Tan difícil y pesado como el mundo de la herrería es tratar de conciliarlo con las ideas de dulzura y delicadeza femenina. Ese prodigio cobra forma en las manos de Marlene Sánchez, oficiante de esa especialidad
Yusdely Espinoza / Fotos: Wilfredo Machado
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Observando cómo se desenvuelve en su trabajo Marlene Sánchez, y cómo cuenta su historia de una forma tan encantadora, se me ocurrió preguntarle cómo le gustaría que llevara por título su historia, su entrevista.
Ella no se imaginaba esa pregunta tan extraña al dialogo que estábamos realizando. Se sonrió y quedó en silencio.
En vista que no tenía respuesta al momento le dije: piénselo con calma y luego me dice, pero eso sí no pida opinión a nadie, que sea un título de su inspiración, es cómo se visualiza usted en su trabajo cómo se define en lo que usted viene realizando, eso lo va a reflejar en unas breves palabras.
Enlazamos nuevamente la conversación anterior, la cual duró un buen rato. Llegó la hora de despedirnos y le recordé la tarea pendiente.
Al pasar unas horas, estando ya en mi casa, me escribe: “qué tal le parece este título: La dama del metal de los Andes”. Sin pensarlo mucho, le respondí: “algo así estaba pensando. Pero no encontraba las palabras concretas como lo hizo usted”.

Ahora ya tienen un preámbulo del personaje del cual conoceremos hoy, quien definió su personalidad y oficio en este breve título el cual pone nuestra imaginación a volar para entrelazarnos con esta hermosa historia.
Ella comienza utilizando un término muy preciso: Dama. Antes de ubicarse en su oficio primeramente se visualizó en el don de ser mujer. Una palabra amplia y sutil que puede ser descrita en muchos términos como amor, madre, familia, trabajo, estudio, formación, valores, ejemplo, lucha, belleza, constancia, entre otros.
Con estas breves características comenzamos conociendo entonces a Marlene Sánchez, mujer encantadora con una sonrisa que define sus labios y exalta sus mejillas rosadas, con un corazón grande y muchas ganas de seguir viviendo a plenitud cada día de su vida, mostrándonos pinceladas de lo que puede hacer una dama con el fuego azulado entre sus manos.
Llega desde la capital de Mérida a Mucuchíes cuando tenía 6 años de edad. Sus padres habían decidido regresar a su páramo natal; su mamá es de la comunidad de Piñango y su padre de la comunidad de La Toma Alta. Llegan para no irse, se establecen en la población de Mucuchíes y continúan sus vidas.

El momento decisivo
Marlene va creciendo rodeada del amor de su familia y del ejemplo del trabajo. Se convierte en madre de dos hijos, una hembra y un varón, y en abuela de un lindo niño de 9 años de edad. Por muchos años se dedicó a su familia y al trabajo del hogar exclusivamente, siempre apoyando también a sus hermanos menores como una segunda madre para ellos.
Con el paso de los años fue cambiando su panorama, dirigiéndola poco a poco a lo que hoy se dedica, sin imaginarse que llegaría a ser una gran profesional en este oficio.
Se separa de su esposo, lo cual la lleva a enfrentarse a nuevas contextos tanto familiares, emocionales como económicos, todas esas situaciones que implican el fin de una relación. Pero como toda mujer con propósitos que cumplir y con dos razones maravillosas para seguir adelante comienza a trabajar en diferentes áreas, hasta que llega donde el señor Héctor Pérez (“Chemillo”), carpintero, herrero, plomero, tecnólogo popular; hace de todo un poco.

