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El joropo llanero suena mejor con las Garabateras

por Nelson Chávez Herrera
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Lo dicen personas versadas del joropo y la música criolla: Garabato es uno de los mejores lutieres de arpas de toda la llanura

Texto y fotos: Nelson Chávez Herrera

Versos: Genaro Prieto y Eneas Perdomo

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Les voy a hacer una historia

de la inmensidad del Llano

para dejarle un recuerdo

a toditos mis paisanos

La casa taller de este maestro está ubicada a unos cien metros del desvío de la carretera nacional, en la orilla de la vía de entrada a El Samán de Apure. Hay un portillo que sirve de umbral a un camino sombreado de árboles y ahí mismo pueden verse los tablones, las máquinas de carpintería, el fogón de leña del lado derecho y la casa al fondo. El Samán de Apure es el pueblo donde ocurrió la Batalla de Mucuritas y cuna de José Alí Nieves, el cantor de “Samán de Apure querido, voy a cantarte de nuevo, llevo sangre de tu raza como buen mucuriteño”. Todo parece hecho de música, heroísmo y poesía por estos lares.

El hombre sale a recibir la visita dando vueltas en sus manos al cabezal de un arpa. Trae consigo una sonrisa gigante, su mirada es bondadosa, tiene manos y orejas grandes, los brazos largos como las ramas de un samán.

Mi nombre completo es César Jesús Trejo, nací el 21 de junio de 1957, mi mamá se llamaba María Eugenia Trejo, y mi papá César Arteaga. Ella era de Apurito, mi papá era de El Yagual. Yo me crié en Apurito, el pueblo de Genaro Prieto, pero nací en El Yagual, el pueblo donde nació Eneas Perdomo.

Por las orillas de Arauca

riberas de mi canción

del Yagual hasta El Luquero

manglares de mi ilusión

El Yagual es famoso por la batalla conocida con el nombre del pueblo (1816), porque allí José Antonio Páez le juró lealtad al Libertador Simón Bolívar (1817) y porque en ese lugar se acuñaron en plena Guerra de Independencia unas monedas rústicas llamadas las “Macuquinas de Paéz” (1817-1818). También porque allí nació Eneas Perdomo, y algunas personas dicen que “El Alma Llanera”, de Rafael Bolívar Coronado.

Dando vueltas “como espuma en remolino”

“Mi papá era carpintero y albañil también, pero él nunca elaboraba lo que era arpa, eso no lo hacía”, rememora César Trejo. “Pero fíjate, me gustó eso, y primero comencé con el cuatro. Yo soy cuatrista, aprendí a tocar cuatro en Apurito y después inventé, me fui para Maturín y después para Barquisimeto. El primer trabajo mío de carpintería fue hacer camas, a lutear comencé en Barquisimeto, allá empecé a hacer cuatros, tenía yo 21 años”.

Después de tres años en Barquisimeto se fue a vivir a Maracay, donde vivió cinco, tocando y fabricando instrumentos, pero luego de la tragedia de El Limón ocurrida el 6 de septiembre de 1987, se regresó para el Apure. Posteriormente se mudó a Tinaquillo (Cojedes) por diez años, y fue en esa tierra cojedeña donde la fortuna vino a sonreírle.

Yo hacía arpas aquí mismo, pero no era conocido como fabricador de arpas. En Tinaquillo estuve trabajando con las arpas y cuatros, y la gente me empezó a dar fama, porque las arpas eran buenas. Hice la clientela, me fueron conociendo y empecé a vender arpas para los estudios de grabaciones y al ratico un arpa, otra arpa, y de ahí para adelante fui agarrando nombramiento y así hasta que me pusieron famoso. Bueno, yo digo que soy famoso porque la gente dice, pero sí.

El arpa criolla, cuesta creerlo, no tiene cien años de creada. Antaño había un arpa pequeña que llamaban “la camoruca” y podía llevarse sin problema en el caballo, pero el joropo tradicional se tocaba con bandola. El arpa criolla, tal como se conoce, con sus medidas, al parecer fue un invento de Juan Vicente Torrealba con un señor de apellido Cabrera, aunque otras personas afirman fue con Ángel Lugo, un hombre que había estudiado lutería de pianos, arpas y guitarras en Europa, fue socio de Torrealba en la fabrica de instrumentos Banco Largo, y es recordado como uno de los mejores lutieres de arpas criollas.

Otros lutieres criollos recordados y de renombre son Misael Montoya (Barinas), Juan Eugenio Simancas (Naguanagua), David Moreno (Ciudad Nutrias), Camilo Herrera (Barinas); muchos de ellos carpinteros y lutieres que aprendieron a hacer arpas a ojo. O como “Garabato”, a pura intuición.

