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Energía y voluntad creadora a prueba de balas

por Jose Roberto Duque
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El resumen de la historia de Kenny Daboín es asombrosamente parecido al de otro caso publicado acá: un antisocial le lesionó la columna de un balazo, y en su postración encontró la voluntad creadora para mejorar su vida con tecnología

José Roberto Duque / Fotos Lheorana González

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Fue Zuly quien nos dio el pitazo desde Pampanito, en Trujillo. Fue un tipo de anuncio que nos llega con mucha frecuencia y casi siempre de la misma manera, casi con las mismas palabras: “aquí hay un tecnólogo popular, tienen que ver y oír esta historia”. En cuestión de pocas semanas cogimos rumbo hacia ese estado, al que no le habíamos hecho el respectivo “barrido” inicial en nuestra revista, cosa imperdonable porque en Trujillo por cada piedra que uno patea saltan tres o cuatro ingeniosos inventores o hacedores, justo la razón de ser de este espacio.

El caso de Kenny Lionel Daboín Bastidas nos llamó la atención desde el principio por varias razones. Una de ellas era al principio una simple curiosidad: se trata de un hombre joven con una condición de discapacidad (o condición especial, según la terminología del momento) que le impide ponerse de pie y caminar, pero que ha suplido esa limitación con un artefacto para moverse por las calles: una especie de bicicleta adaptada o silla de ruedas modificada para que el usuario pueda “pedalear” con las manos.

Lo que hemos llamado “simple curiosidad” reside en el hecho de que su situación nos recordó automáticamente un caso publicado en estas páginas en abril de 2022, el de Cecilio Berroterán. A don Cecilio lo encontramos un domingo, por pura casualidad, rodando por una avenida de Maracay en su silla de ruedas motorizada. Lo abordamos, le preguntamos lo básico de su trabajo y su circunstancia, y nos encontramos con que esa moto-triciclo fabricada por él mismo nunca lo deja mal, porque en caso de quedarse sin combustible también se mueve con pedales movidos con las manos. La de Kenny todavía no tiene un motor adaptado, pero se parece mucho a la de Cecilio.

Pero esa no es la única coincidencia. La más asombrosa es el dato humano y social de la circunstancia de los dos tecnólogos. 

El disparo

Kenny nació el 4 de diciembre de 1988 en Trujillo, la capital del estado. De padre constructor (maestro de obras) y madre ama de casa, desde muy chamo empezó a ganarse la vida haciendo varios oficios: mecánico, soldador, albañil, plomero. Tigre que saliera al ruedo Kenny lo liquidaba con los disparos de la vocación para hacer cosas con las manos, para no cederle nada al ocio ni al riesgo de quedarse sin llevar algo a la casa.

A los 31 años de edad tenía un local donde vendía víveres con su esposa. El 14 de enero de 2019 a las 4 de la tarde regresaba de hacer una diligencia en Pampán, en su moto, y al llegar al negocio se percató de que unos sujetos estaban robando, acababan de asaltar a su esposa y ya salían a abordar una moto para largarse.

Kenny se quedó quieto en la suya, esperando que los delincuentes se fueran; le pasaron por un lado, se montaron en la moto. El que iba armado guardó el arma (un revólver calibre 38, recuerda Kenny). “Creo que cometí un error, que fue dejar prendida la moto. Tal vez ellos creyeron que pensaba perseguirlos”. Antes de irse el que había guardado el revólver lo volvió a sacar y le disparó a quemarropa por la espalda.

Kenny relata con toda tranquilidad que en todo momento estuvo consciente. Que el disparo fue en el área dorsal de la columna, que la bala afectó las vértebras 8 y 9. “Pero fue un rozón, como dicen. Nada más. Pero produjo una fractura”.

Habla con la serenidad de quien cuenta algo que le ocurrió a otra persona: ya el dolor se fue, lo mismo que el resentimiento. Cuenta que la persona que lo malogró de esa manera “ya no existe, Dios es el que se encarga de esas cosas, porque yo no hice nada; ‘Al malvado su propia maldad lo destruye’, dice el salmo”. Kenny es cristiano evangélico y al parecer eso lo ha ayudado con las actitudes y los dolores.

