En la Sierra del estado Falcón están ocurriendo cosas buenas, desde la siembra de papas, hasta el rescate de maneras de cultivar cuidando el equilibrio y el debido respeto a la Pacha Mama
Alejandro Silva Guevara / Fotos: Giuliano Salvatore
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Alexis León nació en Soledad de Cariaco, estado Sucre, un caserío cercano a las poblaciones de Cariaco y Carúpano. Sus padres fueron agricultores, por lo que creció aprendiendo de primera mano los procesos globalizados que se aplican en el cultivo de alimentos. Cuando estaba listo para la universidad, con las indecisiones propias de los adolescentes, obtuvo la beca Gran Mariscal de Ayacucho y decidió estudiar Agricultura Internacional en Alemania, carrera que requiere de pasantías para obtener el grado. Fue entonces cuando comenzó su experiencia porque tuvo la oportunidad de hacer el requisito para graduarse en una granja de duraznos y manzanas, pero no esperaba enfrentarse a lo que sería la ruptura de todo lo que había conocido que versaba entre la agricultura tradicional y la agricultura ecológica, por lo que se sintió contrariado al ver las rarísimas técnicas que aplicaban en el proceso de siembra y sus cuidados, bajo la asesoría del profesor Hugo Rosemberg, quien posteriormente sería también su amigo y guía.
Contaba con 19 años y no fue nada fácil; le costó asimilar, en principio, los procedimientos para sembrar de esta otra manera; se reía de la utilización de cantidades mínimas de cuarzo diluido en agua a la que había que mezclar durante una hora antes de ser aplicada; era totalmente escéptico a creer que tales procedimientos tuvieran una influencia real y positiva en los cultivos, en el desarrollo del producto y finalmente a la hora de recoger la cosecha.
Es natural la resistencia de creer en esta lógica cuando una de las primeras experiencias fue la de enterrar pedazos de cuarzo por seis meses dentro de un cacho de vaca que hace las funciones de una “antena cósmica”, con el fin de que el mineral absorba y reproduzca luego toda la energía, la fuerza y las influencias del paso de las constelaciones que completan su ciclo en ese periodo de tiempo. Luego se le agrega ese cuarzo al agua (una milésima parte, afirma Doris, compañera de Alexis) y como el agua es copiadora natural de información se impregna de todos los datos universales, se aplica con un spray rociándose en suelos, plantas y frutos.
A pesar de tanta pelea contra sus propios conocimientos, pronto pudo comprobar que en comparación, incluso con los resultados que arroja la siembra ecológica, color, sabor, brillo e incluso el tamaño que alcanzan los productos hechos con esta técnica, son mucho mejores, tienen mejor sabor y son de mejor calidad, donde sea que se apliquen, bien sea en hortalizas, frutas e incluso en tubérculos.
También toman en cuenta el calendario lunar. Es sabido, por ejemplo, que se talan árboles en menguante porque si se hace en creciente la luna ejerce la suficiente fuerza de atracción como para llenar al árbol de agua, lo que traería como consecuencia que al caer se rompa inconvenientemente; también sabemos de la influencia de la luna sobre las aguas que provoca las mareas, que cumplen funciones específicas en los ciclos reproductivos y de la vida en los mares, por lo que no se debe confundir estas prácticas con “magia” o “metafísica” de manual, sino que es parte un todo armónico de la naturaleza y que nuestros ancestros sabían muy bien manejar y respetar.
Muy determinante es el ritmo de la luna, si es luna ascendente o descendente. Esto es algo diferente a las fases lunares. Las fases lunares nos hablan también del flujo de la savia dentro de la planta. Pero la luna tiene varios ritmos, igual que la tierra. Entonces hablamos de un ciclo tropical que es la luna ascendente y descendente. Son dos semanas cada ciclo. Entonces, en luna descendente es tiempo de poda, siembra y trasplante y la luna ascendente es tiempo de injerto y cosecha. Pero adicional a esto hay que tomar en cuenta en qué constelación está la luna y nos dice qué planta sembrar, qué planta cosechar, qué planta trabajar.
Volver y empezar distinto
Ya en Venezuela, Alexis hizo un primer intento, junto con su maestro Rosemberg, de iniciar este tipo de técnicas de siembra en el estado Mérida, pero sin éxito por razones ajenas a las voluntades de ambos, así que se dedicó al trabajo institucional en el Ministerio del Poder Popular para el Ecosocialísmo e Inparques. Luego conoció a su compañera Doris Pieri, y decidieron irse a la Sierra falconiana donde lograron obtener un terreno en el cual aplicar la Agroecología Dinámica, y se independizó unos dos o tres años antes de la pandemia, periodo durante el cual se dedicaron al estudio teórico que llevan a la práctica hoy en día.
Aparte de realizar la siembra Agroecológica Dinámica, ambos se han dedicado a dictar cursos para la aplicación de esta técnica productiva en Venezuela, pero aún no ha tenido el éxito que se espera porque muchos agricultores se han quedado con el conocimiento de la siembra ecológica porque quizás no se atreven a asumir que podrían mejorar muchísimo la calidad de sus productos con la aplicación de esta nada nueva forma de sembrar y cosechar.
Nuestro país se unió hace pocos años, con la presencia de Alexis y Doris, a un grupo internacional que lleva adelante esta forma de sembrar desde hace más de 30 años; tuvieron la oportunidad de viajar a Perú a reuniones en las que han podido estudiar las variadas formas en las que se aplica la técnica, las particularidades de cada país y sus resultados.
En Falcón se han dedicado, principalmente a la siembra de cítricos (naranjas y mandarinas), piñas y café.

