Néstor Alí Ruiz, artista y artesano peculiar como su pueblo, trabaja el barro con paciencia, entrega total y una memoria obsesiva por las sabias instrucciones de su ancestro mujer: «esto viene de añales»
Nelson Chávez Herrera / Fotos: Wilfredo Machado
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Descendemos hacia Lomas Bajas. La intención: entrevistar a uno de los últimos alfareros que resguardan la tradición indígena de fabricar las ollas de cocina totalmente a mano, sin torno.
El alarmante dato lo proporciona la artesana y directora de la Casa de la Diversidad Cultural de Capacho, Consuelo Pérez, quien será nuestra baqueana. Otro propósito es preguntar por la memoria de la renombrada Ismaelina, la artesana protagonista del documental “Yo, tú, Ismaelina”, realizado en los años ochenta por la Fundación de Artistas Colonenses y el Grupo Feminista Miércoles.
Lomas Bajas está ubicado en el municipio Libertad del estado Táchira, y es uno de los pueblos de tradición artesanal más importantes del país. Es un caserío de pocas calles, con una iglesia católica, una evangélica y una escuela. Resulta difícil precisar desde cuándo se trabaja en este pueblo la artesanía, pero la tradición persiste. El lugar es terruño de centenares de personas, artesanas y artesanos incansables.
Se dice que la depresión donde se ubica estuvo cubierta por agua durante millones de años. Hoy es un lugar árido, colmado de arcillas, lutitas, carbón lignítico. Un sitio seco y caluroso que parece extrañar el agua.
El taxi va en descenso. Lejos se distingue el Hato de la Virgen, pueblo productor de las jugosas y dulces piñas capacheras. Después, aunque no se ve, viene Ureña y más allá la frontera, “el otro lado”, como acostumbra la gente de estas zonas llamar a las tierras aledañas del país vecino.
El chofer ofrece desviarse hacia la casa natal del expresidente Cipriano Castro ubicada en Lomas Altas, pero optamos por avanzar. El alfarero nos espera hasta las once y son las diez de la mañana. El descenso finaliza y el vehículo entra al caserío. Luego de un vaho por donde corre un hilo de agua frente a una pequeña casa, se detiene. El sol es inclemente, un vapor metálico abarrota el aire.
Trepamos por un sendero rodeado de matorrales. Una mujer del color de la arcilla nos sale al paso, Consuelo le pregunta por su hermano y la sigue, las seguimos, bordeamos una casa, continuamos subiendo y de repente aparece el ser buscado.
También él tiene el color de la arcilla, la mirada bondadosa, un rostro labrado por la aridez.
La presentación dura apenas segundos. “Yo me llamó Néstor Alí, pero me dicen El Peluche”.
Inmediatamente avanza hacia una ladera con una piqueta en la mano, dispuesto a mostrarnos cómo se hace una olla de barro desde que se arranca a rasguñar la tierra.
–Aquí es donde yo arrancó el barro, mire, en este cerro.
Iza la piqueta y la deja caer con fuerza sobre la tierra, una y otra vez.
–Esto es con lo que nosotros hacemos las ollas.
Cuando acumula medio metro cúbico de tierra se detiene, agarra del montón una piedra, se acurruca y empieza a triturarla con la cabeza de la herramienta.
–Esta es la arena, –dice y golpea la piedra-, nosotros le decimos arena. Nosotros la molemos y se la echamos a la arcilla pa’ que salga mejor la pieza. Por eso usted cocina en la olla y la olla no se rompe, o sea, dura más, dura más la olla.
Seguidamente nos conduce hacia el lugar donde hace la mezcla de la arcilla con piedra triturada. Camina rápido. Más que marchar a zancadas parece avanzar a saltos.
–El barro lo traigo y lo echo aquí, –nos muestra el lugar-, le echo agua y de una vez le tiro pata, perdón, aquí le decimos pata, mire, ve, así –va pisando el barro y agregándole agua-, cuarenta y cinco minutos, una hora.
–¿Cómo sabes cuando la mezcla está en su punto?
–Uno lo pisa y ya sabe, es como cuando uno está amasando la harina pa’ las arepas, ya sabe cuando está.
