Mariangela Petrizzo va a lo profundo de la perspectiva de género en un proyecto que, de momento, se enfoca en la Alianza Científico-Campesina, pero con cuya metodología quiere abarcar todo el espectro de mujeres en la ciencia
Roberto Malaver
Foto de portada Sebastián Gómez
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El 24 de mayo de 2024 hubo un acto peculiar, importante y significativo, en lo que antes se conoció como La Casona Presidencial y que ahora se llama La Casona Cultural Aquiles Nazoa, en Caracas. Fue un evento de los muchos que realizan las Mujeres Con Ciencia o en la Ciencia, con la presencia del presidente Nicolás Maduro y la ministra para Ciencia y Tecnología, Gabriela Jiménez. Ese día se anunciaba el otorgamiento de financiamientos para distintas investigaciones, más de 200 de las cuales son lideradas y ejecutadas por mujeres.
A tono con ese estandarte que les reconoce a las mujeres sus capacidades y su entrega a las labores de la ciencia y la tecnología, varias de ellas describieron brevemente sus respectivos trabajos, ante la admiración y muchas veces la sorpresa general por la calidad de los proyectos y el verbo preciso de las investigadoras. Hasta que llegó el momento de la intervención de la doctora Mariángela Petrizzo, activista y participante en el ámbito de las ciencias sociales.
La ministra Gabriela presentó a la doctora Mariángela con las siguientes palabras: “Y por el área de las ciencias sociales, que es mucho más plural que las ciencias básicas, que para nosotros es fundamental, porque representa un punto de discusión en las siete transformaciones (7T) está la doctora Mariángela Petrizzo, que se ha dedicado a construir comunidades digitales, comunidades de software, la incorporación de la mujer a estas áreas para disminuir la brecha digital. Es una luchadora social, reconocida por todas nosotras por su trabajo y sus resultados”.
El proyecto que desarrolla se titula: “¿Qué hacen nuestras mujeres en perspectiva de género en la alianza Científico-Campesina?”. La doctora Petrizzo dijo al respecto: “Parte de la lucha es hablar de Ciencias, y no solamente de Ciencia. El proyecto que nosotras presentamos tiene que ver precisamente con la Alianza Científico-Campesina, y quisiera hablar de las mujeres que atravesamos grietas a lo largo de nuestras vidas. Una de las principales grietas que nosotros atravesamos, y de la cual no salimos ilesas, es la división sexual del trabajo. Es verdad que tener un hijo nos llena de alegría, de satisfacción, pero nos retrasa de cinco a diez años, porque no contamos con un sistema de cuidado –los aplausos no dejaron escuchar todas las palabras–. Queremos ver si estamos abordando la división sexual del trabajo, esas diferencias que hacen que la mujeres sigamos atravesadas por las tareas de cuidado. ¿Qué estamos haciendo nosotros como Estado?”.
Justo los desperfectos de los que no hablamos lo suficiente, y cara a cara con el caballero que necesita oír esos testimonios. De allí la fuerte ovación que se ganaron las palabras.
–Esto vale oro-, dijo el presidente Nicolás Maduro, quien solicitó a la ministra de la mujer, Dheliz Álvarez, que se pusiera de acuerdo con la doctora Petrizzo para apoyar esa investigación.
Mariángela Petrizzo es egresada de la Universidad de los Andes –ULA– en Ciencias Políticas. Tiene una maestría en Administración de Empresas. Es Directora de los Postgrados en la Universidad del Turismo en el Hotel Escuela (Mérida), donde también es profesora. Forma parte del Colectivo de Mujeres Activistas por el Software Libre. El encuentro en que la abordamos fue en el Hotel Venetur, en Mérida, y de alguna manera sus palabras fueron una continuación de aquel discurso en la actividad presidencial de Caracas:
–Nosotros nos preguntamos: ¿qué están haciendo nuestras mujeres? Y lo circunscribimos a la Alianza Científico-Campesina porque nos damos cuenta de que hay muy poca evaluación de políticas públicas en general, pero en específico hay muy poca evaluación, y me refiero al país, con respecto a las políticas científicas, que vaya más allá del punto numérico, digamos, la mirada numérica. Sabemos cuántas investigadoras hay, cuántos proyectos, más o menos las áreas en las que están trabajando (aunque eso también es bastante relativo) pero no estamos midiendo la transformación de esos proyectos. Entonces nos hacíamos la pregunta, ¿en la Alianza Científico-Campesina qué es lo que está pasando aguas abajo?