Cuando el capacho revienta

en manos del maraquero

el arpa rompe sus aires

con su cordaje fiestero

¿Con quién aprendiste la lutería de arpas, quién te enseñó?

–Yo solo, yo mismo me puse y aprendí. Yo no estuve en escuela para esto, ni en una fábrica que yo viera, porque yo no he visto haciendo arpas sino lo que yo hago. Y también hago cuatros y bandolas.

¿Cómo es la hechura del arpa?

–Uno hace primero la cabeza del arpa. Después el tapón donde van las patas (la cubeta), después saca estas cuchilla (tapas triangulares de la caja de resonancia), hace el cajón, lo pega y le mete un esqueleto adentro pa’ que no se chupe, pa amarrar, y uno amarra con goma pa’ que pegue, y ahí le pongo cinco tirantes pa’ reforzar. El cajón es lo que le ayuda a dar sonido al arpa. Esto es rápido para hacer el cajón, pero entonces viene la culebra (clavijero), el bastón (diapasón), la tapa, reforzar por dentro, y la etiquetica, la marca de la “Garabatera”, que la gente la pide.

¿Cuál es el truco para hacer un arpa buena?

–Bueno, hay que trabajar bien la madera. Bien las medidas, y entre más días más experiencia y uno quiere hacerla cada vez mejor. Yo tengo cincuenta años haciendo instrumentos, y arpas cuarenta y cinco.

¿La haces toda con la misma madera?

– No, la tapa es de contraenchapado. El bastón es de teca y la culebra también. Yo monto también de caobo o de cedro la culebra y el bastón, y las patas de teca o de caobo. La caja de resonancia de cedro amargo y de una madera que llaman caracara, que es buena también, es más suave. El arpa de caracara es sonora, clarita, y livianita, la de cedro igualito. A la gente le gusta más de cedro porque es más dura la madera, la caracara lo único delicado es que es muy blandita la madera, no se parte, pero buena en sonido sí es.

Árboles de caracara o caracaro

¿Cuánto tiempo te lleva hacer un arpa?

–Eso me lleva una semana. Y si me pongo a hacer dos juntas las saco en los mismos ocho días. Me lleva ocho días, pero dándole, no es fácil tampoco.

¿Quiénes te han comprado arpas?

–Todo el mundo. La mayoría de los músicos, todos tienen. Aquí en Venezuela, en Colombia. En Estados Unidos hay también, en Japón, en Buenos Aires, en Panamá.

¿Cuántas arpas crees haber hecho?

–¡Naguará! Yo ni me acuerdo, pero sí unas miles.

¿Y por qué crees que las arpas tuyas son tan especiales?

–Bueno no sé, es cosa de Dios mismo que me dio ese don, pa’ que aprendiera a hacer eso, porque en verdad yo mismo no sé ni por qué, porque a veces hago una arpa de una concha e’ topocho y también suena bueno (risas). Yo le digo a la gente, ese es el sazón mío, eso va en la mano les digo (risas). La hago de corroncha e’ guásimo, de vaina e’jobo y también suena. La he hecho de un palo que se llama lechero, también salen buenas, buenísimas. Una vez hice una de un palo que se llama indio esnú (desnudo), bien buena salió el arpa de esa madera, a mí me gustó mucho como sonaba. Esa la tiene un señor de San Fernando, yo creo que la tenían ahí en el estudio de Luis Salas, esa arpa se la vendí yo a Franklin Pérez.

¿Has enseñado a alguien, alguno de tus hijos o una hija a hacer instrumentos?

–Los hijos míos, ninguno son músicos. Uno que está aquí estaba aprendiendo a tocar cuatro, recibía clases en la escuela, pero dejó la cosa, hay muchachos que no les gusta. Y el otro hijo que está en Puerto Nutrias nunca le gustó trabajar esto, lo de él era pescar. Hubo un muchacho de aquí del pueblo que aprendió conmigo y después no trabajó más y se fue pa’l campo. Y este muchacho que es familia mía, que es el hombre que está allá, hace cuatros, bandolas y arpas, y ellos aprendieron conmigo. Si me muero yo quedan todavía por ahí muchachos jóvenes que aprendieron conmigo. Y está un compadre mío que es arpista, ese sí hace todavía arpas, pero la hace buenas también, Ramón García se llama, le dicen «El Mono» por apodo, y otro que se llama Luis Trejo, pero le dicen “Perico” por apodo, “Perico” Trejo.

