Mérida en todo su territorio cuenta con una inmensa historia ancestral desde el nombre de sus bellos poblados hasta muchos relatos e investigaciones sobre nuestros orígenes. El poblado de Mucuchíes no escapa de tan maravillosos cuentos y asentamientos indígenas, entre el aroma de los frailejones y las misteriosas lagunas que le rodean, mantienen en secreto la mística de su vida.
Hoy queda el breve aroma de evidencias de mucho trabajo y amor por lo que en algún momento fue el día a día de nuestros antepasados, y que actualmente ya es una reserva cultural para nuestra identidad. Y gracias a personas apasionadas por conservar algunos oficios en la actualidad podemos conocer un poco cómo eran sus labores, como por ejemplo, el textil.
A la señora Margarita, experta en telares y nativa de Mitivivó, no se le olvida que antiguamente llegó a escuchar en algún momento por allá en los años 1945 a los nonitos “entre esas conversaciones de adultos curiosos y muy sabedores de cosas de esa época, reunidos en esas casas con un patio central en donde en uno de sus corredores no faltaba el telar horizontal y la cesta llena de lana para escarminar, ellos decían que los indígenas tejían para cubrir sus cuerpos en estos telares horizontales, pero tejían con fique y algodón que ellos mismos preparaban. Según ellos, esto también lo habían escuchado de sus abuelos”, así que es indudablemente una memoria histórica heredada de generación en generación.
En la población de Mucuchíes, a lo largo de la historia y más recientemente, han sido muchas las personas que han dejado su imborrable estela en el textil, comenzando por nombrar a un gran reconocido tejedor de nuestros páramos, Juan Félix Sánchez. Después de él hubo muchos, pero antes de él seguramente muchos más. Entre esas personas que descubrieron que dentro de su corazón había un latido ancestral por el textil, se encuentrs el señor Rigoberto Rivera, nacido y criado en el pueblo de Mucuchíes. Actualmente es uno de los conservadores de esta hermosa labor artística cultural, tiene varios años trabajando y también compartiendo lo que sabe.
El Sr. Rigo es un excelente artesano paramero, ha mostrado parte de nuestra cultura a través de sus diseños únicos e inigualables, cada artesano tiene su esencia su mística para transformar la lana, pueden intercambiar conocimientos; pero luego, poco a poco cada quien va forjando su propia trama; así como lo hizo él.
El mundo del textil es muy amplio, tiene que ver con conocer la calidad de la lana, el teñir de la lana, el escarmenado y la hilada, el telar que este en buenas condiciones, un buen urdimbre con hilo de calidad y por supuesto el amor para diseñar y tejer la pieza.
Al momento que el tejedor entra en contacto con su telar, se hace una conexión única, en donde nace una pieza irrepetible, nunca va a quedar una pieza igual, pues el estado de ánimo del tejedor tiene mucho que ver, por eso cada pieza es una historia que sólo conoce el telar y el tejedor; es un trabajo de dos.
El señor Rigo, en muchas de sus piezas utiliza teñir la lana con plantas, con el jurapo, concha de algunos árboles, con el tuche del café, con los orines de niños… conoce y pone en práctica varias técnicas naturales, así como también en ocasiones tiñe con químicos comerciales, todo depende también del gusto del cliente o del diseño que se quiera llevar a cabo.
Cada tejedor es un alquimista que hace magia para transformar la lana en una excelente pieza, como cobijas, cubre camas, individuales, ruanas, bolsos, centro de mesas, alfombras, tapices, chal, cortinas… Todo aquello que nos podamos imaginar lo ha hecho y lo puede hacer nuestro tejedor. Sus piezas son por lo general muy coloridas, hace mezclas de distintos colores y con diferentes métodos, hasta que obtiene el color deseado y luego entra en su mundo con el amigo fiel: el telar.
Con mucho agrado y con una gran sonrisa en el rostro, el señor Rigoberto, popularmente conocido como Rigo, nos comparte un pedacito de su bella experiencia en el mundo del textil, por medio de las siguientes letras, que en principio fueron un compartir de palabras:
“Me inicié en el textil sin pensarlo mucho, no lo tenía planificado en mi vida, me ponía a observar a la señora Enedina Sánchez y Rosa Ramírez como tejían. En una de esa visitas me dice la señora Rosa: Rigo por qué no se pone a tejer un rato, eso es fácil. Y sí, le hice caso y de repente comenzó a explicar poco a poco, empecé ayudarles a tejer. Cada día descubría que me gustaba más el mundo del tejido, hasta que obtuve mi propio telar y comencé a tejer desenfrenadamente hasta el día de hoy.
Recuerdo que en la escuela Tomás Zerpa tuve también experiencias con el telar, tendría yo unos 12 años para ese momento, nos daban clases de manualidades y educación para el trabajo, luego no pude seguir estudiando. Sin embargo, no perdí el contacto visual con los telares porque tenía unas tías por parte de mi mamá que tenían unos telares y se la pasaban trabajando en él; pero en ese momento como que no le preste mucha atención en aprender.