En 1980, ocho años antes del nacimiento de Kenny, cuando tenía más o menos la misma edad de éste en el momento de su desgracia, el señor Cecilio Berroterán pasaba por un trance tremendamente parecido: un delincuente le disparó sin ninguna necesidad dentro del taxi que Cecilio manejaba, y lo redujo a esa dolorosa inmovilidad. Acá comienzan a revelarse otras coincidencias.

El “manos a la obra”

“Los primeros meses como que me amargué un poco”, dice Kenny. “Peleaba demasiado, me molestaba todo. Y no podía comer, tengo una foto donde se ve como estaba de flaquito. Lo que hacía era comer auyama, jugo de lechosa, porque no me trabajaban bien mis órganos. Me apoyaron. Mucho mi mamá, mi esposa, y mis hijos. Mis hijos me impulsaron a seguir adelante”.

La comunidad donde vive Kenny

Algo trabajoso y vergonzoso era la poca destreza que tenía para desplazarse en la silla de ruedas. Kenny se animó en algún momento a salir de su casa, pero había un camino de tierra en el que la silla se trancaba y más de una vez se cayó. 

Solo en la noche, en un camino oscuro de Pampanito, caído y en el trance de levantarse y subirse a la silla para continuar: eso se llama estar jodido y tener que seguir adelante. En este punto del relato era más o menos esperadle que el hombre se quedara pegado a hablar de su desgracia, de la separación que vino, de lo francamente mal que la estaba pasando.

Pero de pronto, como quien sabe que eso de “la suerte” no es una cosa que cae o aparece de pronto, sino algo que hay que trabajarlo, el muchacho empieza a enrerezar el discurso por el siguiente rumbo, como si entendiera qué parte de su historia es la que fuimos a buscar. Esta clase magistral de tecnología popular, de mecánica utilitaria del pueblo y para el pueblo. Además con toda la honestidad acerca de la fuente de las ideas que fueron surgiendo:

Entonces me puse a pensar. Yo tengo un amigo llamado Daniel Briceño, con él había hecho muchos trabajos de mecánica, de herrería, de lo que fuera, y nos pusimos a discutir a ver qué podíamos hacer con esa silla y con esas ruedas de adelante, que se trancaban y se doblaban con las piedras. Y entonces me dijo: ‘métete en YouTube, hay unas ideas ahí’. 

Vi un video y de ahí saqué la idea, pero la modifiqué a mi gusto, porque la del video llevaba un solo tubo en el medio, y dos son mejor que uno, como dice la palabra. 

Los materiales que usé fueron reciclados, por decirlo así. Yo había hecho un burro soldando unos tubos para hacer mis terapias, ponerme de pie agarrado con las manos, tratar de mover las piernas. Cuando uno está en esta condición es importante hacerle presión a las piernas, a los músculos. Y como no conseguí otro tubo, decidí cortar esa máquina y armarlo para adaptarlo a la silla. A ver cómo quedaba, si resistía.

Es este tubo, mide como metro y medio, más o menos. Y este tubo central me lo regaló un cauchero, es un tubo macizo. Lo llevé al torno y le hicimos la caída de las tazas. de la bicicleta, donde va la dirección. Como el tubo era más grueso, lo llevé al torno, le comieron y entró la taza.

Es como un acople. Pero como el cuerpo no es de un solo tubo sino de dos agarré dos cuadros de bicicleta y les arranqué la parte que es donde van los pedales, la caja. Ahí pude hacer el acople con el amigo Daniel. Esto fue hace como un año y medio (principios de 2022).

Tiene este rache para cambios, lo pusimos libre. Porque la cadena, como la puse de dos tubos y no de uno, me pegaba en el tubo y se lo estaba comiendo. Entonces yo agarré, me puse a hacerle una guía con un rache. Como el rache es fuerte, este lado de la cadena es el que hace la fuerza. 

La adaptación se llama “acople para silla de ruedas o bicicleta de manos”, dice Daboín. Se trata de un vehículo dividido en dos grandes piezas que se separan y se ensamblan según la necesidad de su creador. Con ese triciclo ha llegado hasta la capital de Trujillo, a unos 20 kilómetros desde su casa. Es una subida larga y trabajosa.

