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La “basura” en América Latina ¿oportunidad o tragedia?

por Eliecer Centeno
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Hemos visto en anteriores oportunidades como el modelo industrial de explotación del campo ha dejado una huella de destrucción que se traduce en erosión genética de las variedades autóctonas, pérdida de poblaciones de especies claves como polinizadores, entre ellos, abejas y mariposas, suicidios masivos de agricultores, asesinatos selectivos de líderes campesinos, entre muchas otras afectaciones ambientales e incluso crímenes de lesa humanidad.  

A todo esto nos surge una pregunta para revertir o transformar estas realidades: ¿Qué nos queda por hacer?

La respuesta a esa pregunta es multifactorial, abarca tantos aspectos, históricos, sociales, geográficos, de escala, local, nacional, del hogar, la idiosincrasia de cada pueblo, entre muchos otros, pero en definitiva se reduce a una conclusión: Cambiar estructuralmente el modelo de producción y consumo. En los próximos contactos estaremos abordando algunas de estas aristas necesarias en dicho proceso de transformación. En la ocasión que nos corresponde compartiremos algunos detalles sobre la problemática de la basura desde la perspectiva latinoamericana y su uso como posible punto de partida hacia una economía circular.

En primera instancia abordaremos esto desde el lenguaje. ¿Basura o desechos/residuos sólidos? Esta problemática es una de las cuales su posible solución inicia en el uso del lenguaje para referirnos a ella. Aunque ambos términos poseen acepciones comunes, en el caso del significado de la palabra “basura”, encontramos expresiones como: “todo lo que ha dejado de tener utilidad” o “cualquier desperdicio o desecho, residuo o material no deseado o inservible.” En cambio en algunas definiciones para los desechos sólidos, encontramos elementos de mayor amplitud como: “…van muchos más allá de la basura originada en los hogares. De hecho, hay desechos o residuos sólidos de tipos industrial, hospitalario, tóxicos o radioactivos.”

Categorizar este problema en toda la dimensión de sus fuentes, que no están reducidas a sólo los “hogares”, sino que la industria es en sí misma el origen de todos los desechos es un primer paso. El siguiente es entender que gran parte de este volumen puede ser aprovechable, o reutilizable, y lo que “ya no es útil, indeseable o inservible” es sólo una fracción del total. Por esto, los que hemos trabajado en la recuperación de los residuos sólidos urbanos, preferimos esta última denominación, frente a la comúnmente utilizada “basura”.

Ahora bien, el alcance de las consecuencias de una inadecuada disposición final de los desechos sólidos, genera contaminación ambiental a todos los niveles, tanto en la atmósfera, los suelos, los cuerpos de agua y así mismo afecta a distintas formas de vida. En el caso de los países de América Latina, cuando buscamos en la bibliografía de la materia, nos encontramos con cifras como: “…de acuerdo con Naciones Unidas, en promedio cada latinoamericano genera un kilogramo de basura al día, y la región en su conjunto, produce unas 541.000 toneladas todos los días, lo que representa alrededor del 10% de la basura a nivel mundial…” esto es sólo un eufemismo para trasladar la responsabilidad a “cada latinoamericano”, la realidad es que las grandes industrias que realizan la producción de las mercancías manufacturadas son las responsables directas de esta ingente cantidad de desechos, el habitante/consumidor no es más que un paso dentro de esta cadena industrial. También los expertos del organismo multilateral indican que estos datos son “…acordes con el nivel de desarrollo de la región y son proporcionales a su población…”, justificando de esta manera la lógica de “a mayor desarrollo, mayores desechos”, así dentro de este estudio, los mayores generadores de basura son Brasil y México, mientras Haití es el país que menos produce basura, sobre esto último: ¿Casualidad o causalidad?  

La transformación de esta realidad es fundamentalmente estructural, algunos factores pueden representar un reto adicional para la región latinoamericana, como la disposición final de los desechos sólidos, y una incipiente cultura del reciclaje, ya que se estima que un tercio de todos los desechos urbanos generados, terminan en basurales a cielo abierto, una práctica cuestionable, que afecta la salud de las personas, contaminando suelos, aguas y la atmósfera. Y si no se toman previsiones en este sentido, el problema irá en aumento, ya que de acuerdo con la lógica del actual del modelo de producción y consumo, y proyecciones de Naciones Unidas, para el año 2050, en América Latina se estarían generando alrededor de unas 671.000 toneladas diarias de basura, lo que representa un incremento del 24% en menos de 30 años.

También hay que destacar la especificidad de algunos tipos de contaminación, por ejemplo la deriva por plásticos es una de las mayores amenazas ambientales que enfrentan los océanos, tanto los lugares remotos como las costas, no están a salvo de ella. Como ejemplo, sólo en el mar mediterráneo, los plásticos suponen el 95% de los desechos que son descartados. También su origen es extenso, de acuerdo con un estudio publicado en mayo del 2021, el origen de estos desechos son al menos más de mil ríos alrededor de todo el mundo.

Entre algunos ejemplos para revertir esta problemática en América Latina, se encuentra separar y procesar los desechos sólidos para su reutilización. Ciudad de México inauguró en julio del 2021 una nueva planta de reciclaje, la cual mediante el proceso de aprovechamiento de los desechos sólidos de la capital mexicana, genera ganancias en base a la recuperación de materiales como plástico, aluminio, papel y cartón, y en el proceso reduce la contaminación de la ciudad, el volumen de basura en los rellenos sanitarios y por tanto los materiales contaminantes que llegan a los ríos y océanos arrastrados por las lluvias.

Las autoridades mexicanas declararon que el proyecto procesa 1.400 toneladas, de las cuales 400 que corresponden a residuos orgánicos, se van directamente a la planta de composta y mil toneladas siguen un proceso de separación y de selección, de estas mil, 240 terminan siendo rechazo, 60 son productos de reciclaje, 300 son combustibles derivados de residuos y 400 toneladas se van a residuos sólidos.

Aunque la iniciativa mexicana se realiza a nivel industrial y puede tener un impacto significativo, sólo mitiga parte de la problemática, la cual es estructural y nace en la forma como la industria produce todo lo que consumimos.

Soluciones orientadas a esquemas de reducción y sustitución del uso del plástico como material de envolturas y empaques, fomento de economías locales y circulares que reduzcan los tiempos y distancias entre productores y consumidores, agricultura urbana y periurbana, son sólo parte de algunas de las acciones que pueden implementarse. El futuro de nuestro planeta y de nosotros como especie dependerá del éxito de este tipo de iniciativas que transformen el modelo productivo desde la raíz, lo que va desde transformaciones en los grandes complejos industriales hasta pequeñas acciones en cada uno de nuestros hogares, todas tratando de generar un modo de vida más consiente y en armonía con la naturaleza. Y respecto a esto, desde nuestros hogares ¿Qué nos queda por hacer? En la próxima edición, les compartiremos algunos detalles de la producción local y doméstica de abonos orgánicos y de la agricultura agroecológica, acciones que constituyen un pilar para un modelo de producción y consumo mucho más amigable con nuestra madre tierra.

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