Con el tiempo descubro que tejer me gustaba y llenaba mi tiempo, comencé a dedicarme a teñir lana y producir piezas. Inicia mi tiempo de preparación en el mundo del textil, siempre dispuesto a aprender.
No me falto maestro, aprendí de las señoras Rosa, Enedina, Margarita, Chepita, Epifanía, Nancy, Catalina, Audelina, Verónica, Dora y otras más; además siempre estaba pendiente de talleres y cursos, a los que podía asistir los aproveché al máximo.
He llegado a exponer en varias partes de Venezuela como Barquisimeto, Caracas, Maracay, Maracaibo, Valencia, Trujillo, Táchira, Margarita y también he podido enviar piezas al exterior para exposiciones y encargos de clientes. Representar a Mucuchíes en exposiciones por medio del tejido, es mostrar un pedazo de lo que somos los andinos, es sentirse orgullo de nuestros abuelos, que gracias a ellos hoy conocemos del telar y la utilidad de la lana.
Uno cuando está sumergido en el textil está sumergido en la formación constante y a su vez está cumpliendo el rol de profesor.
Por medio del tejido también he dictado varios talleres y cursos. Trabajé en la Escuela Artesanal de Mucuchíes como por dos o tres años, dirigido los estudiantes de primer a tercer año. Fue una experiencia motivadora para aquel tiempo, hará unos 10 años aproximadamente o más. A los estudiantes les gustaba mucho asistir a la clase de telar, allí trabajamos con telares verticales y horizontales. Mis compañeras de textil eran la señora Dora y Margarita. Luego, cambiaron al director y todo se derrumbó.
Dicté también unos cursos de tinte y telares en las cooperativas: La Mucuchache que se llamaba: ‘Seis pasos usando mis manos’, en la cooperativa de San Rafael llamada ‘Juan Félix Sánchez’, en la cooperativa de Gavidia ‘Mujeres tejedoras’ y en la cooperativa ‘La Chamarra’ de aquí de Mucuchíes, en donde también forme parte organizativa por varios años.
También participé como facilitador a un grupo de estudiantes de UNEARTE Caracas, duraron un mes completico en clases con nosotros acá, con las señoras Dora, Margarita y Chepita. Fue una experiencia muy grata con estos jóvenes estudiantes y profesores. Recuerdo que nos organizamos en dos grupos, porque era un grupo grandecito y todos con inquietudes por aprender. Los llevamos a caminar para el páramo Los Chorros, para recoger las plantas para teñir y allí comienza una nueva aventura, tanto para ellos como para nosotros también.
Luego al mes, nos invitan para Caracas para dictar otro taller allá, en UNEARTE y además, se hizo una exposición en el Museo ‘Jacobo Borges’ con producciones de nosotros y de los que habían estado acá en Mucuchíes un mes antes.
El textil abarca muchos temas que desarrollar, muchas cosas que se pueden hacer a través de él y además nos relaciona con muchas personas con distintas maneras de trabajar y ver el tejido; todo eso nos va formando poco a poco.
Ahorita son pocas las personas que están trabajando con el tejido aquí, a la juventud poco le interesa, y eso es un grave problema, es una realidad que hay que ocuparse por cambiarla, porque si no conocemos nuestro pasado, nuestra identidad, a dónde se dirige nuestra juventud, qué tramas pueden tejer si no tienen una buena lana para un producto excelente. Hay que retomar la educación para el trabajo en las escuelas, porque es en las escuelas en donde están las semillas que hay que hacer germinar. Enseñarles historia de nuestro pueblo, de nuestros abuelos y abuelas, en esa época ellos mismos se ponía a tejer sus propias ruanas y cobijas, preparaban la lana, la teñían con puro cosas naturales, nada de papeletas como ahorita. Eran unos maestros y eso no se puede dejar perder.
Cualquier saber que uno desarrolle es una profesión, porque igualmente unos se tiene que preparar para hacer cada día mejor persona y mejor artesano. Además, si se le agrega amor a lo que se está haciendo es menos pesada la carga, porque no se ve como una obligación sino, por interés propio y ese deseo de investigar, de aprender nace solo.
La imaginación, las manos y las ganas de hacer las cosas se unen y hacen un sólo tejido”
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Cuando puedan venir a estos paramamos merideños a deleitarse de nuestras montañas rocosas, acompañadas de los frailejones y la sutil neblina que acaricia el rostro pálido y cálido de nuestros visitantes, no olviden pasar a conocer al Sr. Rigoberto, quien los espera con mucho cariño y ansias por dar a conocer una parte de nuestra tradición artesanal andina por medio de sus piezas tejidas.