Inicio Opinión y análisis En Palestina o donde sea… colonizar es arrasar la vida

En Palestina o donde sea… colonizar es arrasar la vida

por Éder Peña
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La “comunidad internacional” es responsable de la vida arrebatada a cada niño en la Franja de Gaza bajo bombas de un estado fundado en la invasión, el resto es retórica. No solo se trata de las masacres organizadas tras los eventos del 7 de octubre sino de las muertes infringidas cada semana del año de las que la prensa corporativa no habla.

Se trata del exterminio de una sociedad, típico de cualquier proceso colonial, pero ocurriendo ante los ojos del mundo proseguido de inútiles resoluciones de la ONU. Esto incluye la apropiación de su territorio que, como en todos los casos, siempre es indisoluble de su población, porque, diría Carlos Walter Porto Goncalves: “sociedad es espacio”.

En su obra “Territorialidades y lucha por el territorio en América Latina” (2009) el geógrafo brasilero que nos dejó este año dice que “…toda apropiación material es, al mismo tiempo, y no antes ni después, simbólica”.

Lo simbólico permanece y la tierra es parte de ello, por lo que la muerte que el sionismo dispersa a lo largo y ancho del pueblo palestino no es solo biológica. Desde hace años Israel y Estados Unidos han emprendido la tarea de desaparecer su simbolismo mediante el acaparamiento de tierras (landgrabbing).

Este fenómeno no es una acción aislada, los intereses coloniales y extractivos del planeta han venido realizando adquisiciones a gran escala en el sector agrícola en todo el mundo, es un tipo de saqueo “a control remoto” que se ejecuta desde hace unos 20 años. Un informe de la iniciativa Land Matrix revela que 33 millones de hectáreas (2,7 veces la superficie del territorio venezolano) fueron adquiridas por grandes inversionistas internacionales desde el año 2000.

Dicho informe sólo cubre los negocios en América Latina, África, Asia y algunos países de Europa Oriental, pero deja fuera a países como Australia, Nueva Zelandia, Polonia, Estados Unidos y Canadá, donde inmensas áreas de tierras agrícolas son ocupadas por corporaciones desde 2008, particularmente por compañías del sector financiero.

Sin embargo, en territorio palestino el modus operandi es cruel y despiadado, un espacio que ha sido fragmentado mientras su gente es desplazada por la apropiación de tierras que adelanta Israel desde antes de ser declarado estado. El último mes los bombardeos aéreos del ejército israelí han matado a más de 9 mil personas en Gaza y arrasado más de 200 mil viviendas, también escuelas, hospitales y centros religiosos, pero el arrebato de tierras es de vieja data.

Según la ONG Grain:

  • Desde 2007 Israel impone un bloqueo ilegal que obliga al 77% de sus residentes a depender de la ayuda alimentaria.
  • Antes de octubre de 2023, el 35% de las tierras de cultivo de Gaza se encontraban dentro de una «zona de acceso restringido» en la frontera con Israel. 113 mil agricultoras y agricultores perdieron el acceso a sus tierras situadas en esta zona.
  • Desde 2014, justamente cuando el viento sopla hacia Gaza y es periodo de cosecha, aviones israelíes rocían sistemáticamente esta zona fronteriza con herbicidas, incluido el probable compuesto cancerígeno glifosato. Sólo en enero de 2020, esta fumigación dañó 281 hectáreas de cultivos palestinos, afectando a 350 producciones y causando pérdidas de más de un millón de dólares.
  • El régimen de apartheid de Israel ha afectado la pesca en Gaza y, por ende, la cultura y la economía locales. Esto debido a las restricciones a la entrada de mercancías, la escasez de combustible y la falta de equipos dificultan las salidas al mar.
  • Sólo la mitad de las 3 mil 800 personas activas en la pesca tienen la posibilidad de ejercer, afectando a más de 35 mil que dependen del sector para su subsistencia.

El método de robo de tierras consiste en crear condiciones ventajosas a colonos israelíes para que construyan viviendas y a las industrias israelíes para que se instalen en estos territorios. El estado israelí promueve el establecimiento de granjas agrícolas y permite el robo extensivo de tierras de cultivo y pastos palestinos.

Los colonos han aprovechado la actual ofensiva en Gaza para intensificar sus propios ataques violentos, apoderarse de más tierras en Cisjordania y desplazar a cientos de palestinos a quienes altos funcionarios sionistas han llamado “animales”.

El 90% de Cisjordania es tierra de cultivo, pero la mayor parte se encuentra bajo control directo israelí desde los Acuerdos de Oslo de 1993, existe un muro de separación que divide las tierras de cultivo y pastoreo de las aldeas e impide a miles de familias campesinas palestinas el acceso a sus tierras.

El estado israelí confiscó tierras para los colonos y ha establecido 441 mil colonos en 280 asentamientos en más de dos millones de dunams (cada dunam equivale a mil metros cuadrados) de tierras palestinas en Cisjordania y Jerusalén Este. Utiliza la Ley de Propiedad de Ausentes para reclamar las tierras que los palestinos tuvieron que abandonar en las guerras de 1948 y 1967. También despliega múltiples tácticas para declarar todas las tierras abandonadas por los ocupantes otomanos y británicos (posiblemente dos tercios de Cisjordania) como posibles tierras “estatales”. Se confiscaron tierras palestinas invocando fines arqueológicos y turísticos, y si se compran a los palestinos es casi siempre mediante medidas coercitivas, señalan organizaciones humanitarias.

Un informe de Human Rights Watch publicado en 2020 reveló que el estado israelí controla el 93% de las tierras, incluidas las de Jerusalén Este. Además, aunque los palestinos representan el 21% de la población de Israel, menos del 3% de las tierras están bajo la jurisdicción de los municipios palestinos.

La Autoridad de Tierras está dominada por el Fondo Nacional Judío que solo busca excluir a los otros segmentos de la población, desde 1968 dicha autoridad calificó como tierra estatal cualquier terreno no registrado y permite al estado judío confiscar tierras privadas con infraestructuras públicas de los palestinos, que luego se destinan a las infraestructuras de los asentamientos judíos.

Leyes más recientes impiden a los propietarios palestinos reclamar sus tierras si en ellas viven colonos israelíes, a pesar de que su presencia en el territorio ocupado sea ilegal según el derecho internacional. Aunque todas las áreas de asentamiento desconexos desde 1967 constituyen 80 km², en el último año fueron anexados 110 km². Unas mil 105 personas de 28 comunidades, aproximadamente el 12% de su población, han sido desplazadas de sus lugares de residencia desde el año 2022, según la oficina de las Naciones Unidas para la Coordinación de los Asuntos Humanitarios (OCHA).

El acaparamiento de tierras es la acumulación de control, en todo el mundo se utiliza para ejercer poder sobre el agua, los minerales o los bosques, es decir, fijar o consolidar formas de acceso a la riqueza vinculada a la tierra.

En Israel busca desaparecer un pueblo entero, pero el acaparamiento sigue su curso allí y en otros lugares del planeta. Detrás de una fachada de compra de tierras para un propósito declarado, existen agendas para apropiarse de subsidios, obtener préstamos bancarios utilizando permisos de tierras como aval o especular sobre incrementos futuros del valor de las tierras. Además de la sangre del futuro palestino derramada están la anulación de su derecho a existir y el saqueo al espacio que los hizo pueblo. En tiempos de disputa global todo evento es por naturaleza, los recursos se hacen escasos y nos toca levantar la mirada para ver más allá del terror, como la vida misma.

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