–Están produciendo semillas de papa y otros rubros.
–Sabemos que se está enfocando en rubros específicos de producción, sabemos que estos rubros de alguna forma se están fortaleciendo con la intervención del conocimiento formal, científico, pero las personas que están trabajando allí ¿qué es lo que están haciendo? Si pensamos que un porcentaje importante de las personas que están participando en la Alianza son mujeres del lado de la producción, ¿qué está pasando con esas mujeres? Las mujeres sistemáticamente hacemos las tareas de cuidado, y entonces, cuando estamos en producción, ¿esas tareas las asumimos adicionalmente o estamos viendo una distribución más equitativa de esas actividades de cuidado, o no se está haciendo? Esta política, que a todas luces está siendo exitosa en términos de números, entonces, bueno, vamos a mirarla también en términos de género. ¿En qué medida eso también está transformando esa situación?
–¿Tu proyecto consiste en responder esas cuestiones?
–Estamos trabajando un plan piloto para poder probar una metodología de análisis de perspectiva de género en este tipo de políticas públicas, en dos municipios: el municipio Rangel y el municipio Tulio Febres Cordero.
–¿Y es fácil?
–Yo digo que es muy complicado. Porque primero, no hay una percepción de que el género es un problema. Socialmente tenemos ciertos condicionamientos en función del género, que son un problema. Ese es en realidad el planteamiento. Por ejemplo, en este momento estoy colaborando en un proyecto del IVIC en el que estamos revisando las políticas de evaluación académica en mujeres del CLACSO (Centro Latinoamericano de Ciencias Sociales) de Venezuela. Entrevistamos a mujeres del CLACSO y nos dicen, claro, nosotros tenemos perspectiva de género, igual cantidad de hombres igual cantidad de mujeres.
–Eso es paridad.
–Y ni siquiera. Pero dime, ¿cómo participan las mujeres en la ciencia? O dime, por ejemplo, si tienes algún tipo de consideración particular con las mujeres durante el proceso de la maternidad, o dime cómo es tu horario, si tienes horario flexible.
–En tu presentación en Caracas, decías que si la mujer está investigando y da a luz, tiene que parar la investigación y dedicarse a su hijo. ¿No hay nada pensado para solventar esa situación?
–No hay ningún sistema de cuidado. Y eso es súper necesario. Y es parte un poco de lo que –volviendo al proyecto- nos gustaría mostrar con esta metodología, es poder pensar en otros tipos de dinámica que puedan involucrar la atención al cuidado. Las mujeres, en términos generales, en nuestro país no ganamos diferente que los varones, nominalmente no puedo decir que mi sueldo en la universidad es diferente al de mis colegas, no lo es, pero el tiempo que yo tengo para dedicar a este trabajo hace que yo tenga que invertir parte de mi sueldo en pagarle a otra mujer para que haga tareas de cuidado que debería hacer yo, en teoría. Eso por una parte, y por la otra, el tema del sistema de cuidado sí que hace pensar el cuidado desde el punto de vista sistémico. Es una cosas que permea muchos afectos dentro de la sociedad, entonces hay una ley de cuidado, y ahí es donde yo iba un paso atrás con el tema de que no hay una conciencia de que la división sexual del trabajo implica unos problemas de género que marcan y condicionan muchísimo a las mujeres. Tenemos una ley que se llama Ley de Sistema de Cuidado para la Vida.
–¿Es cierto que ahora se le ha dado mayor visibilidad a las mujeres?
