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Una hazaña y dos innovaciones: la apuesta obrera por la salud

por José Roberto Duque
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A José Antonio Navarro un accidente le inmovilizó la mitad de su cuerpo y sus colegas obreros le dieron alas. Vistazo a dos innovaciones de alto calibre desde la Planta Extrusora de CVG-Alcasa.

(Este artículo complementa y se retroalimentación con el titulado Forjadores patriotas del aluminio nacional)

José Roberto Duque / Fotos Yorwuel Parada

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Un día del año 2012 José Antonio Navarro, un obrero y electricista de 33 años (nacido en 1979), andaba haciendo un trabajo rutinario en el barrio Agua Salada, en Ciudad Bolívar. Rutinario para él y para unos pocos obreros capaces de llevarlo a cabo: armar en las alturas el sistema de electrificación, que incluye la telaraña de cables conductores de electricidad, transformadores, etcétera.

Navarro era, y todavía lo es, un conocedor de las partes y funcionamiento de los transformadores, esos poderosos recipientes que repotencian y relanzan la electricidad cada tantos metros en las comunidades pobladas. Ese día hizo la instalación mecánica de los artefactos, a diez metros de altura, pero olvidó un pequeño detalle: anotar los seriales de uno de los transformadores. Una pequeña molestia nada más, fácil de resolver; al día siguiente lo haría, sin prisa.

Regresó al otro día con un ayudante, levantaron la escalera hasta el punto en que debía ver y anotar el número. José trepó por la escalera, cosa sencilla, rutinaria. Pero cuando iba a una altura aproximada de ocho metros algo ocurrió con la escalera, que de pronto perdió el balance, resbaló y se desplomó con José Navarro en el extremo de arriba.

“Caí de lado”, recuerda Navarro doce años más tarde, rememorando el evento que le cambió la vida, bajo el sol de Guayana. “Me reventé tres costillas de un lado; una del otro lado me perforó el pulmón, y una de las vértebras explotó y me presionó la médula”. Lo relata con frases cortas que parece haber repetido muchas veces, por la firmeza que da la lejanía del dolor. Después de ese accidente ya no pudo levantarse ni caminar.

“No puedo mover las píernas, pero sí puedo mover las manos”, dice, con esa misma firmeza, y remata: “Además yo vengo de una familia donde todos somos electricistas, constructores, soldadores, contratistas. Conozco todo sobre cómo levantar una casa y una urbanización, desde el replanteo de la obra hasta la finalización, todo eso lo domino yo. Sé de la conexión de los transformadores, cuando están abajo les puedo hacer mantenimiento. Sé de electricidad: usar balastro, conectar el condensador, el capacitador”. Si uno no lo ataja, Navarro puede estar todo el día explicando la forma en que domina los secretos y claves del trabajo con electricidad.

Se nos había olvidado comentar que José Navarro nació un día 5 de julio. Algo de fuego independentista recorre la actitud de ese muchacho, que hace poco cumplió los 44 años.

Corriente es corriente, sea del Orinoco o del Caroní

En pocos años, aparte de trabajar, se convirtió en atleta de alto rendimiento, de los mejores entre las categorías de personas con discapacidad (o con capacidades diferentes, como prefiere decir). Participó en la media maratón de Ciudad Bolívar, que empieza en Anzoátegui, atraviesa el Puente de Angostura y termina en Bolívar: allí coronó el primer lugar. Después fue a la maratón de Caracas organizada por la CAF; se midió a los mejores de Venezuela. Esta vez llegó de en el octavo lugar. En estas travesías lo acompañó siempre Ender Guzmán, otro caballero con similar limitación en su movilidad.

Entonces llegó el 2021. Unos amigos lo animaron a participar en un singular evento: el cruce a nado de los ríos Orinoco y Caroní. Aceptó el desafío, tal vez pensando que corriente es corriente (eléctrica o de los grandes ríos, da lo mismo, él es bueno para todo eso) y se lanzó contra el papá de todos los ríos venezolanos: 1.100 metros nadó a puro brazo y pulmón. Y se fue contra el Caroní. Pero esta corriente venía furiosa y difícil de dominar, así que hizo la señal respectiva para que lo retiraran de la competencia. Pero el solo intento le supo a conquista.

“La emoción de esa competencia estuvo buena. Pero además ahí conocí a Rolando Subero y a la gente de Alcasa”. Y ese fue el hito fundamental que relanzó su vida.

Subero lo invitó a visitar las instalaciones de Alcasa, en principio para donarle o fabricarle una silla nueva, porque la que tenía se encontraba en un estado más o menos precario después de tanta rosca y competencias. Proporcionarle una silla más adecuada para su movilidad y para las competencias fue apenas un primer paso.

Pero después se fueron dando otras oportunidades; conoció allí a los hombres del aluminio, unos sujetos dispuestos a voltear como una media todo concepto conservador, partiendo del hecho de que “Una revolución debe incorporar a personas con capacidades diferentes a los procesos productivos” (palabras de José Verasmendiz, uno de los líderes obreros).

Luego tuvo ocasión de entrevistarse con Arquímedes Hidalgo, presidente de la compañía, y he aquí que José Navarro trabaja en el proyecto más ambicioso y lleno de humanidad de toda la industria venezolana del aluminio: el “Proyecto ayudas técnicas, de mobiliario hospitalario y partes ortopédicas”. Entre otras cosas, Navarro puede enorgullecerse de haber fabricado o ayudado a fabricar otra silla, más apta para las competencias. Todo con talento y aluminio venezolano.

