Julián Márquez
Un largo viaje en buque mercante, desde Israel hasta Venezuela, estableció en Caracas al niño Gabriel Chuchani cuando nomás contaba cinco años de edad, convertido en inmigrante junto con sus padres. Había nacido en Jerusalén el 31 de mayo de 1924, procedente de una familia judía de origen persa.
En el desplazamiento de la primera infancia, el futuro hombre de ciencia, distinguido muchos años después como el padre de la química moderna en Venezuela, se fue acostumbrando a las formas de vida criolla en el ambiente donde empezó a conocer la nueva realidad, expuesta a su alrededor, común a otros inmigrantes atraídos hacia el generoso país de los inmensos yacimientos de petróleo.
Con el transcurrir de los años llega la época de las primeras letras a la vida de Gabriel. Quizá por razones económicas sus progenitores prefirieron inscribirlo en un colegio público. Tras esa resolución el pequeño israelita comenzó sus estudios primarios en la escuela República de Brasil. La secundaria le correspondió cumplirla en el Liceo Aplicación, donde en 1945 recibió su título de bachiller, envuelto en la radiante aura de un joven deseoso de conquistar un futuro promisor en el campo de la ciencia.
Ambiciones académicas
Terminada la primera etapa de preparación pronto partió hacia los Estados Unidos a emprender los estudios universitarios. En 1950 alcanzó el título de Bachelor of Science conferido por la Universidad de Delaware. Luego de ese importante logro obtuvo en un año el título de Magister en la misma universidad. Al poco tiempo recibió una beca de la Universidad de Tulane en Nueva Orleans, puestas sus ambiciones en la consecución del título de Doctor en Química, obtenido –acaso como se lo había propuesto– cuando frisaba los 34 años. Cuatro años después, la Universidad de Louisiana le confirió en 1954 el título de Doctor of Philosophy.
Después de una permanencia de largos años de ejercicio profesional en los Estados Unidos, el doctor Gabriel Chuchani decide regresar a su país de adopción. Arriba con el propósito de integrarse a la Universidad Central de Venezuela. Sin embargo, sus deseos no fueron correspondidos, no corrió con la suerte de ser incorporado a la principal casa de estudios superiores del país.
Mientras la frustración lo azuzaba a retomar el camino por donde había venido, encontró la solidaridad de sus amigos Francisco de Venanzi y el doctor Marcel Roche. Estos lo convencieron de integrar el equipo científico del Instituto de Investigaciones Médicas de la Fundación Luis Roche, ubicada alrededor de la plaza Morelos. En los tres años de tareas en la fundación, el doctor Chuchani aportó sus conocimientos químicos en la lucha contra la bilharzia y la leishmaniasis, consagrado a la síntesis de compuestos de antimonio destinados a la cura de estas temibles endemias tropicales, común entonces en el país.
Hacia la cumbre del IVIC
En 1958 Marcel Roche es nombrado director del Instituto Venezolano de Neurología e Investigaciones Cerebrales (IVNIC) en sustitución del doctor Humberto Fernández Morán, quien había dirigido el Centro hasta la caída de Marcos Pérez Jiménez. Con la reorganización planteada por el doctor Roche, el instituto científico de los Altos Mirandinos cambiaría de nombre, pasando a denominarse Instituto Venezolano de Investigaciones Científicas (IVIC).
A partir de ese período se abren novedosas perspectivas científicas en la institución, con el ingreso de nuevos investigadores, algunos reclutados de la Fundación Luis Roche. Lleno de confianza Chuchani emprende la tarea de instalar un avanzado laboratorio de Química, modesto y con pocos utensilios adecuados. Combinó muchas veces la química con la medicina dedicado, con pasión, al estudio de componentes del benceno y sus derivados, compuestos utilizados en la industria química y farmacéutica, como también a la investigación de los efectos de los solventes. Fórmulas empleadas, entre otros usos, en el tratamiento médico de la pigmentación de la piel.