Nuevamente lo persiguimos. No para de moverse. Alí contiene la energía solar del inmenso paisaje. Estamos a la puerta de su casa. Nos invita a pasar. Entramos por la parte de atrás de la vivienda a su taller. Una habitación amplia, llena de ollas recién hechas, con un torno de pedal del lado derecho y en medio una pila de arcilla preparada para trabajar sobre un costal de yute.
–Mire, esta es la olla que yo hago. Cualquier modelo que usted quiera lo hago. Hago ollas pa’ sopa, ollas pa’ guiso, calderos elegantes pa’ freir chicharrones, papá. Todas las piezas que yo hago sirven pa’ cocinar, pa’ eso le echo arena dura, pa’ que la pieza dure mas. ¿Entendites?
–¿Cuál es la técnica para que aguanten candela sin quebrarse?
–Yo le echo dos clases de barro. Barro de la quebrada que está allá y barro de aquí, y lo ligo. El de la quebrada de allá es como amarillo y el de acá es rojo, pero cuando los ligo se vuelve así, mire, así –muestra la mezcla entre naranja y rojiza-. Le echo dos clases de arcilla y dos clases de arena pa’ que la pieza aguante más. Toque pa’ que vea, mire, mire como queda.
Le pedimos que agarre barro en las manos para hacerle una foto.
–Ah, pero yo puedo hacer una olla. Voy a hacer una olla, pa’ que usted vea cómo se hace.
Inquieto, toma arcilla del yute, la aprieta, palpa y ve la textura, se acomoda sobre un pequeño taburete y coloca la arcilla entre sus pies, sobre una base redonda de madera. Luego moldea con las manos una gigantesca arepa de barro que coloca sobre la base y la extiende uniformemente. Ese es el fondo de la olla.
–¿Primera vez que ven ustedes haciendo esto?
–Sí.
Terminada la base forma en el piso cilindros de barro y empieza a pegarlos alrededor. Va subiendo en redondo la vasija uniendo la arcilla con las manos. Es veloz, por la práctica. Preguntamos si no usa agua en el proceso.
–No. Es mejor hacerla así, con el barro más duro. El agua es pa’ pulila, ¿tú me entiendes? Porque si el barro está blandito al principio, la olla se cae.
Los profesionales de la física y la química afirman que la arcilla es un material sólido, amorfo e isotrópico (en criollo significa que en la arcilla el calor se distribuye de manera uniforme); recomiendan cocinar en hierro, en vidrio y en barro, porque son materiales inertes, no contienen metales pesados, ni resultan tóxicos. El aluminio, el cobre, los sintéticos, los polímeros como el famoso teflón anti adherente no sólo son tóxicos, sino altamente cancerígenos.
–¡Pa’ cocinar una yuca que esté dura, pa’ un hervido con leña, la olla de barro es elegante, papá!
Néstor continúa explicando la hechura de la olla mientras forma con la mano cilindros de arcilla que él llama rullitas, y los pega alrededor de la vasija.
–Esto es cuestión de rullitas y rullitas pa’ arriba. Despues de aquí –un punto de armado de diez a quince centimetros- se le saca la forma, como usted la quiera hacer.
–¿Quién te enseñó este oficio?
–Mi madre.
–¿Y quien le enseñó a tu mamá, la abuela?
–Sí. Esto viene de generación, esto viene de añales.
–¿Qué fue lo primero que hiciste o te enseñó tu mamá?
–Yo hacia caballitos, pa’ pesebre. A mano, chiquiticos. Cuando uno está pequeño hace lo que le salga de la mente, ¿entiende? Empieza uno con juguetes, después me puse a hacer ollas.
–¿Algo que al principio tu mamá te corrigiera, te dijera “esto no es así”?
–Cuando la pieza quedaba con la boca torcía. Me decía “mire, le está quedando torcía, sáquele más hombro a la olla pa’ que se vea más bonita. Ella le decía a uno que la olla se ve más bonita con los hombros. Uno mirándola aprendía. Como ella pisaba el barro y uno estaba aquí sentado, y uno miraba, ya sabía cuando el barro estaba. Cuando el barro ya está se despega del coleto (de la tela, yute o plástico sobre el que se amasa).
La madre de Néstor Alí Ruiz Quiroz se llamaba Honoria Ruíz Quiroz.