Ella comienza a trabajar con él como ayudante, y a pintar todo lo relacionado con la herrería y la carpintería. Hasta que un día deciden hacerse socios para formar un buen taller llamadado Taller metalúrgico “Gato Negro”, integrando a los señores Jorge y Roldan, con el tiempo estos se retiran y es cuando ella deja a un lado las pinturas y comienza a relacionarse aún más con los metales.
No encontraban personal para incorporar al taller y la demanda del trabajo no la podía abastecer Héctor sólo, así que la necesidad la llevó a ser toda una dama de los metales.
De esta manera comienza Marlene a descubrir sus potencialidades en la herrería y a poner en práctica todo lo que venía aprendiendo silenciosamente con únicamente escuchar y observar lo que hacía su compañero de trabajo: “todo lo que sé de la herrería no es porque me dieron clase o me explicaron, lo aprendí porque yo ponía atención cuando Chemillo estaba trabajando; ponía mis oídos atentos al sonido de los puntos de soldadura que él hacía. Porque para aprender de soldadura, no es viendo, es poner atención al tono en la soldadura”.
Una vez que agarré la máquina, me coloqué la máscara y comencé a fundir los electrodos, no hubo manera para dejar de hacerlo. Me identifico y es lo que más me gusta hacer. Me encanta la herrería pesada, es decir, trabajos grandes como estructuras para viviendas, canchas, escuelas, portones, canales… los trabajos pequeños sinceramente no me gusta hacerlos, eso sí los elabora Chemillo solo, ahí paso otra vez hacer su ayudante.
La verdad que nunca pasó por mi mente que llegaría a hacer este tipo de trabajo en mi vida. Cuando me tocó, lo hice como si tuviera años en esto me sentí segura y me quedó muy bien mis primeros puntos de soldadura y hoy después de 20 años sigo con este hermoso trabajo, y por supuesto, cada obra un aprendizaje nuevo.

Trabaja con diferentes tipos de materiales como el bronce, la plata, el cobre, el estaño; ejecuta el electro punto, el centro punto y la soldadura de arco, además de dominar el arte del hierro forjado.
Mujeres, oficios y exclusión
Por otro lado, la señora Marlene no ha dejado de ser ama de casa, madre, esposa, abuela y buena compañera de estudios: es estudiante de la Universidad Nacional Experimental Simón Rodríguez, del núcleo Simón de Mucuchíes, es integrante de los Estudios y Experiencias Acreditables donde pronto será acreditada como licenciada en Desarrollo Endógeno, en la sub área Herrería. También es estudiante de la carrera en Administración mención Turismo, cursante del antepenúltimo semestre, y en la UNELLEZ núcleo Mucuchíes se está preparando en su tercer semestre como licenciada en Contaduría Pública.
La herrería es una actividad que en esta sociedad en su gran mayoría lo realizan los hombres, son muy pocas las mujeres que se desempeñan como herreras. Por lo que nuestra querida Marlene no escapa de ser vista como extraña y en muchos casos ser excluida, por el hecho de ser mujer.

Primera vez que estos pueblos ven a una mujer con todo su equipo preparada para soldar, subir estructuras, cargar metales y cumplir con su trabajo.
En cambio, se han observado mujeres que van a trabajar en la agricultura, desde muy temprano están preparadas para afanar en la tierra junto con sus otros compañeros agricultores; además hay mujeres que no sólo cultivan, arrancan o deshierban; también ayudan a descargar o a cargar camiones de sacos de semillas, abonos o los rubros, realizan trabajos pesados y riesgosos también.
Pero ver a una mujer soldando en una estructura alta, manejando cualquier tipo de herramienta o maquina pesada es poco común; además de observarla con la seguridad que lo hace y sin perder su magia femenina, es aun más extraño.
«Yo no he conocido la primera herrera, a donde voy son hombres con los que he trabajado y he conocido de otros lugares«