¿Cuánto cuesta un arpa?

–Bueno, una arpa así, naturalita, así como está, vale $700, así sin cuerdas, pero yo la vendo en $350 porque ahorita la cosa está muy dura, las ventas están muy pesadas. Ya va pa’ cuatro años que las puse a ese precio y más nunca la he subido.

Para que nadie nos tumbe

del sitial bien escalado

por el cual hemos bregado

y seguiremos haciendo

al joropo defendiendo

como pioneros que somos

mientras el arpa en su tono

marque el son a los copleros

¿Estás haciendo las arpas solo por encargo?

–Sí, por encargo, porque ahorita no se puede, yo antes hacía tres, cuatro, cinco arpas, y todos los días vendía una. Yo semanal vendía dos, tres arpas, cuatro arpas, se las llevaban pa’ Colombia, a esa gente le gusta mucho un arpa mía. Usted va a Colombia y usted dice mire, usted conoce las “Garabateras”, ¡nooo, esa es la mejor arpa!, dicen. En Elorza la mayoría de los músicos profesionales tienen arpas hechas mías. Henry Pedroza, el maestro Ciriaco López, que ha sido maestro de arpa de casi todos ellos, José Archila, Elio Corona, toda esa gente, los que son famosos en Elorza, todos tienen arpa hecha mía.

La maquinaria de carpintería que tiene Jesús Trejo en su taller está desgastada. Le hace falta un buen cepillo, serrucho, una caladora. La última compra de herramientas la hizo hace más de diez años, con un apoyo que le gestionó el propio comandante Chávez, a quien conoció en persona y en una fiesta de joropo, con instrumentos de fabricación suya, lo acompañó a cantar tocando el cuatro, mientras su compadre “El Mono” lo acompañaba en el arpa, según cuenta, días antes del comandante irse a operar a Cuba.

Testimonio

Yo conocí a Chávez en Santa Bárbara del Zulia, pa’ allá yo fui a tocarle a él. Estaban inaugurando un hato que llaman La Bolivariana. Primero me preguntó… tú sabes cómo era Chávez, más echador de broma. Comenzó primero jugando, porque él llegó ahí y estábamos tocando y nos saludó, y se puso a hablar con nosotros. Ahí me vio a mí y se me acercó pa’ allá y comenzó a jugarse conmigo, pué. Me dijo “¡Chico, tú como que eres indio, vale!”. Digo yo “A lo mejor, presidente, a lo mejor que sí”. Me dice “¿De dónde eres tú?”. “Bueno, yo nací en “El Yagual” le dije, y me dijo “¡Nooo chico, si eres de allá, de la tierra de Eneas Perdomo, sí eres indio, vale!”. Entonces comenzó la mamadera de gallo. Ese estuvo hablando con nosotros hasta que se cansó, echando bromas. Cantó y lo acompañamos en los temas, tú sabes que a él le gustaba cantar. Bueno, entonces me quitó el cuatro, que era de fábrica mía, entonces yo aproveché, y yo cargaba una carta pa’ yo dársela. Yo le digo, “Presidente, mire, ese cuatro lo fabrico yo mismo”. Me dice “¡No puede ser, chico!”, cuando vio aquí (la marca), “¿Dónde vives tú?”, en El Samán, le digo yo, y entonces cuando hago así (Trejo hace el movimiento de sacar una carta del bolsillo de la camisa), le digo Presidente aquí cargo esta carta, me dice “¡No bote eso. Bote eso. Qué más carta que yo, chico!

No fue preciso, yo no hablé, el que habló fue él. Bueno, le dijo a uno que llaman Andrés Izarra, “Mira chico, necesito que me le montes una fábrica de instrumentos a este señor pero pa’ ayer, pa’ rápido!”. El hombre se sentía mal, ya estaba enfermo, y nos dijo que él se iba a operase. El día que fue para allá, ese otro día se fue para Cuba. Nos dijo “Yo me voy mañana, porque tengo que operame, yo tengo cáncer”. Después que murió fue que me llamaron, me dieron una plata, me fui a San Fernando y compré un poco de cosas con eso. Compré ese dinamo, un compresor, cepillos, taladros, lijadoras, un poco de cosas. Sí, me alcanzó para algo, pues en aquel tiempo la plata valía. Pero del crédito sí no salió nada, que me iban a hacer un galpón para fabricar instrumentos. Yo le había hecho un cuatro a él también. Y el cuatro lo había mandado yo para Achaguas, y vino una muchacha de Maracay a buscarlo.

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