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Mariano Arismendi: “La tierra es una bola de pintura”

por Nelson Chávez Herrera
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Entrevista realizada a Mariano Arismendi (1956-2023) hacia el año 2007. El autor tenía intención de publicarla como parte de un especial sobre Educación Popular en la revista “La Fulana Vaca”, pero el final de la revista postergó la publicación de ese testimonio, hasta ahora inédito. Se concreta hoy de manera póstuma en nuestro portal

Nelson Chávez Herrera / Fotos: Naylet Sierra

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Las personas se van y su partida, casi siempre, nos toma por sorpresa. Mariano partió hacia la eternidad hace un día en la ciudad de Bogotá. Ahora viaja de regreso a nuestra tierra seguramente por los ríos. Por el Arauca o por el Meta hasta el Orinoco, remonta el río Apure hasta las desembocaduras de La Acequia o del Canaguá. Tal vez venga sobre las alas del viento o ya esté aquí para morar por siempre en la memoria.

Llegar hasta El Tesoro

Marlon Arismendi, en Caracas, fue la primera persona en hablarme de Mariano, su padre. Vino la oportunidad del viaje a Barinas y un día de ese mismo año, una tarde, detuve el vehículo frente al Centro de Arte Comunitario “Cataure”, en la troncal 5 que atraviesa Barinas con rumbo a San Cristóbal. Después de observar parte de la obra de Mariano expuesta quise ver más, y conduje por la angosta vía arbolada hasta su casa, ubicada en el municipio Pedraza del estado Barinas, en un pequeño pueblo con nombre de pueblo de cuento fantástico: El Tesoro.

Salió a recibirme con el torso desnudo. Tenía el color de la tierra de los muchos seres pintados en sus cuadros. Percibí en su ser la energía del río, la fuerza de la montaña, el misterio de la búsqueda incesante. Trabajaba en unas figuras de arcilla y piedra hechas en relieve sobre un muro. Me presentó a su compañera Delia Angulo. También a una de sus hijas, no recuerdo si fue a Rosa María o a Mariana. Seguidamente me invitó a sentarme, y con bueno y abundante café cerrero, empezamos la conversa.

Tierra inicial del viaje

“Yo nací en un lugar de montaña entre Barinas y Mérida, en un pueblo llamado El Carrizal. Un lugar hermoso enclavado en el centro del Parque Sierra Nevada, en contacto con la naturaleza. Mi padre era un experto arriero, muy popular, que me llevó caminando por la cúspide de la montaña y por el Llano.

Fui un niño privilegiado por tener ese contacto directo con fauna y flora. Una vez, camino a mi casa, me encontré al oso frontino. Tuve una infancia muy hermosa, llena de principios, de valores y de responsabilidad, de trabajo, pero sin ser presionado, guiado por un deber natural que se practica en estos pueblos donde todo el mundo tiene algo que hacer de manera cotidiana. Jugué muchísimo con niñas y niños, hacíamos competencias de caballos de madera que construíamos nosotros mismos, hacíamos vacas con semillas y frutas redondas, las ordeñábamos, jamás jugamos con carros, allá no existían los carros. Imitábamos las labores, la faena cotidiana del campo y todo lo que tenía que ver con el acontecer cultural.

Allá casi todo el mundo era músico, nunca hubo televisión, qué bueno. Celebrábamos la Paradura del Niño, el Canto de Romance, todo eso. Imitábamos todo y era la total diversión. También imitábamos a los adultos. Ese era un pueblo donde todo el mundo era compadre de todo el mundo, y en los juegos nosotros nos llamábamos, ¡hola comadre!, y ella respondía, ¡cómo está compadre! Así, pude ser compadre de mi amigo Pedro, o de Urbano, y compadre de las niñas. Todos esos valores y esos principios del respeto y del saludo los reproducíamos en esa zona totalmente rural. Todo lo que los adultos hacían se convertía en juego. Pero lo que más me apasionaba era el trabajo con mi papá, por esos caminos yo encontré tierra y arcillas de todos los colores, maravilloso era, encontré flores, frutos”.

