Muchas son las versiones respecto al motivo de su traslado desde el llamado “Safari de Margarita” a Caracas, el caso es que se convirtió en símbolo de muchas cosas y, como en casi todas esas cosas que deciden unos cuantos humanos, los otros seres vivos son solo una consecuencia más.
El 25 de julio de 1977, a sus seis años de edad, ingresó aquella elefanta africana (Loxodonta africana) a la colección faunística del Zoológico de Caricuao, al sur de Caracas. Fue llamada Ruperta.

Desde que esos cuantos humanos decidieron que sacar animales de su hábitat era una manera de divertirse y “conocer”, ya hasta los accidentes que ocurren en circos y zoológicos son eso: consecuencias.
Los elefantes africanos provienen del sur del desierto del Sahara, su distribución está cada vez más fragmentada en 37 países del continente y ya se han extinguido regionalmente en Burundi, Gambia y Mauritania debido a la cacería humana que persigue el marfil de sus colmillos.
Tienen una amplia gama de hábitats, desde bosques densos hasta sabanas, desiertos áridos, valles fluviales, pantanos, ciénagas y pastizales. Deambulan en manadas organizadas en comunidades matriarcales sociales de unos 10 a 20 individuos en las que la matriarca es la hembra más vieja. Más curioso es que, proviniendo de donde proviene toda la especie humana tal cual es (Mamá África), una ficha zoológica dijera que tenía “Actitudes propias de una abuela”.
Ya en aquel traslado habían ocurrido sucesos que aceleraron su envejecimiento pero quienes la conocieron hablan de su nobleza y buen temperamento. Además, su dieta consistía en auyama, zanahoria, lechosa, cambur, acelga y pasto, y su requerimiento diario de estos distintos alimentos era de 170 kg. En medio de las dificultades presupuestarias se supo del esfuerzo de las autoridades para mantener a más de 20 especies más que forman parte de dicha colección.

Tuvo al menos cinco caídas (2009, 2010, 2016 y dos en 2017) que se fueron convirtiendo cada una en consecuencia de la anterior, produjeron daños en su glándula temporal que pudieron afectar su equilibrio, es un músculo situado entre el ojo y la oreja a cada lado de la cabeza y está asociada con la acción sexual y la comunicación.
Un evento más curioso fue el manejo informativo de la salud de la elefanta durante los años 2016 y 2017, aunque su edad de supervivencia era de 70 años, esta ejemplar en cautiverio mostraba signos de envejecimiento que se tradujeron en debilitamiento y pérdida de masa muscular.
Venezuela atravesó una crisis, que aún permanece, en esos dos años en los que Ruperta recibió una interesada atención mediática mientras fue invisibilizado el esfuerzo de las autoridades, visitantes, gremios y agrupaciones ambientalistas por mejorar sus condiciones.
Durante ese tiempo se intensificaron factores como el desabastecimiento programado de bienes esenciales, inflación inducida, boicot en el suministro de bienes de primera necesidad, bloqueo a créditos y operaciones financieras internacionales. Tan solo en marzo de 2016 al país no entró a Venezuela un solo dólar de renta petrolera.
Ello produjo dificultades en la dotación y mantenimiento de distintas colecciones zoológicas y, junto a episodios anteriores de descompensación, hizo que Ruperta entrara en una espiral que finalizó en un cuadro de peritonitis que causó su muerte. En la necropsia se hallaron úlceras perforadas en los intestinos y el estómago, otros hallazgos permitieron inferir como causa probable de muerte la asfixia mecánica.
Lejos de casa esta noble elefanta fue utilizada por medios para alarmar y desmoralizar a una población que también vio cómo el acceso a los alimentos le era negado por carteles comerciales que los escondían y hoy los siguen encareciendo, a ninguno de esos rostros (que se hacen llamar humanos) los vemos en la prensa.

Se decretó que el ejemplar de una especie que se mueve en espacios de entre 14 y 50 kilómetros cuadrados en el medio natural debía estar en un espacio restringido, para un animal cuyo hábito es social no hubo más manada que periodistas y funcionarios defendiendo su punto de vista.
Mientras los elefantes jóvenes están en riesgo o son depredados por hienas, leopardos, cocodrilos y leones, los adultos no tienen otros depredadores naturales que los humanos, son muchas las lecciones y preguntas que nos dejan historias como la de Ruperta.
“Somos como somos en coherencia con nuestro ambiente y nuestro ambiente es como es en coherencia con nosotros; cuando esta coherencia se pierde, no existimos” dijo el biólogo chileno Humberto Maturana. Hacer más y decir menos, relacionarnos sin bloquear, encerrar, chantajear, engañar, es necesario como la vida misma.