¿Existe alguna posibilidad de impedir que la Unomia stolonifera se apodere del Parque Nacional Mochima e invada las costas del país? Última entrega de la serie sobre la invasión del coral foráneo en Venezuela
Nelson Chávez Herrera / Fotos: Félix Gerardi
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Las maneras de controlar al coral invasor son múltiples y compuestas. Controlar es ejercer control o moderar; se le puede controlar cercándolo para impedirle moverse en lo posible del lugar colonizado, buscar la manera de aislarlo, cortarle el acceso a los alimentos, reducir su incidencia eliminando pequeñas colonias, hallar en el ecosistema nativo un competidor que lo controle, prevenir su expansión con normas de prevención estrictas, buscar exterminarlo por completo. Ninguna es imposible y tal vez haga falta usarlas todas, pero en cualquiera de los casos, el esfuerzo colectivo requerido será descomunal.
El proyecto coordinado por Carol Lárez se titula: “Elaboración y evaluación de un extracto biocontrolador para la mitigación del coral invasor Unomia stolonifera”.
Como buena científica es prudente con las promesas. Mitigar es moderar, aplacar, disminuir, suavizar; no implica erradicar, aunque el veneno que desarrolla con el equipo de trabajo sea tan letal como una gota de cianuro en la lengua.
Tres frases de la historieta gráfica El Eternauta pueden ilustrar este momento a la comunidad nacional: “Si no se ataca al invasor ahora, cuando todavía no ha tenido tiempo de establecerse en forma, más tarde ya no será posible hacerlo”. “Si no atacamos al adversario, no podremos conocer su capacidad de pelea». «Estamos viviendo horas históricas. Las generaciones futuras no se cansarán de estudiarnos”.
Visto desde el cataclismo climático que el capitalismo augura proporcionarnos con su modelo de dominación, producción y consumo, estamos ante una suerte de bisagra hacia el futuro, apremiados a luchar por la conservación de la especie.
El instinto de supervivencia
La familia pescadora de Arapo y el jefe de proa del bote de pesca han proporcionado datos importantes, han dicho que cuando las lluvias torrenciales y los fuertes vientos azotaron las costas, el coral invasor se murió y se minimizó y que en las zonas con fuerte oleaje no consigue establecerse (ver nota anterior). El carácter científico de estas observaciones lo ratifica la bióloga Johanna Rondón, especialista en corales marinos y parte del equipo exploratorio: “A todo animal marino que tú le cambies la salinidad abruptamente va a morir. Sin embargo, más que por las lluvias, probablemente fue por el arrastre, porque cuando hay muchas brisas hay remoción de los sedimentos, los corales se despegan, tienden a ir hacia la orilla y ahí mueren, si no hay un retroceso hacia el mar. Si retroceden hacia el mar se rompen, se dispersan y si consiguen un nuevo sustrato para fijarse, pueden formar una nueva colonia”.
La científica prosigue: “Los corales son de los animales más sensibles del mar, con estos estudios (de Sinatra y Carol) se quiere llegar a saber cómo parar la invasión, ya sea a través de la salinidad, ya sea a través de componentes químicos, y una vez muerto el coral poder extraerlo, porque vivo ya sabemos que se esparce. Lo que se quiere con el trabajo es afinar esa técnica”.
La frase de Sinatra Salazar sigue pendulando: “…para controlar una especie invasora es necesario conocerla”. Un saber que se construye paso a paso, progresando en el cerco del coral.
Matar a la Unomia stolonifera no es difícil. El problema radica en hacerlo apropiadamente.
Un derrame petrolero o vaciar combustible por todo el Parque Nacional Mochima (PNM), como recomendaba una persona cuya experiencia empírica le mostró que donde había restos de gasolina de motor de los botes el coral yacía muerto, no son soluciones viables; no sólo moriría la Unomia sino toda especie viva, la contaminación acabaría con la biodiversidad del ecosistema y esto favorecería nuevas invasiones biológicas.
