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Almendras, o algo así

por maroas reyes
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Malú Rengifo (del Recetario del pelabolas)

Toda persona que cocine con frecuencia, es probable que conozca las ciento cuarenta y siete formas de comer con poca plata. De la receta ciento cuarenta y ocho en adelante los platos comienzan a ponerse rebuscados y/o redundantes, y la misma guasasa de lechuga, atún del clap y mayonesa que hace uno cuando no tiene más nada, es combinada con quince almendras picaditas y rebautizada bajo el nombre de “lechugué a la almendré”, para que suene como una novedad. Ante semejante excentricidad, el pelabola se queda con la curiosidad de cómo sabrá esa vaina, porque, simplemente, plata para las almendras no hay.

En este momento, cualquier receta que tenga almendras o nueces, es pura teoría. Si uno decide un día comprar una ínfima bolsita con cien gramos de almendras, más vale que vaya en bicicleta, porque si se va a pie cuando vaya a mitad de camino de regreso hasta su casa sucumbirá a la tentación de abrir la bolsita para probar el botín y en menos de tres minutos se habrá comido catorce de las quince almendras que le dieron por una suma equivalente al total de su quincena.

En sustituto de las almendras, nueces y demás semillas de ese tipo, en Caracas tenemos una opción sabrosa, nuestra y gratuita, pero eso sí: hay que ser muy moderado en su consumo y hacer mucho caso a las instrucciones de preparación para no envenenarse como un pendejo. Coja dato porque sólo necesitará buscar un jabillo.

El jabillo es ese árbol grande con púas en el tronco que bota unos cachitos de madera que se usan para hacer zarcillos y artesanías con forma de delfín. Cuando el fruto del jabillo se cae y se rompe, además de los cachitos de madera, se suelta una semilla plana y redonda que es muy venenosa cuando está cruda, igual que el merey, pero que si se tuesta pierde la toxicidad, igual que el merey. Si usted recoge un puñadito de semillas de esas y las tuesta, bien tostadas a fuego bajo pero por muuuucho rato y por ambas caras, sin que se quemen, todo lo que es tóxico en ellas desaparece, y entonces se pueden comer y usar para complementar ensaladas, aunque sólo es recomendable usarlas en cantidades moderadas, para evitar un dolor de panza. Otra opción de semillas igualmente tostables, pero muchísimo más seguras y que sí se pueden ingerir tostadas en cantidades industriales, son las semillas de auyama, las del melón y también las de mamón.

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