–Éramos diez hermanos, murió uno y quedamos nueve, éramos cuatro hombres y seis mujeres. Mi papá es Dios y mi madre. Mi padre fue mi madre que nos crió, haciendo cerámica. Fue padre y madre a la vez, y no nos faltó padre, gracias a Dios. Ella nos crio, nos dio educación y nos enseñó a trabajar la cerámica, a no ser ladrón, nos enseñó todo.
–¿Has tenido otros trabajos?
–Siempre he trabajado en esto, desde pequeñito, desde los siete años. ¡Yo era un cachorrito! –Exclama sonriente, sin parar de trabajar, con los ojos iluminados.
–Yo nací el 13 de agosto del 66, soy carro modelo 1966. Soy morocho, mi hermano vende verduras en la plaza de Capacho, la partera se llamaba Celestina. ¡Nací aquí en esta casa, en un poco e’ trapos papá! ¡De verdad! ¡En un poco e’ trapos! ¡Por eso yo soy tachirense, neee, cien por cien, papá!
–¿Qué se necesita para aprender este oficio?
– Paciencia, más nada. Mire, o sea, pa’ usted esto es arrecho, pero pa’ mí es fácil, porque uno está acostumbrao.
Luego de formar la boca de la olla la empieza a pulir con agua.
Preguntamos cómo hace para que las orejas de la olla no se despeguen, y como si esperara la pregunta abre a cada lado de la misma, con el dedo, dos huecos del mismo grosor. Después hace dos “rullitas” de arcilla y forma con estas dos herraduras iguales, las introduce en los huecos y las une a la arcilla de la olla por dentro.
–¿Cuánto tiempo se deja reposar antes de volverla a trabajar?
– Media hora, una hora, pa’ que el barro se ahore, pa’ que se ponga un poquito más duro, pa’ podela trabajar bien. Mañana la vuelvo a pulir otra vez. En tres días está pal’ horno ya. Antes le saco la base, la horma. Cuando la olla está dura sale sola de la horma, la pulo otra vez y le hago la base.
–¿Se debe dejar secar al sol o a la sombra?
–Aquí adentro, a la sombra. En el sol se me jode, se raja, se agrieta, se seca muy rápido y después no la puedo arreglar, y me queda muy sufrida, muy fea.
–¿En cuánto vendes una olla de estas?
–Depende, yo esta la vendo en diez pesos y aquella en quince: baratas (menos de tres dólares). ¡Pa’ lo que lleva! Yo mismo la quemo con leña que buscó por el cerro.
Durante todo el proceso de trabajo, Xiomara, la hermana de Néstor Alí, ha acompañado la entrevista en silencio, mostrando por su hermano gran afecto. Ella también es artesana.
Preguntamos por el torno.
–Mi hermana es que lo usa, yo no sé usar el torno ese. Ella hace muñecos –la mira con cariño y sonríe-.
La señora Honoria Ruiz Quiroz partió hace varios años, y fue tanto lo que trabajó en la vida para criar y educar sola a sus diez descendientes, que durante un tiempo quedó penando por la casa porque dejó todavía un pendiente.
–Desandaba en las noches, sonaba como cuando uno golpea el piso. Ah, pues me puse a limpiar el galpón y de repente veo una olla ‘crúa’, la quemé y ella dejó de desandar. Penaba porque dejó eso sin hacer. Yo la hornié y la deje pa’ mi, pa’ cocinar”.
Vamos atravesando la casa hasta detenernos en el corredor del frente mientras escuchamos como en un sueño.
–Pasen por aquí. Yo vivo así, sin plata, sin nada. Pero pa’ qué plata si la gente tiene que plata no son felices. En cambio uno no tiene nada y mire (señala el horizonte): ¡Felices! ¡Y uno jode!
El viento sopla y estremece los matorrales con tanta fuerza que la voz de Néstor Alí se pierde mientras lo seguimos para ver el horno de quemar las piezas.
2 comentarios
mis tios Peluche y Xiomara, mi nona Honoria «Ole» Q.E.P.D , Dios los bendiga siempre, a ellos, al resto de mi familia y a todos los habitantes de mi tierra de Lomas Bajas
Excelente