Puro peliá

por Jose Roberto Duque
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Tomasino tiene cuatro años. Mira televisión y de pronto exclama:

–¡Puro peliá!, ¡puro peliá! 

Esto lo dice mientras aparta la vista del televisor para preguntarme:

–Papá ¿por qué esa gente pelea tanto?*

Ya el mundo estaba totalmente poseído por sonidos eléctricos. La estética de la tecnología andaba indiscutible a rin pelao´ como perro por su casa, hinchadota de aquella verdad artificial sustituyendo al sol. No se vislumbraba ninguna salida. Del último exorcista encontraron el cadáver amortajado adentro del cumaco, y alrededor de él, los otros tambores podridos de la tristeza**.

…los templos sangrientos aún venerados en procesiones electrónicas reproduciendo las mismas oraciones de viejos libros enmohecidos, manoseados hasta el hastío, subrayados hasta la herida, implantadas como chips en los robots.***.

¿Es posible percatarse de esas aberraciones, aunque estemos inmersos en la putrefacción? Desde luego que sí. Por eso existe el pensamiento revolucionario, lo cual no implica que por ello se hagan revoluciones. Ya bastante se ha dicho que la teoría es liviana, y la práctica muy pesada. Extrapolando eso a nuestra realidad política, hay quienes comprendemos que una cosa es el Gobierno y otra el poder. Si el Gobierno fuese realmente el poder, no tumban al camarada Allende. Hay quien ignora o no entiende eso, y están quienes lo saben, pero se hacen los locos. Pero ese es un asunto que a otros corresponde escribir.

Se hace costumbre el mundo.

Se hace costumbre el dolor.

Se hace costumbre lo absurdo

y se convierte en razón.

Se hace costumbre el engaño.

la plusvalía y el ladrón

como es costumbre el relámpago

como es cotidiano el sol ****

Aquiles Nazoa tiene un libro: Caracas física y espiritual, en el que cualquiera, hoy en día, se sorprendería con algunas costumbres de ese tiempo, pero se asombraría ante ciertas prácticas actuales que paulatinamente se han hecho norma y tradición.

No quisiera olvidar otro detalle que influye para que un absurdo o una aberración se haga norma asimilada y aceptada mayoritariamente, incluso por las víctimas: el poder. Los necrófilos espirituales no aceptan su desviación ni se culpan por ello, y si son poder, intentan imponer su enfermedad como norma. Así pasó con la esclavitud y así intentan los pedófilos imponer su perversión como “natural”.

A mí todo eso me perturba, sobre todo observar una niñez a la cual la industria del entretenimiento le oferta pura violencia y contenidos que reducen drásticamente su capacidad creativa y sus habilidades motoras. “Es que uno tiene demasiados dolores en el cuerpo, cámara, y a esta edad, esas cosas hieren profundamente”. Me decía, Juan Pablo Rodríguez en estos días.

Pero también recuerdo que en mi época no teníamos televisores ni internet y salíamos del cine tirando patadas, si la película era de kunfú, disparando con los dedos, si era vaquera o usando cualquier tabla como ametralladora, si era de guerra. 

¡Muesca!, pero yo lo que quería contarles para desahogarme con ustedes, tal vez, era de las profundas arrecheras que agarro con ese internet y sus irrespetuosos anuncios a cada instante (¡Ah!, ¿es que tu creías que la vaina era gratis?). Tengo que calarme publicidades a diestra y siniestra, cada vez más inteligentes en lo plastemierdas para invadirme y evitar que pueda eludirlas. Justo a mí, que recuerdo que dejé hace muchos años de ver partidos de fútbol y de beisbol por televisión porque a cada rato saltaba un anuncio en la pantalla y no soportaba esa impertinencia.

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•          *GONZALEZ, Gino. TIZA, TERRÓN Y PÁJARO. Pag. 55. Ediciones El Cayapo. 2003.

•          **GONZALEZ, Gino. EL EVANGELIO SEGÚN LOS PERROS. Pag. 22. Fundarte 2016.

•          ***Ibidem. Pag. 20.

•          ****Canción: EL COSTUMBRE. Gino González: 

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