Y aquí comienza otra historia: José Antonio Navarro y Ender Guzmán ahora mismo participan como obreros en la fabricación de equipos médicos para personas con dificultades en la movilidad, y en general en el proceso que está resolviendo el equipamiento de los hospitales del estado Bolívar (por ahora). Gracias al encuentro con sujetos echados palante, como Navarro y Guzmán.

Equipos médicos para Bolívar. ¿Y para Venezuela?

El proyecto que ha convertido a Alcasa en el foco de una propuesta revolucionaria (transformar el aluminio desechado en bienes para el pueblo) comenzó hacia 2014, justo cuando la derecha fascista se propuso incendiar al país y propiciar una guerra civil. En ese entonces se dieron las primeras asambleas de los Consejos Productivos de Trabajadoras y Trabajadores, que al cabo de pocos años, y sobre todo cuando recrudecieron el desabastecimiento forzado (2016-2018), el sabotaje y atentado contra el Sistema Eléctrico Nacional (2019) los empujaron en una dirección que no han abandonado: hacer de la Planta Extrusora de CVG-Alcasa un laboratorio del más alto potencial de la clase obrera venezolana.

En concreto, y más allá de las consignas, el grupo originario y el que ha continuado y perfeccionado el trabajo ha fabricado centenares de equipos médicos (muletas, bastones, andaderas, camas hospitalarias, camillas, otros), en un ensamblaje de esfuerzos que a cada paso muestra una innovación: han tenido que fabricar herramientas, prensas, maquinaria para adaptar lo existente a las necesidades.

Me impactó personalmente la prensa hidráulica modificada y reconvertida por Giancarlos Gutiérrez, un ejemplo formidable de ingeniería inversa aplicada a un proceso mitad artesanal, mitad industrial.

Por suerte, o porque la historia se las arregla para propiciar cierto tipo de encuentros, el actual gobernador del estado Bolívar, Ángel Marcano, fue trabajador de Alcasa y conoce a los líderes del proyecto de fabricación de equipos médicos. Sabe de qué se trata, los vio y compartió con ellos en su momento todas sus penurias y éxitos. Ahora ha fomentado un acuerdo interinstitucional entre la gobernación del estado Bolívar y CVG-Alcasa, en el marco del nuevo modelo de gestión y dirección empresarial socialista, para resolver en función de la tecnología las necesidades de la clase obrera y de los hospitales del estado. Más de un centenar de camas, camillas y otras necesidades han recibido los centros de salud de la entidad.

Dos artefactos de alta tecnología

Una cosa es el relato simple del proyecto, y otra cosa de más alta intensidad es presenciar en vivo el trabajo, desde la fundición del aluminio (a 650 grados de temperatura, el vaciado en moldes que son creación de los propios trabajadores, pasando por todas las fases hasta llegar al producto final: estructuras sencillas y complejas con diversos grados de resistencia y una presentación final impecable.

Durante nuestra visita los compañeros se esmeraron en alinear unas 20 camas que en pocos días debían entregar a los hospitales de la gobernación; valió la pena observar el despliegue de orgullo y de autoconciencia de la calidad del trabajo. También nos causó particular impacto y una grata impresión la claridad política y el discurso diáfano de defensa de la clase obrera, allá en el corazón de las industrias donde se bate el cobre (y el hierro, y el aluminio) de la fuerza industrial de Venezuela.

La reflexión recurrente de los líderes y obreros es que ahora mismo están en condiciones de surtir de equipos y materiales a toda Venezuela, tal como ahora los hacen para el estado Bolívar. «No deberíamos seguir importando estas cosas, nosotros con una pequeña modificación de esta estructura podemos cubrir la demanda», asegura José Verasmendiz.

Uno de los implementos médicos más notables de los que están fabricando es el bipedestador estacional: un soporte en el que las personas que no pueden mover las piernas pueden ponerse de pie, ayudadas por la fuerza de sus brazos y con ayuda de otras personas. Estar en esta posición varios minutos al día les permite a los usuarios algo crucial: que la circulación se ponga en movimiento e irrigue todo el cuerpo, cosa que se dificulta si el usuario está todo el día sentado o acostado. Guzmán y Navarro, los dos atletas con discapacidad que trabajan allí, pueden usarlo cada día para mejorar o mitigar los efectos de su condición.

Para el último momento nos permitieron presenciar el funcionamiento de dos artefactos complementarios de los bipedestadores: una cama que, ayudada por un gato hidráulico, se pone en posición vertical sin que el usuario o alguien más deba realizar esfuerzo alguno, y una silla de ruedas que también ayuda al usuario a ponerse de pie: se levanta y pone erguida a la persona por el tiempo deseado, y luego vuelve a su posición (sentado).

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Nuestro agradecimiento al equipo de fabricación de ayudas técnicas y mobiliario, que recibió al equipo de La Inventadera: Ronald Ramos, José Verasmendiz, Rafael Vale, Alexis Paredes, Erick Salazar, Yunior Ubac, Noel García, Euclides Obando, Brígido Suárez, Pablo Guzmán, Giancarlos Gutiérrez, Ronmel Franco, Rolando Subero, José Antonio Navarro, Ender Guzmán.

Recomendación: un documental que describe los inicios y una parte de la historia de estos trabajadores de CVG-Alcasa: “Los hombres del aluminio”, documental de David Medina para UNEARTE, Premio Nacional de Periodismo 2023 en la categoría Audiovisual:

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1 comentario

Yusdely 26 agosto 2023 - 21:26

Sin duda un gran personaje para motivarnos. Dios le bendiga a él y a todos las personas que le rodean.

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