El moldeado artesanal de figura de arcilla es el dato cultural por excelencia de Las Lomas. Segunda parte de la serie sobre la incursión a este pueblo tachirense
Penélope Toro León / Fotos: Wilfredo Machado
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Estuvimos observando por un buen rato la interesante demostración del trabajo del alfarero Néstor Alí Ruiz Quiroz, mientras Xiomara Yaneth Ruiz Quiroz, su hermana, permanecía en silencio. La carismática personalidad de Peluche y la pericia de su arte parecía hipnotizar al equipo.
Cada tanto miraba a Xiomara, me llamaba la atención su gestualidad cuando Néstor Alí decía que ellos no vieron padre, que su mamá fue padre y madre y los había criado sola a punta de barro. También me pareció curiosa la reiteración de ello en su discurso, a lo que Xiomara reaccionaba.
Tenía gran expectativa con esta pauta. Había visto, hacía ya bastantes años, el documental “Yo, tú, Ismaelina”, realizado en el año 1981 por un movimiento feminista icónico venezolano de esa década, el Grupo Miércoles. Tuve el CD que me dio una de las compañeras cuando empecé mi militancia en el feminismo. Me marcó profundamente. Sabíamos que esa alfarera ya no estaba viva, pero me intrigaba todo de aquel lugar. Me resonaba como un eco ese nombre: “Ismaelina, Ismaelina”, tal vez porque mi hijo se llama Ismael.
Personajes “secundarios” del pesebre
Ya habíamos visto todo el proceso de la realización de las ollas y el grupo se separó por géneros, tres y tres. Aproveché el momento de intimidad con Xiomara y Consuelo. Consuelo Pérez, por su trabajo de tantos años en la Casa de la Diversidad Cultural, conoce ampliamente a los cultores y cultoras de la zona y las realidades sociales que les afectan. Hablamos. No estaba grabando. Sentía que debía ir con delicadeza. Xiomara pensaba que veníamos por su hermano no más. Las personas de este lugar suelen ser como su geografía con el verbo: áridos. Hay que hurgar en sus gredas de colores roja, amarilla, blanca.
Hice un par de preguntas usuales: “¿Y tú también trabajas el barro? ¿cuántos hijos tienes?”. La respuesta tímida a la primera pregunta fue sí, pero tuve que insistir para ver su trabajo. Sacó un manojo de llaves gigantesco y por allá en un cuarto, en la parte trasera de la casa, tenía unas piezas tapadas con un plástico en proceso de secado. “Hay que tapalo pa’ podelo trabajar y que no se seque muy rápido”.
Verlas de cerca fue sorprenderme. Nunca había visto un trabajo de barro como este. Xiomara hace muñecos a mano e imprime a sus personajes una inusual expresión en sus rostros, como de sorpresa, inocencia y júbilo a la vez. Borrachitos, gorditos, arrieros montados en bestias con su machete en la cintura, burros y mulitas cargadas de flores y también materos. Hace: “pocillitos, floreros, gallinitas, que si ollitas, todo pequeñito, coroticos para el pesebre”.
Ciertamente en nuestro país hay gran tradición de elaboración de pesebres o nacimientos en las fechas decembrinas, rememorando el nacimiento de Jesús de Nazareth. Pero en los estados andinos, el culto a la figura del niño Jesús es muy marcado. La realización y el lucido del pesebre en casas, negocios y también los colectivos, como en calles y veredas, es una tradición especialmente importante. Las familias sienten orgullo de exhibir un pesebre grande, vistoso y con muchos “coroticos”. De ahí la expresión andina: “se metió con los coroticos del pesebre”, quiere decir que desacralizó lo que es sagrado.
Las piezas que Xiomara realiza a mano son personajes de la vida cotidiana. Cuando hablamos con estas personas, trabajadoras del barro, hay una constante: empezaron de pequeñitos, pequeñitas, uno: viendo; dos: jugando. El carácter especialmente lúdico del barro parece dar a la infancia de esta zona una ventaja para el aprendizaje del arte. Xiomara dice que a ella desde pequeña le gustó hacer muñecos. Aprendió a trabajar el torno y también realiza múltiples bases para distintos objetos como los materos, muy populares y buscados.
No vi los personajes principales del nacimiento, Jesús, María y José; así que le pregunté. Me dijo que no con la cabeza, que esos no, que la gente llevaba sus borrachitos y sus mulitas para adornar el pesebre, y de lo otro, una subida de hombros, expresión habitual cuando no saben qué responder. Es como un “porque sí”, “porque no” o “no sé por qué”.
El sucesor
–Desde pequeña más que todo me gusta hacer así, muñequitos a mano. Y en el torno hago los júcaros, pa hacer los muñequitos en la base, pa’ hacer las ranitas-. Júcaro es un término local que nos costó mucho descifrar. Aparentemente se refiere a la base en el torno para luego elaborar las distintas piezas: materos, alcancías, lámparas y también materos con formas de animales, como ranas, para los jardines.
