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Pensamiento conuquero | Las tres patas de la conciencia

por Teresa Ovalles
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-Compadre,¿Dios existe? 

-Sabrá Dios, comadre.

Gino González

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Se me ha ocurrido dividir la conciencia en: Reivindicativa, histórica y existencial. La síntesis de las tres conformaría la conciencia plena.

La conciencia reivindicativa parte de los reclamos naturales sustentados en el simple hecho de nacer y vivir en un espacio. La satisfacción de tus necesidades vitales que como todo ser vivo te corresponde. Esas que se convirtieron en derechos o leyes que luego se pelea por hacerlas cumplir. Todo el devenir histórico se nutre de ese elemento, obviando mayormente, el político y lo existencial. Lo primario es lo que prevalece. Bueno, porque somos un animal y esa fuerza es lo primordial que nos mueve. Aquí está lo dialéctico del asunto.

He señalado en otros escritos, refiriéndome a la insurrección de 1814 en Venezuela, de cómo se libró en nuestro país una cruenta guerra civil con la mortandad que trajo consigo y en ese entonces no había electricidad, los caminos eran de tierra, el transporte era a pie, en bestias o carruajes y desde luego, no había teléfonos ni internet. Sin embargo, un elemento reivindicativo fue el detonante, el primario, el elemental: la tierra. Después de eso, agréguele otros: el maltrato que enciende la mecha de la dignidad, junto a un componente político histórico: la esclavitud. Aspectos que por ende conllevan a una forma de afrontar la existencia.

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Lo reivindicativo se sustenta en el estómago, lo histórico se sustenta en los argumentos políticos conectados con el corazón. La dignidad no tiene nada que ver con un plato e pasta ni con un teléfono celular. Claro, en el hambre capitalista los argumentos políticos son muy débiles. Como el animal que somos, en la manada codiciamos y reñimos si al otro perro le toca un hueso mejor que el de nosotros. Esto se acentúa en las dificultades, pues en ellas existen dos tendencias: la unitaria juntura o el pillaje individualista. En esta última, priva es el estómago, no hay conciencia política que valga. Allí comenzamos es a mirar el hueso del otro.

La conciencia histórica debe estar por encima de lo reivindicativo sin que esto implique renunciar a éste. La defensa del territorio, el nacionalismo, es revolucionario; así como en otras épocas lo reivindicativo también lo fue. Los acontecimientos que dieron origen a establecer el primero de mayo como Día del Trabajador, es un ejemplo.

En todo esto cómo encaja “lo existencial”. A mí se me ocurre llamarlo así, pero digamos, “lo místico”, “lo filosófico” (por qué no). No lo llamo religioso, lo religioso a mi entender tiene demasiado que ver con dogmatismo. Voy a tocar el tema, con el debido respeto de amigas y amigos profundamente religiosos, a los cuales quiero mucho. Nunca hablo de eso a nadie para no herir susceptibilidades, pero tampoco acepto hablar del asunto con quien no quiere. “Pero, crees en Dios, ¿verdad?” “Y a ti que te importa eso, no seas entrépito”. –Le respondí a alguien una vez que insistía en “predicarme”. Mi abuela prendía vela a las ánimas en los rincones de la casa, pero nunca la vi de puerta en puerta convenciendo a los demás de que tenían que prender velas a las ánimas.

Preciso hablar del asunto porque ha adquirido una importancia estratégica.

La manera de afrontar los misterios. A eso llamo yo conciencia existencial. Tampoco me asumo como ateo. No soy tan pendejo para ser religioso ni tan arrogante para ser ateo. Aunque, qué mayor arrogancia que la del líder religioso abrogándose la autoridad de “interpretar la voz de Dios”. En fin, ambos son dogmáticos porque el religioso no tiene argumentos objetivos para explicar lo que cree ni el ateo para explicar lo que no cree.

Desde los tiempos más remotos, manipular los misterios ha sido un arma. Se fundamenta en ese “malestar de la cultura” del animal que no somos.

Los miedos siguen allí intactos. Y mientras más individualista eres, más te asaltan los temores existenciales. El más allá, lo desconocido, el terror a la muerte por encima del natural instinto de conservación que tenemos como especie. Resulta pasmoso como el discurso religioso en lo místico (para quedarnos con la posibilidad que le dijo Fidel a Chávez: “Yo soy cristiano en lo social”) aun siga vigente y como, al igual que en los tiempos remotos, sea utilizado políticamente con éxito. Hasta victorias electorales se han obtenido mediante este artificio.

Si al misterio lo llaman Dios, creo en Dios y para eso la única devoción que tengo es el asombro. ¿Quién está facultado para explicar los misterios? Aquello que la ciencia no puede explicar y donde la filosofía se queda corta, tú si le tienes explicación con ficticios argumentos, los cuales debes creer porque sí, porque ese es un dogma, el cual se sustenta en la fe, y créelo porque sólo eso te salva no sé de qué…y el “pecado” y que “aquí está escrito”. Trampa, arrogante enajenación o extrema estupidez.

Ay, ¿pero me vas a dejar así, con todo el peso del universo sobre los hombros? Esas preguntas son ecos en nuestras mentes, somos presa de una enorme soledad universal buscando respuestas que de nada nos sirven para vivir. El infinito microscópico y macroscópico, la vejez, las enfermedades, los sueños, lo parasicológico, etc. Tantas vainas. Hasta el marxismo que desarrolló toda una teoría sobre la sociedad: el materialismo histórico, entendió que le faltaba una rueda a la carreta para explicar la vida en su totalidad y quiso aportar una filosofía para explicar lo inexplicable: el materialismo dialéctico.

Lucero del infinito / donde no llegan miradas / y te encuentras más cercano / que lo profundo del alma / cansado de preguntarte / pero tú nunca me hablas / desde ahora en adelante / no te pregunto más nada.*

“Yo me muero como viví”, dice Silvio en una canción. En mi caso diría: Yo me muero como nací, no sé de dónde vengo, tampoco sé  a dónde voy. Es lo más honesto. “Imagina que no hay cielo ni infierno”, diría Lennon. Si te atormentan los misterios, asume lo que tengas que asumir, pero ellos nada tienen que ver con la historia, a no ser para imponer un pensamiento político. Ya lo dijo el poeta Carlos Angulo una vez: “De Dios se pelean son las siglas”. ¿Qué te atormenta? ¿La vida después de la muerte? Bueno, piensa que sí, siente que sí, aunque sea poesía, asume que sí, que somos eternos, no pensarlo, más que otra cosa, constituye una gran incapacidad deductiva, pues es descomunalmente maravillosa la vida, incluso, mucho más allá de este pobre planeta conforme en su tercer lugar. Ante esa maravilla no hay discurso ateo ni religioso que valga. “La vida es lo que es”, escribió Tomasino, un joven poeta que a los 15 años tuvo que asumir la mayoría de edad que nos confiere la muerte. 

Mira hacia arriba / mira hacia abajo / mira a los lados / y te darás cuenta / que este es un planeta / en un mar inmenso / en el universo / navega la vida / a esa maravilla / no le tengas miedo / vamos a querernos / y que el viaje siga.** 

*Gino González. Canción: Qué merece mi ignorancia.

** Gino González. Canción: Venezuela hermana.

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