«Asumí un día que todo lo que manche es color. El alma del pintor nace desde el reconocimiento de su entorno. Mi propuesta ha sido elaborar los materiales con que trabajo, extraerlos del entorno, no ser dependiente del consumismo»

–¿En la infancia nació tu inquietud por el arte?

–Pienso que El Carrizal me inspiró al arte, porque desde pequeño fui un niño poeta, si se quiere. No me quiero autocalificar, sino que siempre me gustó la poesía, tal vez por el estímulo del entorno. Mi abuelo era un extraordinario poeta, espontáneo. Un tremendo poeta era mi abuelo materno, músico de cuatro. Y desde pequeño siempre compuse coplas, poesía, porque en esos caminos, toda la policromía allí contenida; de las arcillas rosadas, arcillas naranjas, arcillas vinotinto, todo eso era poético para mí, y tal vez de manera inconsciente, no sé cómo decirlo, me gustaba llenarme los bolsillos de todas esas arcillas, de tierra, de sedimentos, y las llevaba a la casa de pernocta, donde vaciaba los bolsillos y me ponía a jugar con los niños de esa casa, donde por el trabajo de mi padre teníamos que pasar la noche. En esos lugares o en esos tiempos no existía la planificación familiar, y en una casa había mínimo nueve niños. Nosotros fuimos catorce hermanos.

Ese fue mi acercamiento al arte. Luego, cuando estudiaba segundo año mi padre se viene a El Tesoro, y aquí crecí, practicando el arte y adquiriendo experiencia. Luego fui a Caracas, allí conocí a mi esposa. De allá traje libros y me convertí en autodidacta, no quise cambiar el campo por la ciudad. Aquí nacieron mis hijos y aun con todas las limitaciones que puede tener un artista como Mariano, en este pequeño pueblo tuve la oportunidad de moldear una familia. Tengo una familia hermosa involucrada en mi proyecto y con su propio proyecto, tienen un fin, es decir, que no están a la deriva. Y con esa arcilla, con ese modo de ser originales, moldeamos tres bellos hijos; Marlon, Rosa María y Mariana”.

–¿Cómo expresa tu obra artística la relación con los elementos culturales, históricos, sociales, con la tierra?

–Mi obra se enmarca dentro de un contenido social, pero no deja de ser poética. Ahí existe la poesía. En la plástica está la estrategia, pero también la oralidad del artista, del territorio y su literatura, la historia que nos trajo, que trajo al artista. Tal vez mi identidad geográfica sea más andina que llanera. Yo bajé con el río Canaguá al Llano, pero mi obra se proyecta más allá de Venezuela y la refleja como los ríos que amo; la recorre, la incluye y la trasciende, porque amo a mi país.

Tengo una exposición de veinte cuadros que se llama “Huellas de Sangre”, donde intento reivindicar de manera muy humilde la tragedia aborigen, donde se refleja mucho de Mesoamérica. El arte me ha dimensionado a mi país. Me gusta pintar sobre Barlovento, sobre Oriente, Falcón, los Andes. Y me he dado cuenta que, como venezolano, soy heredero de una cultura venezolana.

El arte es un medio de comunicación, y si a veces quieres decir cosas y eres artista, tienes el mejor medio para decir lo que quieres, desde tu ingenio, tu pensamiento. El arte, siendo subjetivo, lo puedes convertir en objetivo y colectivo. Lo social soy yo también, y eso me permite que a través del arte que Dios me regaló, me exprese por otras personas que tal vez no pueden expresarse y tal vez yo pueda reflejar su voz, eso es hermoso para el artista.

–¿Cuál es tu propuesta plástica?

–Asumí un día que todo lo que manche es color. El alma del pintor nace desde el reconocimiento de su entorno. Mi propuesta ha sido elaborar los materiales con que trabajo, extraerlos del entorno, no ser dependiente del consumismo.

El trabajo que estoy realizando ahora es un proyecto. La propuesta se llama «Jugando con la Naturaleza, vivenciando las tintas y fibras del monte». Es una técnica artística, ecologista, escultórica y pictórica de mi autoría, que se basa en la recolección de materia prima en el entorno, donde hay una diversidad natural de materiales; tierra, minerales, piedras, arcillas, sedimentos y óxidos. Una diversidad que se procesa de modo muy sencillo: se pulveriza seco, luego se cuela y se procesa.

