“Con agua y con mierda, no hay cosecha que se pierda” dice una frase de batalla entre la gente del monte, conuqueros, hortelanos, chacreros y hoy, agroecólogos.
Esa expresión es una síntesis de la experiencia ancestral de quienes convirtieron su día a día productivo y su relación con la tierra en fórmulas que el tiempo convalida, pero que el progresismo desdeña en función del negocio.
En Colombia, el ingeniero agrónomo redimido, Jairo Restrepo, la usa como una sentencia que estampa en franelas, libros, redes sociales y en su discurso por el rescate de la relación cultural tensa y perdida, entre el hombre contemporáneo y la naturaleza, como si no fuéramos una misma cosa.
Y digo redimido con mucho respeto porque creo que él mismo se describiría igual. Restrepo, un científico formado en el más competitivo entorno de la agroindustria brasilera, hoy se dedica a dinamitar los pies de barro del capitalismo financiero agrícola, con sus conferencias y talleres por el mundo. Y el agua y la mierda son sus principales argumentos.

Como Restrepo, un buen número de científicos se ha quitado la bata de laboratorio para ponerse la ruana, o el poncho y el sombrero de los soldados del empirismo ancestral. De esa relación está saliendo un movimiento poderoso: la agroecología.
Nada más agroecológico que un conuco, una chacra, una rosa, una milpa, como llamamos a todos los cultivos prehispánicos, que además de mantenernos a flote, con vida en el cuerpo, también enaltecían nuestra necesidad espiritual.
Y la ciencia, la ciencia buena, porque hay ciencia mala, desde hace tiempo tomó de la mano al conuquero, al chacrero, al milpero, y en una relación necesaria, como la canción de Alí, está produciendo el tipo de vida que debemos llevar para desacelerar la extinción.
Hoy el campesino que no se alienó en las fórmulas mágicas de Monsanto, Syngenta o Bayer tiene a gente como Restrepo ayudándolo a reemplazar tanta porquería industrial con agua y con mierda, sustancialmente.
El impulso a las biofábricas de fermentos, abonos, sustratos, minerales y toda clase de insumos agrícolas, a partir de materias primas orgánicas, en cantidades que nos permitan creer que podemos desaparecer para siempre al fantasma de la agro farmacia de nuestros campos, es una realidad.

Pero ese es un descubrimiento que hay que manejarlo con cuidado, porque corre el riesgo efectivo de terminar alimentando, dándole sangre al mercado y las formas sistémicas capitalistas que buscamos desplazar y desaparecer.
Ya le pasó al movimiento orgánico. Hoy, para producir una lechuga “orgánica” en mercados de capitalismo extremo, como el chileno, se necesita complacer al Sistema con una lista de requisitos que desestimula al más paciente y esforzado.
Pero esa misma lechuga se produce fácil si te atienes al esquema del agronegocio que tiene para tí un paquete tecnológico, esperando que le abras la puerta de la granja y envenenes tu tierra y tu espíritu con esa forma de dinero fácil.
La agroecología no debería plantearse una competencia en términos económicos con el Sistema, ni debería proponerse como el reemplazo de los agroquímicos a gran escala en los sistemas de producción de alimentos.
La agroecología es una propuesta para cambiar radicalmente las formas de la vida en general, y no solamente la de las plantas, las lombrices, los hongos y los campesinos.

Restrepo lo advierte en sus conferencias: “El que vino aquí buscando una forma de salvar su negocio con la agroecología, y seguir aportándole al Sistema, se equivocó de escenario”. De hecho muchos han iniciado de esa forma su relación con él y la agroecología, y hoy son poderosos apóstoles de esta necesidad de cambiar las relaciones humanas con nuestro medio natural.
Todo lo que un productor necesita para sembrar sus alimentos y desarrollar un núcleo familiar está en su entorno.
Unos hijos bien alimentados, material y espiritualmente, serán la garantía de unos seres humanos con los que se podrá concertar una forma de vida justa y en respeto por el resto de la vida que nos rodea.
Porque nuestra pretensión antropocéntrica hace que hablemos de “mejorar la calidad de vida”, refiriéndonos a tener un televisor más grande, un servicio de internet más robusto, una casa de tres garajes.
Cuando la realidad es que debemos mejorar es la calidad de “la” vida. Ese artículo es la clave para pasar de un Sistema a otro.
Si comenzamos a pensar en función de la vida que nos rodea, el agua, el suelo, las plantas, y no la carretera, la antena para celulares, el acondicionador de aire, todo se aclara y simplifica, todo se borra y se disipa en una encuentro mágico con lo necesario.
Nuestros campesinos raizales, nuestra gente ancestral lo resume así: con agua y con mierda no hay cosecha que se pierda. Y si no se pierden las cosechas, no se pierde la esperanza de que podemos cambiarle el rumbo a esta tragedia.
1 comentario
Aquí practicamos en la amazonia los baños secos que literalmente producen compost de los desechos humanos con un proceso sencillo pero de largo aliento, las infancias vienen trabajando en ello. abrazos ecosostenibles para tod@s.