Si bien ya se sabe sobre los beneficios que tiene la utilización del bagazo de caña, o biomasa de caña de azúcar, específicamente en la reducción de emisiones de monóxido de carbono porque emite un 0,227% del venenito, frente a las que genera el diesel que se ubican por el 1,06%, hay otras consideraciones que se deben tomar en cuenta, amén del hecho de que estas alternativas “ecológicas” son recientes y tratan de enmendar el desastre ecológico con el que las grandes industrias vienen castigando a este planeta golpeado.
Primero hay que decir que no se tiene un control o una respuesta ecológica ante la devastación que inflige el monocultivo en la tierra que finalmente requiere de fertilizantes que también generan CO2; ¿se ha precisado cuánto monóxido generan estos fertilizantes? ¿Vale la pena reducir por un lado estas emisiones, pero aumentarlas por el otro?
También se debe recalcar hechos como que en Nicaragua un estudio revela que el 71% de los trabajadores (siempre pagan los pendejos) que laboran en estas plantas de procesamiento de bagazo de caña, han sido infectados con unas esporas de hongos de Thermoactinomyces, que producen una enfermedad llamada «bagazosis», cuyos síntomas son dificultad al respirar, tos, dolor de garganta, obstrucción nasal, afonía y jadeo, mientras que en su fase crónica produce una variable de fibrosis pulmonar.
Aunque es buena la intención, hay que revisar bien las consecuencias.
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