Las mejoras que faltan, la colaboración con otros necesitados… y otra vez don Cecilio

Daniel Briceño, el amigo herrero y mecánico que se convirtió en el apoyo y compañero de fórmula de Kenny, aporta datos sobre las muchas modificaciones que ha necesitado la silla; son de compleja narrativa, así que no las transcribiremos.

Daniel Briceño y Kenny Daboín

Hay un detalle de particular significación: Kenny debe “pedalear” con las dos manos al mismo tiempo arriba y abajo, sin adelantar una a la otra como en las bicicletas convencionales. La razón es que, como la cadena del artefacto va directo a la rueda, al ejercer presión en un lado el aparato se desequilibra. Entonces el conductor tiene que subir y bajar al mismo tiempo con las dos manos. Esto hace que el cuerpo de Kenny trabaje en exceso; el ejercicio que significa se nota en la conformación de los brazos.

Cecilio resolvió ese desajuste como se muestra abajo en la foto: creó un punto central (una corona) donde recibe toda la fuerza de la tracción al “pedalear”, y de ahí sale una segunda cadena que mueve la rueda:

En la máquina modificada por Kenny la cadena baja directo de La Corona movida por la fuerza de los brazos; por eso si “pedalea” de un solo lado la rueda se desviará en esa dirección
En la innovación de Cecilio Berroterán la potencia de la tracción la absorbe esa corona a la altura de sus rodillas: por muy fuerte que se apoye en los pedales no desviarán la rueda delantera, ya que ésta no recibe el impacto o empujón directo

Sobre los planes de “implantarle” un motor al triciclo, Daniel y Kenny dicen que la idea es tan compleja que será preferible buscar una moto y hacerle adaptaciones, no tratar de ponerle una moto a la innovación que han hecho, porque le agregaría mucho peso al vehículo. “Lo que tengo pensado puede servirme para trabajar como mototaxi”, dice Kenny.

En este punto de la conversa no aguanté las ganas de mostrarles el trabajo del señor Cecilio, su colega inventor de Maracay, y les conté lo que el señor había explicado: el motor que le adaptó a su silla de ruedas no le impide moverse, no le agrega un gran peso a la invención, sólo debió resolver un protector para que el calor del motor no traspasara el asiento.

Los jóvenes trujillanos analizaron un momento el modelo creado por Cecilio, le hicieron todos los elogios y prometieron revisar con atención para ver qué ideas podían tomar de ahí. “Creo que si le pongo un motor a ésta tendría que ponerlo atrás, como un Volkswagen, no debajo del asiento como hizo el señor. Entonces una moto quedaría como una trimoto. Un triciclo motorizado. Se le hace la estructura de la parte de atrás con una viga doble T de la más finita. La estructura que hay que hacer es el asiento atrás donde va a ir sentada la gente. Y obvio que se tiene que hacer para hacer los cambios con palanca de mano”.

Tienen planes de fabricar o ayudar a fabricar soluciones similares a gente con discapacidad que las necesite. De hecho, ya una vez la mamá de un muchacho inmovilizado lo vio pasar en la silla a pedal y le pidió que lo ayudara a hacer una. Otro niño con problemas lo contactó, y Daniel acudió para ver qué se podía hacer, incluso le prestó la silla de Kenny.

Le advirtió que no se fuera a lanzar por una bajada porque era peligroso. Y, por supuesto, el chamo se emocionó y se lanzó por esa bajada. Se dio una torta de las buenas, se raspó la cara, etcétera, sin mayores consecuencias.

Pero andan también en eso, buscando modificarles o agregarles piezas a algunas personas que están necesitando mejorar su movilidad con este tipo de ingenios.

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Semanas después de nuestro encuentro con Kenny, el gobernador de Trujillo le donó al joven tecnólogo una moto tipo carguero. La solución industrial no le han quitado las ganas de continuar los trabajos de perfeccionamiento de la suya propia. Daboín acaba de terminar estudios de bachillerato y quiere continuar rumbo a la carrera de Derecho. 

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