Importar de las Islas Celles de Indonesia las especies que controlan a la Unomia stolonifera en su ecosistema de origen, como han propuesto otras personas, tampoco es recomendable. Introducir especies exóticas potencialmente invasoras puede generar problemas adicionales de consecuencias imprevisibles. El asunto de las especies invasoras no es un juego. Una especie de coral cerebro nativa de Choroní puede resultar invasora en Mochima, porque las condiciones del medio no son las mismas.
De lo anterior se infiere la importancia de la recolección de muestras bióticas y abióticas en el medio exacto donde la especie invasora prolifera, para este caso, si fuese posible, tomadas en cada uno de los ochenta o más puntos ocupados por la Unomia stolonifera en el Parque Nacional.
La llegada de las muestras
Sobre las muestras recolectadas in situ, Jean Paul Gónzalez, oceánografo químico y parte del equipo exploratorio, explica que además de los factores abióticos de temperatura, PH, salinidad, transparencia, sólidos totales y oxígeno disuelto, “…en el laboratorio se van a medir, en el agua de mar recolectada, los nutrientes: nitritos, nitratos, amonio, fosfatos, silicatos, distintas formas del nitrógeno, fósforo y silicio, para saber cómo está la salud del ecosistema, para determinar cómo estas variables biológicas y no biológicas influyen en la presencia del coral: si la motivan, si la desinhiben”. Las muestras recolectadas son algo así como la toma de huellas del asesino en el lugar del crimen.
A Sinatra Salazar estas huellas le permiten despejar las interrogantes que se ha planteado en su proyecto. En tanto a Carol Lárez le marcan los parámetros a reproducir en los acuarios para poner a prueba el biocontrolador en desarrollo, y calcular la dosis exacta para matar a la Unomia stolonifera, apoyada en los análisis físico-químicos realizados a las muestras del coral.
El coral “interrogado” en el laboratorio
Uno de los investigadores que colabora directamente con el proyecto de Carol Lárez, es el ingeniero de alimentos y especialista en gestión ambiental, Osmícar Vallenilla, quien explica en qué consiste el proceso de “interrogación”:
En laboratorio vamos a determinar en el coral invasor todas las características físico químicas. Mediante un análisis bromatológico (de estudio de los alimentos), vamos a saber cuál es el contenido de proteínas, humedad, ceniza, grasa, fibra y carbohidratos. Para determinar la humedad se toma una muestra, se deja en la estufa unas dos tres horas hasta que se seque y luego, por diferencia de peso, en una balancita, se obtiene el porcentaje de humedad. La otra prueba se hace metiéndolo en un horno, en una loza, a 550 grados para volatilizar toda la materia orgánica; lo que nos queda es la ceniza, la parte mineral del alimento. Para la grasa disolvemos la Unomia con cierta cantidad de metanol y cloroformo, extraemos todo el contenido de grasa del animal y por un proceso de evaporación, obtenemos el porcentaje de grasa. Con estas pruebas podremos saber si sirve para comida de animales o para abono. Ya que nos está echando vaina, vamos a ver qué le podemos sacar nosotros a él.
Los análisis efectuados en laboratorio arrojaron que la Unomia stolonifera posee aproximadamente un 23% de grasas, 12 % de cenizas y un alto contenido de amoniaco. Falta por determinar las proteínas. Pero éste no es el objetivo final del proyecto de Carol Lárez, sino una prueba intermedia para obtener información provechosa para la preparación de la pócima de la muerte.
La preparación meticulosa del veneno
Como en toda operación de biología molecular, la dificultad de matar un virus, una bacteria o un coral invasor, está en la precisión. En la puntería. En matar la Unomia sin afectar a otras especies.
