La vida cotidiana es un continuo ir y venir de señales. Las sociedades cada día viven construyendo salidas culturales a las ilimitadas situaciones que generan las condiciones históricas. Aunque todos somos hacedores de señales y por tanto las vamos dejando en nuestro paso por el tiempo, muchos somos excluidos, invisibilizados y apartados al punto de convencernos de que no formamos parte de este proceso.
En la ciudad convive un cúmulo de rastros dejados por culturas que hicieron vida en esta y todas las ciudades del planeta. Transitamos entre lo que fuimos y lo que somos, caminamos sobre los restos de objetos que alguna vez permitieron la vida de nuestros ancestros. Hay una ciudad escondida dentro de nuestra ciudad. Detrás de las paredes de muchas edificaciones encontramos testimonios de otros sistemas constructivos; barro, madera, pintura. Igualmente nos maravillamos ante esas casas con entradas altas y espaciosas, las ventanas diseñadas para aprovechar la entrada del sol y el viento.
Son numerosos los espacios que atestiguan lo que un día fue una ciudad que vivía del café y el cacao. No es difícil encontrar en el paisaje restos de haciendas hoy transformadas para otros usos. Tenemos bajo nuestros pies un mundo repleto de acequias, tuberías antiguas, huellas de viviendas, materiales de construcción, objetos relacionados con la vida doméstica y cotidiana (envases de medicinas, juguetes, cubiertos, platos), entre una larga lista.
Todos estos elementos forman parte de la tecnología que generaron las sociedades que nos precedieron para solucionar los temas del agua, la salud, la alimentación, la vivienda, el transporte, educación y la muerte, entre otros. Elementos que más allá de lo material expresan maneras sociales de organizarse, que no desaparecieron, sino que se transformaron en lo que somos ahora. La arqueología siempre puede decirnos qué fuimos y hasta qué punto las condiciones históricas nos determinaron para llegar hasta aquí. Sin embargo, en nuestro país hablar de la arqueología es una excentricidad de unos pocos, aunque nos atañe a todos y todas.

Existe una serie de ideas naturalizadas en la vida cotidiana que han sustentado esa opinión general de que la arqueología no tiene nada que estudiar en Venezuela. Se trata de juicios de valor fomentados desde la educación, que se camuflajean entre chistes y refranes populares. Los mismos se van transmitiendo de generación en generación, transformándose en nociones que influyen en nuestra percepción de la historia construida por nuestros ancestros.
Una de las ideas que están más arraigadas en el imaginario de los venezolanos es aquella que plantea que no había una sociedad organizada en nuestro país antes de la llegada de los españoles. Existían solamente unos cuantos indios que necesitaron la ayuda del europeo para sobrevivir. La arqueología ha demostrado que esa idea no es cierta, nuestros ancestros tenían miles de años en nuestro territorio, estaban organizados y habían desarrollado todo un sistema tecnológico para resolver los asuntos relativos a su vida cotidiana.
Generada de la noción anterior hay una idea bastante aceptada en la opinión de los venezolanos que establece que somos un país muy joven, por tanto, no tenemos una cultura que conocer y defender más allá de la producida a partir de la llegada de los españoles. Esta idea es completamente falsa, nuestros ancestros han estado en nuestro territorio al menos desde hace 14.000 años a.p (antes del presente), forjando su propia historia, la que se expresa en toda la cultura material que dejaron.
Desde allí se piensa que nuestras sociedades prehispánicas no tienen historia porque no pueden estudiarse a partir de los documentos históricos, obviando que hay una extensa cultura material que sintetiza la cultura de estos grupos.
En la escuela los maestros hacen mucho énfasis en las culturas Maya, Aztecas e Incas y sus expresiones materiales, especialmente las pirámides, mientras resaltan la falsa idea de que en Venezuela sólo existían unos pocos grupos indígenas, ilustrados con imágenes donde se les ve pasivos y sentados en una hamaca. Así se ha instalado en los venezolanos la idea de que las pirámides son la única referencia válida de grupos ancestrales, sesgando su opinión hacia una necesidad de la monumentalidad. Por tanto, si en Venezuela no se conocen pirámides, entonces los indígenas no hicieron nada bueno.
En nuestros chistes si alguien opina con desconocimiento decimos que está tirando flechas, aludiendo a la ignorancia de los ancestros. Las trampas o la corrupción se señalan desde el refrán de que ”alguien me caribeó” lo que hace referencia al supuesto carácter de nuestros indios caribes.
Buscamos pirámides donde no las hay, mientras caminamos sin saberlo sobre testigos ancestrales de otros momentos históricos. Nos han enseñado que la arqueología está formada por hallazgos ocasionales e inéditos, pero la verdad es que convivimos entre restos del pasado y generamos continuamente nuevos sitios arqueológicos. Se trata sólo de mirar con otra perspectiva esas paredes de ladrillo que se observan en alguna alcantarilla abierta, y la mampostería que se asoma en una pared de algún edificio del centro de Caracas, o aquellas curiosas piedras que tienen figuras raras grabadas que vemos cuando vamos al Junquito.
Este espacio que inauguramos hoy («Señales en la tierra») tiene la intención de mostrar los rastros y vestigios que conviven con nosotros envueltos en extraños objetos, construcciones y relatos sólo visibles para la mirada especializada y la curiosidad de algunos. Para entendernos dentro de un país en el que caminamos sin imaginarnos todos los países que encierra. Vivimos en un yacimiento arqueológico y estamos construyendo nuevos. Hacemos la cultura que las futuras generaciones desenterrarán.
4 comentarios
Muy bien, por el necesario rescate de nuestra historia ancestral. Para comprender el presente y construir un mejor futuro, debemos mirar nuestro pasado
Hola Eduardo, gracias por tú comentario, la intención de nuestra columna es visibilizar nuestro soporte histórico. Esperamos que sigas leyendonos y estaremos atentos a tus comentarios.
excelente escrito
Gracias Cecilia, esperamos que leas nuestra próxima entrega.