La ABD (Agroecología Dinámica) tiene un basamento científico, de hecho utilizamos un calendario agrícola astronómico, ya que la bioastronomía estudia las fuerzas creadoras de la vida. Los intereses de la agricultura industrial o convencional, supuestamente científica, hasta ahora ha contribuido con la contaminación y el deterioro de la salud, pero poseen un poder económico muy grande. Para los físicos y químicos es difícil aceptar que una planta tiene alma. En Europa existen laboratorios que estudian el efecto de las constelaciones sobre el crecimiento y desarrollo de plantas y animales. Sí, la ABD es Antroposofía, pero aplicamos el método científico.
Un poco de contexto histórico
Somos parte de la naturaleza a pesar del avance vertiginoso de la tecnología y la ciencia, que se desataron desde hace poco más de un siglo, a partir de la revolución industrial, como si se tratara de una represa que de pronto se rompe y libera miles de millones de litros de agua en minutos. Sin embargo este “desarrollo acelerado” no significa que siempre sea bueno, como nos han hecho creer, pues a esta altura de la existencia humana es bien conocido que la mayoría de los inventos que han desarrollado, tecnológicos o científicos, sólo han acelerado procesos brutalmente negativos como el cambio climático, la proliferación de enfermedades causadas por la mala alimentación, la devastación de la tierra en busca de minerales, la contaminación, desforestación, etc., lo que nos ha llevado al borde de presenciar la destrucción del planeta, a menos que nos dediquemos a revertir esta tendencia suicida casi inevitable de frenar.
Nuestros ancestros, los de aquí y de otros continentes, cultivaban no sólo alimentos, sino también el respeto por la naturaleza: si tenían que cortar un árbol para hacer una canoa, con profunda humildad pedían permiso porque sabían que eran parte de ese todo que los rodeaba, los alimentaba, los cobijaba; esa forma de actuar de nuestros originarios es parte de las razones por las que, como dice el poeta Gustavo Pereira, quienes adoran libros “sagrados” y muñecos de madera lastimosamente crucificados les llaman salvajes.
La relación con la naturaleza era para ellos la verdadera espiritualidad (que nada tiene que ver con religión), y este equilibrio ancestral fue interrumpido y casi borrado por completo de nuestra memoria, primero por la conquista y luego con el crecimiento de empresas que se lucran –siempre lo han hecho y no pararán– alterando el orden de la manera natural en la que fluye la vida, como si esta intervención no fuera a alterar la existencia de un planeta que vivó millones de años sin tecnología, y otros miles de años más con un desarrollo moderado, con cierto sentido de lógica, pero nunca con la agresividad de hoy en día contra la Pacha Mama.
Génesis del “desarrollo agrotóxico”
En el año de 1840, Justus Von Liebing –de quien en este momento sólo nos interesa la relación y los estudios que realizó en torno a la agricultura–, creó un fertilizante a base de nitrógeno, fósforo y potasio, partiendo de estudios aplicados a restos de cenizas de plantas. Esta investigación marcó el punto de partida de la fabricación de compuestos “no naturales” para la llamada agricultura química, que aparte de ser perjudicial para las cosechas si no se administran bien, son el inicio de la intoxicación de suelos, plantas y finalmente del ser humano por la ingesta de aguas contaminadas por los nitratos, la eutrofización (exceso de nutrientes, sobre todo nitrógeno (N) y fósforo (P), en un ecosistema acuático, lo que trae como consecuencia la proliferación descontrolada de algas fitoplanctónicas que terminan afectando ecosistemas completos), y el aumento de las emisiones de gases a la atmósfera.
“Claro –dice Alexis León–, porque ellos no sabían que lo sintético, lo creado en laboratorio, no era algo que encajaba dentro del sistema de la naturaleza; se creerían capaces de crear lo mismo que la naturaleza y estaban lejos de hacerlo”.
En en el año 1941, nació Rudolf Steiner, quien también se dedicó a la investigación y de quien también nos interesa lo relacionado con el tema que estamos tratando. Liebing inició una nueva manera de envenenar la tierra con su agricultura química, mientras que Steiner trató de revertir esta perversión con la creación, unos 40 años después, de la Agroecología Dinámica, sobre la que se debe acotar que pecaríamos de inocentes si asumimos que este conocimiento no es parte del saqueo intenso que han hecho, desde los centros de poder hegemónicos, a toda la sabiduría y modos de vida que armonizaron los habitantes originarios del plantea y que representaban la forma natural de vida de nuestros indígenas y otras culturas ancestrales.
Sin embargo, Doris Pieri y Alexis León, afirman que Steiner estaba consciente de no estar creando o inventando nada nuevo, sino que se dedicó a la sistematización de todo este conocimiento y de traducirlo para sus compatriotas europeos sin éxito alguno, porque ya era tarde para frenar una industria de fertilizantes sintéticos que crecía vertiginosamente y que hasta el día de hoy está anclada a la tarea de la destrucción de la tierra y el envenenamiento de todo cuanto toca.
Por más extraño que parezca, volver a estas prácticas milenarias podrían ser la respuesta no sólo para la obtención de alimentos libres de tóxicos y tener un suelo menos golpeado, sino que debería también acercarnos a nuestra espiritualidad, a ese compartir con el planeta, como fue y como debería ser, naturalmente.

3 comentarios
me llama la atención la agroecologia y la biodinamica, sacaré tiempo para estudiarla y practicarla
Los felicito, por su perseverancia y su generosidad, yo me identifico con esa necesidad desde el corazón de ayudar a sanar la población mundial, en todos los ámbitos de inter-relaciones.
Estamos felices de que hayas muy bien sabido interpretar y transmitir nuestras experiencias, conocimientos y hasta hoy nuestra misión de Vida !! Gracias gracias gracias Alejandro!!