El otro es el proceso de encolado, que es la aplicación de la cola o pegamento para adherir al soporte, que puede ser un papel, cartón, la pared, el lienzo, es muy versátil el material. Y no tiene costo alguno, el costo es la recolección. Muy importante para quien quiere abordar las artes plásticas con bajos recursos.

En cualquier lugar encuentras materiales, pero lo más importante es que esto ayuda a relacionar al artista con su entorno, en la ciudad o donde sea, en cualquier plaza o en cualquier movimiento de tierra hay material. Tengo años trabajando de este modo donde lo importante es la relación del ser humano con la naturaleza, que hace posible desarrollar un sentido de pertenencia con el lugar, una relación estrecha, como yo la siento, y a veces me lo han expresado así, sobre todo los niños, quienes creo que lo entienden o lo aprenden así, explorando su sensibilidad, al iniciar un proceso educativo en el contacto con las piedras, la tierra, las plantas.

Pero hablando de los materiales, es lo más sencillo, cualquier elemento mineral que tenga cierto pigmento funciona. Esta tierra donde estamos sentados tiene un matiz, y tiene toneladas de material que no podrás agotar nunca, porque el planeta todo, el geoide, es una bola de pintura con diversidad de tonos y colores, jamás agotarás sus materiales. Tal vez yo también obro como un niño grande que se recrea en la naturaleza, en mi entorno, con lo que Dios me dio, y es lo que intento transmitir. Y aunque aprecio el acrílico o el óleo, y conozco todas las técnicas, estoy apasionado por ésta y por los elementos que me permiten conocer los caminos, los lugares, los ríos.

El arraigo y amor por el lugar nacen allí, aprendiendo a querer. Para el aprendizaje, el primer acercamiento no puede ser otro más que el natural. Lo que empezó en mi infancia como un juego se convirtió en una especialidad, que hasta un premio del Instituto Nacional de Ciencia y Tecnología me dio, reconociéndose mi trabajo como un aporte de bienes y servicios.

–Háblanos más de tu trabajo pedagógico con las niñas y los niños

–Bueno, una cosa es la educación a nivel del estatus y otra cosa es la educación natural, la actitud. Al niño o la niña hay que prepararlos para que actúen en la vida, porque la vida es como un teatro, y cuando están bien preparados actúan, se meten en el personaje, son auténticos, tienen espontaneidad, son naturales en lo que hacen.

El trabajo formativo que estoy brindando desde el arte es para sentirse orgulloso de ser uno mismo, con lo que tiene, con lo que puede, y con lo que va aprendiendo. Lo que yo hago es lo que decía Simón Rodríguez. Abordo la naturaleza para recolectar material, porque creo en ella, creo en la naturaleza, creo en este espacio. Y si algún día me llevan a Europa también crearé allá, en ese espacio, pero para eso debo estar allá. Pero yo estoy aquí, nací aquí y convivo con lo todo lo que aquí me enseñó a crecer. Esto es lo primero para mí, eso es lo que llamo educar, sobre todo en menores de edad, principalmente niñas y niños pequeños. Simón Rodríguez separó la independencia de la libertad, se cree que es lo mismo y no, muchos somos independientes pero no libres. Él decía que los americanos somos independientes pero no libres, y la libertad no se logra con las armas, sino con la sensibilidad y el pensamiento…”.

La despedida de esa única vez concluyó con promesas. Mariano me invitó a ascender por los caminos, que él conocía muy bien, desde Barinas hasta el Parque Nacional Sierra Nevada y los Pueblos del Sur del estado Mérida. Me habló de pueblos abandonados entremedio. De la posibilidad de avistar osos frontinos. De la infinidad de pigmentos que podríamos recolectar.

Ahora que Mariano se ha ido iré siempre con él por esos senderos, recordándolo en cada piedra de colores, en cada matiz de la tierra, en cada crisol de las arcillas…

Recomendamos este documental producido por la dirección de Cultura de la UNELLEZ

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1 comentario

Eddyth 4 noviembre 2023 - 19:51

por ahí, cerquita, estará Mariano, agradeciéndote esta publicación. Hermosa y didáctica, sobre todo para los pintores con o sin a ademia

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