En cuanto a la pregunta por la descendencia: dos hijos, una mujer y un varón. “Al hijo mío le gusta hacer muñecos, ¡usted viera, qué belleza de muñecos!, Hizo la cara de la abuela. El busto, lo hizo, lo tienen allá. Es muy pacencioso pa’ trabajar, detalla las cosas como es”. Una palabra que sale a relucir con frecuencia cuando hablan de su trabajo: paciencia.
Un rato más tarde fuimos a su casa, ubicada más abajo de la de su hermano, en cuya entrada hay un hermoso jardín con rosas, limones, pompones, matrimonios y rebosantes suculentas en lindas macetas de barro. Xiomara se sentía contenta con nuestra inesperada visita. Vimos otras piezas hechas por ella y nos mostró, llena de gran orgullo, el hermoso busto de la señora Honoria, elaborado por su hijo con una rara arcilla blanca.
Con él honran el legado del arte de la alfarería y el moldeado de la arcilla de su difunta madre. “Mi mamá nos enseñó a hacer todo esto, Nosotros aprendimos al lado de ella”.
El sustento y la técnica: legado de las alfareras de Lomas Bajas
Arriba, en la casa de su hermano, en aquella colina de donde se ve el pueblo en su esplendor, conversábamos sobre el tema de la maternidad en soltería, por lo que recalcaba Néstor. Su gestualidad sólo se debía a que es un tema que le incomoda, le entristece. El padre de su hijo e hija tampoco asumió.
–No -otra subida de hombros–: aquí los hombres se van.
–¿Pero se van para dónde, se van de Las Lomas, para otro lado?
–No se están con las mujeres, las preñan y se van y después vuelven y las vuelven a preñar y uno pues, de toche, se vuelve dejar preñar y así hasta muchos… Pero yo no, yo dos y no más-, dijo frunciendo la boca como dando un besito.
Tradición alfarera
Ese era un gesto que había visto en gente andina. Es como una señal de negativa, de cierre. Consuelo asentía y complementó diciendo que esa era una situación particular de Lomas Bajas. Recordé el documental. Suponía que, si aquellas militantes decidieron realizar ese trabajo acá, era porque se trataba de una realidad particularmente distinta a la de otras regiones. Similar al conflicto social con el gremio de artesanos y artesanas con el que nos topamos en Palmira; aquí había una peculiaridad en la que se cruza la situación de género con el oficio del moldeado de la arcilla.
Este es un pueblo que vive de la alfarería. Existen grandes, medianas y pequeñas fábricas familiares, pero, por tradición, quienes hacen el trabajo son las mujeres, los hombres no trabajan el torno. Hoy en día en las pequeñas fábricas familiares los hombres buscan la leña, se encargan de quemar, buscar y procesar el barro.
Dependiendo de la dimensión de la fábrica estos procedimientos se hacen manualmente o con máquinas. Pero antiguamente todos esos procesos se realizaban de manera doméstica, únicamente por las mujeres y las niñas a partir de la pubertad, quienes eran, en general, sostén del hogar. Las madres tenían muchísima cantidad de embarazos y retenían a las niñas en casa para que pudieran ayudar con las labores domésticas, el cuidado de los bebés y, muy importante, aprender a trabajar el barro. Ese aprendizaje era una garantía de sustento para el linaje, una obligación.
En el caso de Xiomara la cercanía con su hermano y la dedicación de este arte por parte de Néstor Alí, hace que se entreayuden en los procesos. De hecho, en la casa de Xiomara se encuentra un depósito grande con la producción de ollas de él, de dónde nos dio a escoger una para regalarnos, así como dos materos y muñequitos hechos por ella. La familia vende sus piezas allí mismo, dice que no salen a venderlas a ningún mercado.
Quedé prendada de la hermosa arcilla blanca con la que fue elaborado el busto de la señora Honoria. Como no había más piezas de ese color, pregunté. Para la venta mezclan la greda amarilla, roja y la blanca; no hacen piezas con sólo blanca porque la gente piensa que están crudas y no las compran.
Siempre había querido un pesebre artesanal, así que sugerí, tomándome el guarapo de café que amablemente nos ofrecieron, si podía hacerme uno con esa arcilla pálida; Jesús, María y José, los reyes magos, el ángel, la mula y el buey. Xiomara Yaneth sonrió entusiasmada. Cogió un papel y tomó nota detallada de mi requerimiento. Intercambiamos teléfonos.
Dicen que el silencio es una muestra de sabiduría y las sonrisas el habla del corazón. Cuando está contenta, a Xiomara los ojitos le brillan como las brasas que queman sus piezas en el horno, como la expresión de sus muñecos, que es la misma de Néstor Alí, su querido hermano.
Nos llevaríamos una tremenda sorpresa con la siguiente familia a quien visitamos al subir por otra de las lomas de este rojizo pueblo.
1 comentario
que belleza, un deleite leer y vincularse