Aquel patrón de investigación cambiaría en las siguientes décadas de la actividad científica del doctor Chuchani, cuando dirigió su empeño hacia la cinética de las reacciones gaseosas, ampliando la aplicación de la química orgánica. Los primeros resultados fueron publicados entre 1959 y 1962 en prestigiosas revistas como el Journal of the Chermical Society y Journal of Organic Chemistry en Estados Unidos.
Refugio de conocimiento
El Laboratorio se convirtió en refugio de numerosos estudiantes de química, deseosos de ampliar sus conocimientos. Muchos fueron quienes recibieron exitosamente las enseñanzas del emérito maestro. El fervor por una docencia de calidad lo animó a tutorar muchas maestrías y doctorados en el área de su especialidad. El alto nivel en trabajos especiales y el conjunto de tesis aprobadas confirman esa maravillosa experiencia.
Temía la mezquindad, razón suficiente para ayudar a otros científicos a superar inconvenientes, en especial aquellos del área de química; muchos ingresaron con su apoyo al plantel profesional del instituto, entre ellos el destacado investigador venezolano Carlos Rivas Cols, fundador en el IVIC del primer laboratorio de fotoquímica de Venezuela, y también autor de una bibliografía sobre el doctor Fernández Morán publicada en 2005.
Cuando el doctor Carlos Rivas, graduado PhD en fotoquímica la Universidad de Chicago –aseveró él mismo– vino a Venezuela en 1965 a pasar unas vacaciones, tuvo un encuentro con el doctor Chuchani, y exploró con él las posibilidades de incorporarse al IVIC. Entre ambos surgieron compromisos de trabajos, los cuales se cumplieron a cabalidad. Un gesto a favor de la bondad del químico judío, sin duda. Pero este no sería el único caso a referir, asimismo colaboró con otros discípulos y colegas, de la misma manera.
La seguridad del maestro Chuchani en la experiencia científica lo sujetó a la tarea de formar generaciones de químicos venezolanos. Siempre estaba dispuesto a desarrollar estudios de alto nivel, crear escuelas graduadas para afrontar y resolver los problemas prioritarios de la nación en el campo científico. Solicitó becas, y no se las negaron para algunos estudiantes que requerían hacer estudios fuera del país.
En la búsqueda de relaciones prácticas para la investigación, Gabriel Chuchani se alzó como unos de los vanguardistas del desarrollo de la química en Latinoamérica. La atmosfera activa, profesional, del laboratorio de química del IVIC permitía establecer vínculos con investigadores nacionales y extranjeros, interesados en promover circuitos de investigaciones ausentes en el ámbito regional.
Cosecha de distinciones
A pasos del largo andar, oscilando entre la investigación y la pedagogía, el maestro recibió una serie de valiosas distinciones, entre las cuales es un mérito mencionar el Premio Nacional de Ciencia (1985); la designación como Miembro Honorario de la Asociación Venezolana para el Avance de la Ciencia (Asovac); Individuo de Número de la Academia de Ciencias Físicas, Matemáticas y Naturales de Venezuela. La Orden Andrés Bello en todas sus categorías; la Orden Francisco de Miranda; Doctor Honoris Causa de la Universidad Simón Bolívar; mención honorifica en el Premio Mundial Albert Einstein de la World Cultural Council (1986). Por su parte, la Embajada de los Países Bajos lo distinguió con la Orden Orange Nassaud. Numerosas fueron sus publicaciones en prestigiosas revistas científicas nacionales y extranjeras.
Sin embargo, podría decirse que el galardón más importante es el reconocimiento unánime de todos aquellos muchachos que se hicieron científicos, químicos, tecnólogos, bajo su tutela, en el primer laboratorio de química del IVIC. Y luego de quienes posteriormente, desde 1973, se han formado en el Centro de Química “Doctor Gabriel Chuchani”.
Se nacionalizó venezolano en 1946, veintidós años después de haber llegado al país donde consagró su vida al progreso de la ciencia nacional e internacional. Todavía dispuesto en proseguir tareas en su especialidad, el insigne maestro falleció en Caracas el 2 de mayo de 2017.
1 comentario
Mi bien recordado Dr. Chuchani.