Carol Larez comenta: «En los ensayos de toxicidad que se aplican en laboratorios generalmente se usan sustancias químicas o xenobióticas como el sulfato de cobre o pesticidas como el glifosato. Para tratar el coral invasor no se consideró ninguna de estas sustancias; está claro que lo van a matar, pero no podemos extrapolar estos químicos contaminantes al medio ambiente si lo que queremos es preservar el ecosistema».
Debían buscar otras opciones. Abordar el problema desde un enfoque diferente. Apelar a la invención, la intuición, la corazonada, las investigaciones precedentes. Fue entonces cuando se plantearon, como equipo, la posibilidad de “…utilizar sustancias provenientes de extractos naturales, para evaluar los efectos en el organismo”. Preparar un biocontrolador con una tecnología de bajo impacto, con sustancias alelopáticas.
Con estas sustancias iniciaron ensayos de corta (96 horas) y de larga duración (21-70 días). Dada la exigencia de matarlo se decidieron por la toxicidad aguda y sometieron el organismo por 96 horas a tres concentraciones de sustancias diferentes: “Finalizada esta prueba de 96 horas se hace un macerado de tejido, las fracciones de Unomia se colocan en una solución, se licúan, se llevan a una centrifuga para obtener las células y una vez obtenidas, vemos la viabilidad celular a través de los lisosomas, y comprobamos la afectación del organismo”.
Hasta el momento han logrado determinar el LC50 (concentración letal media a la que muere el 50% de los organismos expuestos) del primer biocontrolador. Fijado tres concentraciones subletales para estudiar su efecto a nivel celular; cambios morfológicos, comportamiento, capacidad de movimiento de la Unomia, antes de fijar con precisión la dosis letal para matarla.
Faltan pruebas con la otras dos sustancias alelopáticas, pero el veneno natural para matar a la Unomia stolonifera ha sido descubierto y está preparado nada más y nada menos que con una planta base de nuestra cultura ancestral.
Carol Lárez señala: “Una vez que determinas en laboratorio que esa sustancia si mata la Unomia, lo llevas a campo, donde las condiciones no son las mismas que en laboratorio, y por eso ésta es una medida paliativa. ¿Por qué? ¿Qué cantidades de biocontroladores podemos producir nosotras para llevarlas al medio? La producción tendría que masificarse y eso sería a nivel biotecnológico, de industrias farmacéuticas”.
En los laboratorios nacionales el equipo de científicas ha logrado, con la ayuda de sus colegas, llevar la investigación sobre el coral invasor a los niveles más altos hasta ahora conseguidos, pero vuelve a presentarse la necesidad del escalamiento para consolidar la invención e innovación en el país. En este caso, tener la capacidad teconológica propia para poder producir las cantidades de biocontrolador necesarias para eliminar a la Unomia stolonifera.
Los cálculos del fin del proyecto y su puesta a prueba son para mitad de año y con las cantidades de biocontrolador que sean capaces de producir. La eliminación del coral se hará por colonias pequeñas donde se pondrá a prueba la efectividad del biocontrolador, se prevendrá que invada nuevos territorios, el trabajo servirá para afinar la técnica y proyectar cómo puede o debe aplicarse esta solución a gran escala. Se entiende que luego de eliminada la Unomia será necesario repoblar con corales nativos los lugares vacíos y recuperar, poco a poco, la biodiversidad de la capa bentónica.
Además de la sustancia letal más las dos sustancias alelopáticas en prueba, el equipo también se está planteando otras estrategias. A propósito de esto, en las incursiones exploratorias para la toma de muestras, ocurrió algo inesperado: se descubrió un coral nativo que parece ser capaz de controlar el coral invasor y mantenerlo a raya. El estudio de este coral se está planteando como un futuro proyecto y muy pronto se tendrán noticias sobre esta nueva forma de plantearle combate a la peligrosa Unomia stolonifera.
1 comentario
Excelente inicitaiva que conjuga: talento, experiencia e innovación. Felicitaciones!!!