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Sobre la canción y otras mercancías

por Jose Roberto Duque
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“To’ lo que echa sangre es carne y lo que güele es aliño”

En el devenir de ese imperceptible salto del instinto al pensamiento, de la mano a la herramienta, de la recolección y la caza a la agricultura, el trabajo colectivo muta también hacia formas de explotación al otro, y la producción, hacia la mercancía. La alienación del trabajo de la que habla Marx. 

¿Debido a cuál circunstancia o condición natural o espiritual, la cultura adquiere esas perversidades? En la fe de que somos mayormente amorosos, se me ha ocurrido la teoría de “el cochinito malvado”. Eventualmente se ve entre las crías de una cochina, un cochinito voraz que quiere mamar en todas las tetas y usurpa el lugar de los demás. Y la malicia hace estragos entre la mansedumbre. Pero, también, veo a los perros peleándose por tener sexo, frenéticos, extasiados ante el celo de la hembra y luego, pacíficos, todos echados, saciados o diluido el sortilegio. No hay amor en el pájaro que come las garrapatas en el lomo del toro ni odio en la culebra que devora al ratón. Del animal venimos y del animal conservamos gran parte de su naturaleza, pero esa paz ni esa violencia la podemos extrapolar mecánicamente, aunque la usemos como metáfora. No nos corresponde aquí profundizar ni filosofar en eso. Pero, si enfrentar, revertir, desechar o renunciar a las perversiones culturales que nos someten, martirizan y corrompen como pueblo.

La cronología histórica de la alienación del trabajo materializada en mercancía está registrada en hechos. Cualquiera los puede consultar. Tal vez, menos perceptible, estaría la de la conducta o comportamientos generados a partir de ella. Tanto de aquellos adquiridos por lógica conductista en la práctica y la repetición, hasta los impuestos premeditadamente por los laboratorios y empresas de la manipulación mental al servicio del capital.

La ciencia, la tecnología y el arte serán instrumentos y negocios del capitalismo. La creatividad, la invención, la investigación… todo eso tendrá un interés mercantil. El capitalista invertirá en esa línea, pero recuerde que la rapiña es inherente al capitalismo, por tanto, también estará a la caza de todo lo que encuentre en las comunidades que haya surgido por iniciativa propia, para comprarlo o arrebatarlo por cualquier medio. La invención, la creatividad es una condición primaria de la gente en su desarrollo cultural para la resolución de problemas y mejorar la calidad de vida. Pero, de igual modo, estarán también, quienes a conciencia se dedicarán a inventar y patentar lo creado para su venta. 

Una vez le preguntamos a El Cazador Novato de los plagios en la canción llanera, más que como a quien le gusta el chisme que por otra cosa, y él se sacó el lazo así: “eso andaba orejano porai y quien lo encontrara era de él”. Mucha música y canción hubo por esos montes que terminó siendo anónima, pero también patentada por algún oportunista en esos tiempos en que la comunicación entre esos lejanos lugares con los centros urbanos era mínima y dificultosa. Cuenta Rusbel Prado que estaban un grupo de copleros y músicos llaneros cerca de SACVEN (Sociedad de Autores y Compositores de Venezuela, fundada en 1955) en Caracas, remolineando por allí a la espera de que alguien los contratara pa “matá un tigre” y entonces y que pasó frente a ellos un reconocido musico y compositor nuestro con una carpeta bajo el brazo y Carlos González y que le preguntó: 

–¿Pande vas porai, fulano?

–Por aquí, a registrá unas cancioncitas.

Y que respondió el fulano, y Carlos y que le dijo: 

–Erga, cualquier rato vas a registrar el himno nacional.

Mucho cuento de esos hay en los caminos con su carga de verdad y de leyenda, incluso de canciones muy populares. Lo mismo ha ocurrido con la ciencia y la tecnología. Los capitales, a la caza de cualquier invención, y aquí sí es verdad que muy poca leyenda existe, sino más bien, una extensa crónica de guerra en los inauditos despojos, agresiones, saboteos, atracos; propios de la competencia que de “sana e inocente” nunca ha tenido nada. Inversiones en la investigación científica y en expediciones con esos fines. Encubiertas y encaradas, desde un Alejandro de Humboldt y su “pasión naturalista” hasta la invasión militar en Libia e Irak. Desde el legendario supuesto enfrentamiento en relación a la electricidad de Thomas Edison y Nikola Tesla, uno como negocio para intereses capitalistas particulares o corporativos y el otro para beneficios colectivos o simplemente la pugna en el negocio de uno que proponía la corriente continua y el otro la corriente alterna.

Desde los inicios a lo largo del siglo XX, la discografía tenía su mercado, el cual se irá acrecentando. Se sabe de discos de Carlos Gardel, sin duda uno de los primeros en América Latina, grabados hacia 1917. La popularidad de este cantor fuera de las fronteras argentinas, además de las giras por los teatros de la época, debió ser también por el disco y las vitrolas (primeros aparatos reproductores de discos).Recuérdese que para 1935 Gardel visita a Venezuela, lo cual no hubiese hecho de haber sido un desconocido. Interesantes, por cierto, esas primeras grabaciones, mayormente a dúo con José Razzano, donde se aprecia lo genuino del canto en uno de los géneros de la cultura musical del pueblo argentino. Ya mencionamos que estos cantos serían objetivo mercantil para la industria discográfica como se corrobora tiempo después en Venezuela y otros países.

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