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Angelique Songco y el prístino arrecife de Tubbataha

por Eliecer Centeno
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Eliecer Centeno

El nombre de “La canica azul” es, para los pueblos originarios del terruño continental, la imagen de nuestra Pacha Mama en la cual nos correspondió nacer. Hace referencia a una fotografía tomada el 7 de diciembre de 1972 desde el Apolo 17, a unos 29 kilómetros de distancia. Es una de las imágenes mundialmente más conocida y da cuenta del predominante azul oceánico que envuelve a nuestro planeta.

Y es que efectivamente, los océanos en su conjunto abarcan más de 360 millones de kilómetros, lo que equivale al 71% de la superficie de la tierra. Somos un mundo oceánico. Adicionalmente la superficie marítima produce alrededor de la mitad del oxígeno que respiramos y forma parte del 95% de la biósfera. Es, además, una fuente de alimentos y medios de vida para más de 3000 millones de personas de acuerdo con cifras de Naciones Unidas, ONU, pero la protección global ha sido muy escasa para evitar su contaminación.

El “Informe sobre los Objetivos de Desarrollo Sustentable 2023”. N° 14 de la Agenda 2030 de Naciones Unidas, que habla sobre “Conservar y utilizar sosteniblemente los océanos, los mares y los recursos marinos” en sus estadísticas del informe 2023 reconoce que los niveles de pH en el océano en los últimos 20 a 30 años, ha variado con repercusiones de amplio alcance como la mortalidad de corales y otras especies marinas. Actualmente el pH medio del océano es de 8,1, aproximadamente 30 % más ácido que en la época preindustrial y se está acidificando rápidamente.

No sólo la liberación de grandes cantidades de dióxido de carbono tienen un efecto significativo en la acidez de los mares, que absorben hasta el 23% de dichas emisiones, sino que también evidencia que “más de 17 millones de toneladas métricas contaminaban el océano en 2021” de las cuales entre 5 a 12 millones son plásticos y se estima que esta cifra se duplicará o triplicará para el año 2040.

La protección de las áreas marinas se ha quedado corta respecto a los objetivos propuestos, ya que la meta 5 establecida en el Informe de los Objetivos de Desarrollo Sostenible, ODS 14 indica que debemos: “De aquí a 2020, conservar al menos el 10% de las zonas costeras y marinas, de conformidad con las leyes nacionales y el derecho internacional y sobre la base de la mejor información científica disponible”.

Sin embargo, actualmente la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (IUCN) contabiliza a través de su Lista Verde de Áreas Protegidas y Preservadas que sólo el 7,4% de los océanos se encuentra bajo alguna figura de resguardo, las cuales son conocidas globalmente como Áreas Marinas Protegidas (AMP) e incluyen más de 5.000 entre parques marinos, zonas de conservación, reservas, santuarios marinos o zonas de veda. Esta falta de avance en la protección marítima es uno de los motivos que impulsaron las discusiones para alcanzar el Tratado Global de los Océanos en marzo del 2023. Pero este es un cuento que les compartiré en la próxima entrega.

Dentro de estas grandes áreas marinas destaca el Parque Marino del arrecife de Tubbataha en el mar de Sulu, República de Filipinas, a 90 millas al sur de la isla de Palawan, que a pesar del preocupante contexto global, se mantiene en un excelente estado de conservación. Fue creado como tal en el año de 1985 sobre una superficie de 33.200 hectáreas, consta de 2 atolones y un arrecife de coral y se considera el núcleo del archipiélago filipino.

La historia de este parque nacional inicia en el año 1981, cuando Angelique Songco, conocida afectuosamente como “La mamá guardabosques”, su actual superintendente, era entonces empleada en un barco de buceo y en sus visitas a este paraíso marino, pudo constatar que la pesca, utilizando explosivos de dinamita, estaba destruyendo el arrecife de coral que posee en sus aguas, siendo una de las muestras de biodiversidad más grandes del planeta.

Esfuerzos continuos de activistas y funcionarios gubernamentales lograron su declaratoria como Parque Marino por parte del gobierno filipino en 1985, asimismo, su ampliación a Parque Natural de los Arrecifes de Tubbataha y luego fue inscrito en la Lista del Patrimonio Mundial, en 1993. 

Las especies más representativas que habitan el parque son ballenas, tiburones, delfines, mantarrayas, tortugas, grandes bancos de barracudas y jack fish o pez gato. Es reconocido como el único atolón de arrecife del mundo con una muy alta densidad de especies marinas, con grandes depredadores como tiburones tigre y tiburones martillo, así como 700 especies de peces, como el singular pez Napoleón (en peligro de extinción) y 600 especies de corales, que representan 90% del coral de Filipinas.

El estado prístino de conservación de este arrecife se debe en gran medida al trabajo incansable de Angelique Songco, quien fue nombrada por el Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF) héroe del medio ambiente en dos ocasiones, y durante su gestión Tubbataha ganó el Premio Platino al Refugio Oceánico Global, denominado actualmente Parques Azules y fue nombrada una de las tres áreas marinas protegidas más grandes y mejor administradas del mundo. En 2019 Recibió el premio KfW-Bernhard-Grzimek-Preis, del Banco de Desarrollo del Estado de la República Federal de Alemania que reconoce temas de actualidad en la conservación de la naturaleza a escala internacional. La inmensidad de nuestro planeta se encuentra llena de historias de conservación de la vida silvestre, conocer estos espacios, sus protagonistas y ejemplos es una muestra de que nos queda mucho por proteger y aprender y que es posible que logremos heredar a nuestra futura descendencia una Pacha Mama mejor de la que encontramos.

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