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Trabajo y cacao, cuando lo dulce amarga

por Éder Peña
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De los placeres de la vida uno de los más gustosos, a veces pecaminoso, es el chocolate. No alcanzan las letras ni las conversas respecto a su sabor y gusto. Más que una golosina se trata de un alimento rico, por ejemplo, en polifenoles, compuestos con capacidad antioxidante que disminuyen el riesgo de cáncer, enfermedades cardiovasculares y neurodegenerativas.

Aporta energía y fibra, lo que ayuda a regular el tránsito intestinal, a regular la presión arterial y el colesterol. Al cacao se le asocian efectos analgésicos, antiinflamatorios y antimicrobiales, gracias a su defensa del sistema inmune. Sus flavonoides ayudan a aumentar la elasticidad e hidratación de la piel.

Aun cuando se dice que su origen biogeográfico radica en la región amazónica, otros estudiosos dicen que el mejor cacao partió del sur del lago de Maracaibo. Desde allí fue expandido por los pueblos hasta que los mayas, y luego los aztecas, lo cultivaron y preparaban el xocoatl, una bebida amarga de chocolate negro y especias que otorgaba energía y vitalidad.

La fuerza y resistencia aportada por el chocolate está ligada a un estimulante natural parecido a la cafeína denominado teobromina, pero son muchos los pueblos nativos que han experimentado y descubierto una diversidad amplia de propiedades medicinales.

No hay un solo sabor del chocolate, como tampoco hay una sola forma de prepararlo ni una sola versión que le guste a la gente. Todo depende de la variedad del árbol, su geografía y tradición de cosecha y procesamiento, de la madurez de la mazorca, la fermentación y el tostado. De hecho, el chocolate no es el unico producto a partir del cacao, de esta mazorca se producen nibs o granillo, también pasta o licor, manteca, cáscara y cascarilla utilizados en farmacéutica y cosmética.

Antes de depender del petróleo, eso que llaman “división internacional del trabajo” le asignó a Venezuela el rol de enclave cacaotero, son muchos los procesos socioculturales y geográficos que se originaron de ese mercado, incluso el que a una persona con mucho poder se le llame un “gran cacao” en su área de influencia.

Pocos niños pueden resistirse al cacao, y a su derivado el chocolate, son ampliamente comercializados en el mundo, al punto que hay universidades de chocolatería, centros de investigaciones sobre su preparación. Pero, como todo en el “libre” mercado, también tiene un legado de explotación a niveles de esclavitud y monopolios que infunden su ley en el coliseo global.

Fue a partir de este modelo que Mars, Nestlé y Hershey, entre otras empresas multinacionales procesadoras de chocolate, fueron demandadas en Estados Unidos por jóvenes que de niños fueron explotados como esclavos en las plantaciones africanas de cacao. De Ghana y Costa de Marfil, dos países de África occidental, proviene cerca del 70% del cacao que se comercializa en el mundo y el diario británico The Guardian informó que miles de niños son reclutados cada año mediante engaños y argucias, y luego traficados hasta las explotaciones de cacao de, por ejemplo, Costa de Marfil. Allí son obligados a trabajar durante años sin sueldo, sin documentos de viaje y sin saber dónde están o cómo regresar a sus hogares.

Menores de edad han soportado hasta dos años sin recibir paga aun siendo expuestos a agrotóxicos, accidentes laborales graves, poca alimentación, jornadas extremadamente largas y picaduras de todo tipo. Pero este es solo un caso, hay estadísticas de Fortune que reportan hasta de 1,56 millones de niños, muchos de ellos desde los 5 años, que son forzados a cosechar cacao en los países mencionados pero también en Camerún, Nigeria, República del Congo y Togo. A pesar de esto las grandes corporaciones siguen acumulando astronómicas ganancias, y ONG como la Fundación Gates hacen promesas de combatir esta tragedia.

Por otra parte, en la búsqueda por sacar ganancia del gusto-vicio chocolatero, la agroindustria ha desarrollado una variedad clonada de cacao llamada CCN-51. Esta fue creada en Ecuador en 1965 y es muy resistente a enfermedades como la “escoba de bruja”, un patógeno originario de la cuenca del Amazonas que es devastador para los cultivos. Aunque esta variedad es de alta productividad, pero pobre en sabor y aroma, se corre el riesgo de que, al mezclarse con el cacao criollo venezolano, afecte su calidad y su diversidad.

Es un problema viral, porque para tener oportunidades en ese mercado, todo productor debe competir esclavizando y utilizando una variedad de baja calidad pero de alto rendimiento, son las reglas del juego en la “libertad” de mercado. La industria del chocolate ha invertido más dinero en hacer creer que hace lo que debe que en hacer lo que debe: Desaparecer de sus procesos el trabajo infantil y la esclavitud.

Entre dulce y amargo se mueve la producción del chocolate en este planeta, son muchas las experiencias hermosas que hemos vivido a través de su gusto y aroma, pero no se escapa de lo áspero que es vivir teniendo precio.Hay iniciativas como el cacao de origen que buscan vender chocolates artesanales a partir de procesos sin esclavos ni linchamientos mercantiles. Que el sistema de cosas que hace del mundo una gran cárcel cambie es un trabajo que nos convoca a poner por delante el trabajo vivo, el que transforma las relaciones como la vida misma.

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