El equipo Red Machine del liceo Los Robles tiene entre sus aspiraciones desarrollar robots con aplicaciones en la medicina. Primera de dos entregas sobre planteles y equipos zulianos de robótica
Este es uno de dos trabajos dedicados a jóvenes zulianos entregados a la fabricación de robots con vocación utilitaria. El otro puede leerse acá
Isabel Perozo / Fotos Yrleana Gómez
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Terminó el horario de clases y el Liceo Los Robles debería quedarse en silencio, pero sucede todo lo contrario. El amplio laberinto de ladrillos alberga las voces de los niños que ahora se dedicarán a la música, el deporte y la ciencia. Al final de un pasillo se encuentran Juan Diego Cano, Ángel Rodríguez y Samuel Galbán, los pioneros de la robótica deportiva del equipo Red Machine.
“Comenzamos llamándonos equipo Rock Star” aclara Ángel, cuando indaga en la trayectoria de Red Machine, equipo que orgullosamente forma parte del programa Semilleros Científicos y que en 2023 representó al país en la Olimpiada Mundial de Robótica en Panamá.
El nombre que ahora tienen lo tomaron del primer prototipo que hicieron. En aquel entonces, participaron de la plataforma First Global que promueve la Copa Ka´i, muy conocida actualmente en el Zulia, y de la cual ya no forman parte. La razón de este cambio es que Juan Diego, Angel y Samuel, se inclinan por experiencias más retadoras como las de la Olimpiada Mundial de Robótica (WRO por sus siglas en inglés), donde el diseño y programación de los robots debe ser desde cero.
Futuros Ingenieros
Los muchachos de Red Machine hablan con entusiasmo de los nuevos retos. “Aquellos robots no se tenían que programar, ahora es difícil porque no hay una manera preestablecida de hacer las cosas, tenemos que inventarnos estrategias”, señala Ángel. Compiten en la categoría “Futuros Ingenieros ”, y se preparan para los eventos regionales y nacionales que anteceden a la competencia mundial de WRO que se realizará en Turquía.
En el 2023, mientras Juan Diego, Ángel y Samuel competían, paralelamente comenzaban a ensayar con nuevos robots bajo la modalidad que la categoría “Futuros Ingenieros” exige, donde deben echar mano de todo lo que saben para resolver las dificultades sin tener limitaciones, ni tampoco demasiadas señas de cómo se debe hacer. El primer robot que lograron en este esquema se llama Julián, un artefacto completamente autónomo a diferencia de su predecesor, Red Machine, que era operado a control remoto.
El profesor de robótica de Los Robles, Julio Cubillán, acompaña a los muchachos de Red Machine y explica con más detalle el desafío que implicaba construir un robot como Julian. “En este caso el robot lo pongo, lo prendo y él hace todo, para eso se necesita tener una tarjeta controladora, sensores, y una estructura tal que le permita hacer el recorrido de una manera efectiva”, detalla Cubillán.
“Mi papá y yo le sacamos a un carro la tracción y la dirección, y ese fue el primer boceto” relata Juan Diego Cano, recalcando además que durante la competencia son evaluados todos los pasos que se siguieron. “Te evalúan cómo lo hiciste, qué tanto pensaste, si lo hiciste desde cero, si se lo quitaste a un carro”.
Para las próximas competencias preparan otro robot llamado Luca, del cual no dieron mayores detalles. Sin embargo, señalan que para esta competencia la evaluación se centrará tanto en el funcionamiento del robot como en el rigor de la metodología empleada para lograrlo.
“En este prototipo hay muchas mejoras con respecto a lo que presentamos en mayo de este año. Ese robot tendrá varios retos, tiene que dar tres vueltas en una pista esquivando unos semáforos. Debe ser totalmente autónomo”, destaca Samuel Galbán.
“Una manera distinta de pensar”
Los chamos recuerdan varias anécdotas de su trayectoria. Tienen apenas 1 año y medio dedicados de lleno a la robótica, pero hablan como si se tratara de mucho más tiempo. Al mes y medio de haber comenzado consiguieron su primer prototipo.
Juan Diego compró su primer Arduino (placa controladora) poco después de la pandemia, aprendió por su cuenta el lenguaje de programación y prefirió la robótica al basketball. Ángel también se dedicaba a varias disciplinas deportivas como el voleibol y el basketball pero se sintieron atraídos por la robótica.
Por su parte, Samuel es aficionado a la química, y escogió la robótica porque tiene interés en aplicarla a la salud; su mamá, María Teresa Franco, es profesional de la medicina. “Me asombró mucho un doctor que estaba en un lugar lejísimos, en otro país, y tenía una maquina, tenía sus pinzas, y con esas pinzas podía controlar un robot que hacía la operación. Me llama mucho la atención, y son cosas que no son inalcanzables”.
“Lo que da tanto la robótica, como programar y todas esas cosas, es una manera distinta de pensar, entiendes cómo funcionan las cosas, porque se hacen los cálculos”, expresa Juan Diego.
El robot que responde a señas
Samuel, Juan Diego y Ángel preparan a Luca para una competencia donde deben recorrer pistas. Sin embargo, han trabajado en otros dispositivos que asoman utilidades prácticas.
“Participamos en una feria con un robot que desde una computadora detectaba movimientos. Con la mano full abierta iba hacia adelante; cuando se sacaba un dedo, giraba; la mano cerrada era para quedarse parado. Si desarrollamos esa idea eso puede ayudar por ejemplo a una persona parapléjica a mover una silla de ruedas”, explica Samuel Galbán, quien se prepara además para un certamen nacional de química a celebrarse en agosto, en Caracas.
El profesor Julio Cubillán señala que en el Liceo Los Robles la robótica ha servido también para crear más vínculos con otras escuelas, tanto para compartir espacios y materiales como para compartir conocimientos. “Hemos hecho un grupo de instituciones que entre nosotros compartimos experiencias, adiestramiento y hasta nos inventamos actividades para poder crecer juntos”.
Los integrantes de Red Machine, además de prepararse para los siguientes eventos de robótica, ya tienen perfilado a qué se quieren dedicar profesionalmente. Todos manifiestan interés por la ingeniería y la robótica y por lograr que lo que construyan sea útil para la sociedad. Ángel Rodríguez piensa en grande, “quiero alcanzar algo que sea significativo para la humanidad, para Maracaibo o para Venezuela, para que las personas puedan vivir de una manera más segura, puede ser en medicina o en seguridad”.
Los tres quieren ir a Turquía, no solamente quieren echar a andar a Luca en la pista de la Olimpiada Mundial de Robótica, los mueve también el deseo de encontrarse con otros futuros ingenieros, practicar el inglés básico y hacer amistades de otros países. Recuerdan con ilusión hablar con jóvenes árabes, y observar los robots de los griegos. Todo es una aventura para ellos.