Les debemos, a la Fundación Infocentro y a Industria Canaima, sendos reportajes. Dicho mejor, o mejor dicho: nos debemos y les debemos a quienes siguen esta plataforma de lanzamiento de historias y noticias la organización y publicación del trabajo de esos equipos. Porque es importante que la mayor cantidad de personas en Venezuela y el mundo se enteren de la movida en la que andan, y porque (dato menor, pero dato) informar sobre esos temas es nuestra misión.
De Infocentro, o de los infocentros, cualquier titular o texto de presentación tiene que partir de un hecho comprobable, aunque suene a pura propaganda: pocas telarañas organizativas están tan profundamente distribuidas por el país como esa, y es un alivio comprobar que el equipo nacional al frente de los muchos equipos regionales y locales entendieron hace rato una clave: los Infocentros no son un montón de salones con un montón de computadoras administradas por unos burócratas, sino una red de dispositivos tecnológicos y humanos con una misión y unos objetivos.
En Revolución, eso de “misión y objetivos” no es lo que indica cualquier manual corporativo de armazón de empresas, sino una ruta histórica: incorporación del pueblo a los procesos, de manera organizada, para contrarrestar los planes de las hegemonías en esos campos de batalla. Porque la virtualidad y todo su sistema de redes y procesos son eso, territorios donde se combate duro, sucio y sangriento como en cualquier guerra convencional.
La jefatura nacional del proyecto (el ministerio y la Fundación) anda ahora en clave de relanzamiento, en un momento y praxis que han llamado «repensar» de Infocentro. Ese repensar, ha dicho su presidente, Luis La Rosa, contiene un violento ataque al pensamiento tecnocrático estandarizado, que pone a las tecnologías y al negocio de las tecnologías por encima del ser humano. El equipo viene dando pasos hacia algo que han llamado, también en su propio lenguaje, comunalización de las tecnologías de la información.
Una filigrana digna de estos tiempos, que exigen audacia para que los usuarios no terminemos embelesados con el puro corotico que simula magia y ejerzamos “el derecho a no ser digitales, a no ser simples códigos”, concepto que Gabriela Jiménez ha comenzado a promover apoyada en el lanzamiento de un libro titulado Capitalismo y cibercontrol. Habrá que buscar la forma de propagar el contenido y discusiones contenidas en ese material, cosa que por sí sola plantea una cuestión medular: ¿pueden los libros contrarrestar la potencia de otros contenidos digitales? ¿O será cuestión de familiarizar a pequeñas o grandes brigadas de lo dicho en ese libro, y soltarlas a la batalla de la seducción de gente para la resistencia, por los medios que sea (canciones, murales, videojuegos formativos)?
Sobre Canaima: su presidenta, Isabel Piña, forma parte del equipo que anda repensando Infocentro. Sobre la misión de ese otro batallón para el diseño y construcción de tecnologías para la vida, y no para la promoción del aparato que hace cosas deslumbrantes, también tenemos elementos que narrar aquí en nuestro arsenal. ¿Y qué hay de Suscerte, Semilleros, Fundacite y las Cayapas?
Ya está dicho: tenemos material para difundir en lo que queda de 2022 y a lo largo de 2023.