lombrices es cuando el clima es húmedo y cálido, momento en el que salen a la superficie para procrear. Son hermafroditas ya que poseen órganos reproductores masculinos y femeninos, pero necesitan aparearse.
También son muy voraces para alimentarse, llegan a comer hasta el 90% de su propio peso por día y excretan entre el 50 y 60%, convertido en humus de lombriz, un fertilizante natural de altísima calidad. Mediante este proceso también se favorece la producción de sustancias que pueden tener acción fitohormonal sobre las plantas.
La cría intensiva de lombrices para obtener abono orgánico, o lombricultura, ha sido practicada por distintas sociedades desde los tiempos de los faraones egipcios, a mediados del siglo XX comenzó a desarrollarse a gran escala en países como Estados Unidos, Filipinas y Japón.
La descomposición y humificación acelerada de la materia orgánica por parte de las lombrices y sus asociaciones con bacterias y hongos, permite aprovechar y transformar prácticamente todos los residuos sólidos orgánicos derivados de las actividades agrícolas, ganaderas, agroindustriales y urbanas.
Quien cría lombrices puede reutilizar los desechos orgánicos de manera beneficiosa para su jardín o pequeño conuco obteniendo, además del humus, proteína animal (lombrices) para pollos y gallinas, además un control biológico para algunas plagas.

Son altamente positivos los efectos del humus sobre las propiedades biológicas del suelo por su abundante flora microbiana, contiene hasta dos billones de colonias de bacterias por gramo, su alto contenido de ácido fúlvico favorece la asimilación casi inmediata de nutrientes minerales por la planta y mejora las propiedades físicas de los suelos.
El Proyecto HOOKaWORM de la Unión Europea determinó que, en el Amazonas, estas ingenieras de ecosistemas naturales y modificados por el ser humano, tienen un papel principal en la interacción de la biota como una gran orquesta en la que los músicos del suelo tocan juntos los distintos instrumentos. La cría de estos animales no implica ningún riesgo para los seres humanos, se puede realizar en casa sin mucho más que un buen pie de cría. El suelo es una red de acciones, reacciones e interacciones que tiene la marca de nuestra historia pasada y futura, como la vida misma.