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Ingenio para mantener a raya un agrotóxico

por Alejandro Silva Guevara
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Con apenas veintitrés años de edad, Luis Rodríguez nos presenta un desarrollo que podría aportar un grano de arena en la solución de un problema que los campesinos vienen sufriendo desde hace mucho

Alejandro Silva Guevara / Fotos: Luis Escalona

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Sabemos de sobra que la urea no es buena. Comenzando por el hecho de que esta sustancia es un desecho que se expele por la orina de animales y humanos, la urea también es procesada, se le agregan otros químicos, es convertida en gránulos para estabilizarla y optimizar su comercialización, y finalmente aplicarla como abono para plantas sembradas en grandes extensiones de tierra, lo que ha convertido este producto en uno de los más utilizados en nuestro país.

Sin embargo, la sobreexposición a este producto mucho más allá de lo necesario, porque continúa siendo utilizado para garantizar las cosechas “exitosas”, tiene sus efectos adversos en los campesinos “de a pie”, o sea, en aquellos sembradores que no poseen las costosas máquinas con las que se distribuye este abono y que por ello deben hacerlo con sus propias manos, con el saco en el lomo, bajo el rudo sol llanero.

Para quienes se pregunten qué pasa con los abonos ecológicos, pues resulta que la producción de éstos no pueden cubrir las inmensas necesidades reforzar las siembras en terrenos extensos porque, precisamente por ser orgánicos, se pueden aplicar en conucos o extensiones limitadas, debido a que aún no se puede fabricar a gran escala para ser utilizados masivamente en la siembra de terrenos grandes. Así que, lo queramos o no, la urea es un producto químico que seguirá estando presente en el campo.

Cambiar para mejorar

Luis tiene apenas veintitrés años de edad. Nació en Acarigua el 13 de octubre del año 2000. El año pasado (2023) culminó su carrera como Ingeniero Agroindustrial y sólo espera el título que le será otorgado este año (2024). Desde siempre ha estado en el campo, sembrando, por lo que le resulta normal todo lo relacionado al cultivo de diversos rubros y sabe muy bien cuáles son los efectos que puede causar en la gente el uso de la urea, no porque lo haya visto desde la empalizada, sino porque le ha tocado muchas veces montarse un saco de 25 kilos entre espalda y hombros: “Así es muy rudo; montarse un saco en la espalda y regar la urea con las manos, termina quemándotelas, y te quema la piel de la espalda, caminar mil quinientos metros, pa’ allá y pa’ acá con ese solazo. Eso es mucho”.

En el caso de Luis, usualmente es contratado por agricultores de las zonas cercanas a su casa para que haga esta parte del trabajo que es bastante pesada. Un compañero le dijo que tenían que buscar la manera de hacer el trabajo más rápido y buscando minimizar el contacto del abono con el cuerpo y las manos. Se ideó un morralito al que le conectó una manguera, pero que no era más que un saco, y a pesar de que la idea funcionó en cierta medida resultó ser una solución a medias.

Por supuesto que existen máquinas especializadas para la aplicación de distintas clases de abonos, pero los costos de esos aparatos, aparte de que no se consiguen mucho, están fuera del alcance de Luis, por lo que debió ingeniárselas para ver cómo solucionaba la otra parte del problema que presentan las fertilizadoras manuales de mochilas, y que es que por la forma esférica de la urea procesada se obstruyen las mangueras en el momento del proceso de riego causando mayores retrasos en la labor.

Sin recursos para más, Luis se inventó un aparatico que le pone fin al problema: un triturador manual. El sistema consiste en un recipiente rectangular construido de acero inoxidable, es atravesado por una manivela que hace girar un tornillo “sin fin”. Éste muele la urea granulada para que pueda salir libremente por la manguera aspersora, de manera que si se tranca sólo debe hacer girar el sistema y los grumos se deshacen, dejando salir el abono libremente, más o menos como los molinos de maíz.

Al principio lo puso a funcionar con el saco-mochila que propuso su compañero de faena, pero la idea es que el sistema se le pueda adherir a una fertilizadora manual de mochila de plástico para que sea más cómodo y efectivo en la aplicación del químico. Tuvo cuidado, por recomendaciones de su tutor, de hacer un sistema que se pudiera reparar o sustituir piezas con facilidad, así que todo está cohesionado por una cupilla que, al removerla, desarticula todo el sistema y se puede armar en menos de un minuto.

Con este sistema también se minimiza el tiempo de regado del abono. El punto más importante radica en que ya no habrá necesidad de tener contacto con el producto, por lo que las lesiones que causa se minimizan casi totalmente.

Este sistema también puede ser utilizado con abonos orgánicos en menor medida, pero estos también deben ser compactados o adaptados para que posean cierto nivel de dureza o consistencia, el mismo peso de las esferitas de urea, con el fin de que el asperjador pueda triturarlos y esparcirlos correctamente.

Hasta ahora Luis no ha concretado un prototipo como el que quisiera proponer para ver si se puede producir masivamente; o sea, está pendiente por razones económicas.

La realidad y los sueños

Para llegar a la zona conocida como San Gil, caserío El Mamón, hay que rodar unos 40 minutos desde Acarigua. William Ortega, Gerente de Operaciones de CANTV (quien amablemente puso el transporte a disposición), Diana Carolina Almao (excelente trajadora del Mincyt de Portuguesa) y el profesor de la UNELLEZ y tutor de Luis Rodríguez, Saturnino Díaz, son guías a través del paisaje. En un momento que no se nota a nivel consciente, se acaba la carretera de asfalto y comienza un camino de tierra, así como también se deja ver la espectacular belleza de nuestros llanos; cero montaña, sólo horizonte abierto.

En el entorno de Luis Rodríguez hay muchos inventores, como Santos Garrido, quien tiene fama de que no hay aparato que lo haga rendirse, y su mismo padre que es soldador. Es gente de trabajo, de que los que se reinventan y se reconstruyen.

La casa tiene bastante terreno donde cría chivos y cochinos. En un estanque que cultivan tilapias para el consumo. Hasta hace poco vendían la leche de cabra con la que aseguran que los helados quedan más sabrosos.

Luis Rodríguez trabaja en una de las súper tiendas por departamento que amenaza con cubrir todo el territorio nacional, mientras espera la oportunidad de ingresar en una de las grandes empresas dedicadas a la producción de alimentos del estado, pero no con miras a quedarse allí, sino con la meta de aprender todo lo que pueda sobre procesos de siembra a gran escala. Sueña con poder comprar su tierra y dedicarse al cultivo.

Como todos los inventores e inventoras, espera poder obtener el apoyo de quienes puedan proveerlo, para dedicarse a armar y dar a conocer un prototipo completo de este sistema que beneficiará al campesinado, a los que trabajan a pesar de los riesgos a su salud.

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