Tiene muchas anécdotas que contar en cuanto a este tema de la exclusión de género; tanto de personas de la propia comunidad como de otros espacios geográficos. Pero su buen trabajo les deja en evidencia de qué están hechas las manos de esta mujer. Lleva más de 20 años trabajando en el oficio y hasta los momentos no existe queja alguna sobre la calidad de sus obras.
Cuando ella menciona este aspecto, lo expresa con toda la calma y con una sonrisa pícara en sus labios: “Una vez, realizando dos estructuras para dos escuelas en diferentes comunidades fuera de este municipio, me voy con Chemillo a trabajar. Comenzamos a hacer la estructura de las escuelas, terminamos la primera, pero no pudieron ir a supervisar la obra los ingenieros para las fechas que se había acordado».
Nosotros terminamos esa primera estructura y pasamos para la segunda obra. Estando en la mitad de esta obra llegan los ingenieros y hablan con Chemillo sobre la primera obra, dicen que están satisfechos y continúan supervisando esta segunda estructura, la cual también iba muy bien. Pero cuando estos señores se dan cuenta que quien estaba soldado la súper estructura era yo, mandaron a parar la obra.
Y dijeron que ambas estructuras tenían que ser nuevamente evaluadas a profundidad, no les simpatizó que una mujer hiciera este trabajo. La obra duró parada por varias semanas, lo suficiente como para hacer sometida a las respectivas evaluaciones que ellos querían hacer.
A las semanas vuelven a llamar a Chemillo y le dicen que continuemos con el trabajo, que mi trabajo estaba muy bien hecho, no había ningún inconveniente con mi soldadura. Chemillo les recalcó que él sabía muy bien el tipo de trabajo que yo hacía y que por ser mujer no quería decir que no supiera de soldadura o no fuera capaz de hacer un excelente trabajo

Después que ella comenta esto, le pregunto: “¿y usted no les dijo nada a esos ingenieros?”. Ella, sabiamente y con su gran sonrisa, respondió: “¡Nooo!, Qué les iba a decir nada, esa gente estaba cegada porque yo era mujer y si les decía algo menos iban a entender. Yo pensé fue: ‘mi trabajo está bien hecho y esas estructuras son las que van a hablar por mí, me van a defender de esos ingenieros’. Valen más los hechos que las palabras”.
Ya no me siento mal ni me molesta, mis trabajos dicen más que mil palabras a todas esas personas que creen que porque uno es mujer no es capaz de hacer un trabajo de esos. Tanto el hombre como la mujer tenemos capacidades y también tenemos límites para algunas cosas, uno necesita del otro, por eso somos hombre y mujer uno complementa al otro. Hay mujeres que podemos hacer cosas que otras mujeres no pueden o no quieren, como también podemos hacer cosas que los hombres pueden hacer y viceversa. Y eso no quiere decir que uno es superior al otro.
Que la herrería en la mayoría la ejercen son los hombres, sí, es verdad, pero porque la mujer no se ha interesado en este oficio y no porque no sean capaces de hacerlo; simplemente no es una propuesta llamativa, porque la misma sociedad indirectamente marca los oficios para los hombres y para las mujeres. No estaba en mis planes ser herrera, pero me tocó y lo disfruto haciendo, que es lo más importante.

La experiencia de Marlene en donde le toca trabajar y estar rodeada de hombres, ha hecho que sea voz sigilosa de muchas mujeres que en distintos casos han sido excluidas también. Su manera sutil de responder por medio de los resultados, pone en alto cualquier comentario negativo que se desborde de labios sin sabor, que no han conocido la grandeza de una mujer.
Es la representación femenina en medio de electrodos, máscaras, esmeriles, máquinas pesadas, láminas de metales, fuego, martillos, porras, taladros, cilindros de diferentes gases, un sinfín de herramientas que se utilizan en el mundo de la herrería; un oficio moldeado por una mujer que deja su aroma marcado con el sabor más tenue del atardecer entre la neblina fría y el color de cada amanecer.
Nos deja su aroma de frailejón, tan sutil y encantadora que arroba la brisa transparente y húmeda de la neblina. Que pasa acariciando la leve frescura de las misteriosas lagunas escondidas entre estas profundas montañas azuladas como el fuego, iluminadas por las chispas doradas brillantes del atardecer.

2 comentarios
Excelente desarrollo humano de esta maravillosa dama merideña. Verdadera emprendedora, con letra mayúscula , ejemplo de un conocimiento y práctica integrales. Bendiciones por esa historia de una heroína anónima si no es por este artículo. gracias
felicitaciones Yusdely. Qué bella historia has escrito!