–Nuevamente es un tema numérico. Si a eso le das una idea de integralidad dentro de un sistema en el que tú dices, bueno, además de darle visibilidad a las mujeres, además de tener políticas en beneficio de las mujeres, y del proceso de cuidado, como por ejemplo el tema del parto humanizado, o el tema de las licencias maternas para lactancia, claro, eso tiene un sentido, pero tiene un sentido en un sistema en el que no solamente tienes licencias de maternidad, sino que tienes también licencia de paternidad, que ya no son los quince días, sino que de alguna manera pones las condiciones. Y nuestra ley es una de las más avanzadas en ese sentido, pues reconoce el tiempo del preaviso del embarazo, el tiempo posterior y el tiempo de lactancia, un número importante de meses. Pero nos estamos quedando cortos en temas como los permisos parentales. Por ejemplo, en un matrimonio que trabaja en una empresa pública o privada, la mujer puede tomar hasta dos años, después del sexto mes puede tomar un permiso o reducción de jornada por lactancia, y hay un tema de cómo demostrar que estás lactando el bebé, eso ya es otra cosa, un poquito violenta pero da igual. El varón de la pareja solamente tiene quince días. Entonces esta ley de Sistema de Cuidado para la Vida determina cuáles son las condiciones de quien cuida cuando es una profesión, pero no incluye el tema de las madres. De alguna manera tiene un desarrollo de un registro de cuidadoras que nunca se ha llevado a cabo, de modo que esa ley es insuficiente.
–¿Eso lo han discutido?
–Sí, hay toda una evaluación de un grupo de organizaciones feministas que se han sentado a pensar en la economía de los cuidados. O sea, ¿resta al Estado, a la nación, como aporte, el que las mujeres no tengamos un respaldo donde acudir para determinados servicios?
–¿Tu investigación es para demostrar todo eso?
–Es la idea. Ahora, allí tenemos otro elemento importante, que para nosotros es también parte del proceso de investigación, y es que así como muchas mujeres en zonas urbanas no reconocen que los cuidados son trabajo, muchas mujeres en las zonas rurales tampoco, entonces es un poco intrusivo. Yo aquí con mi conocimiento llego y te digo, mira, es que eso que estás haciendo eso son tareas de cuidado, ¿por qué no las hace tu esposo o tu pareja? ¿Y hasta qué punto uno puede determinar eso? Entonces la expectativa nuestra es abordarlo por una encuesta de uso de tiempo, muy sencilla, en la que podamos constatar si los varones están dedicando su tiempo a esto y las mujeres están dedicando su tiempo a esto. Yo diría que un 70, 80% de las organizaciones sociales en el país, las mueven mujeres, en eso estamos claros. Las organizaciones se mantienen porque las mujeres están allí.
–Estuve en Proinpa –Productores Integrales del Páramo– y de la gente que trabaja allí casi todas eran mujeres, las que estaban en el laboratorio.
–Sí, y estás en un espacio de conocimiento científico. Ahora vas un poco más abajo, a las llamadas organizaciones de base, y verás que son movidas por mujeres. Eso es innegable, pero ese es un trabajo que se está entendiendo también como un trabajo que se ve limitado y no lo puedes cubrir porque tienes además que cumplir lo otro. Una encuesta de tiempo lo muestra bien. Aquí en el país se hizo, yo creo que la única que se hizo, fue en el año 2011. Las mujeres estamos manteniendo la fuerza trabajadora, y ¿cómo tú contabilizas eso? ¿Cómo mides ese aporte? Por eso pensamos en este estudio. Podemos introducir el elemento de género en una política de aptitud científica como esta, pero además podemos avanzar y decir: se puede medir la riqueza que se está generando acá, no una riqueza material (maquinarias, o estudios, análisis) pero sí otro tipo de riqueza: está generando formación, organización social, capacidades de participación política para tomar decisiones.
–¿Cuándo termina la investigación?
–La planteamos para terminarla en doce meses. Estamos pensando, como estrategia de abordaje, poder trabajar en un taller que les muestre el uso del tiempo, la división sexual del trabajo, y a partir de ese taller generar algunas preguntas disparadoras que les pueden permitir construir una breve etnografía que nosotros esperamos registrar como resultado del proyecto, pero al mismo tiempo hacer entrevistas puntuales con algunas de las mujeres que estarán en esos talleres que vamos a hacer en Mucuchíes y en Tucaní. En esas entrevistas que vamos a hacer vamos a evaluar precisamente el tema del uso del tiempo y su percepción con respecto a su rol dentro de todo el proceso productivo. Al final podremos entregarle al ministerio una metodología con la cual podrán evaluar desde un punto de vista de una perspectiva de género las políticas de todo el ministerio, de modo que pueden incorporar indicadores de perspectiva de género a los indicadores de ciencia y tecnología.
1 comentario
Interesante los aportes de esta reflexión. Gracias