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“En cualquier rincón del mundo los campesinos hacemos ciencia”

por José Roberto Duque
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En la Academia de Ciencias Agrícolas de Venezuela se promueve la piscicultura mediante un esquema creativo y audaz. Yenni Gómez es una activadora clave de esos procesos

José Roberto Duque / Fotos cortesía ACAV

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De entrada, y en ejercicio de la ética propia de la gente trabajadora, Yenni Gómez, ingeniera agrónoma egresada de la UDO (Monagas) solicitó que se mencionara a todo su equipo, el que ha hecho posible los avances y más de un prodigio en la sección de piscicultura de la Academia de Ciencias Agrícolas de Venezuela, de la que forma parte: Otto Castillo (director del área, quien es un referente nacional en acuicultura y piscicultura), Arcadio y Arbani Castillo, Juan Elías, Franky Nieves, Andri Pereira, Abraham Graterón. La directora de la Academia es María Bencomo, artífice o propulsora de muchas de las políticas exitosas en materia de piscicultura, y continuadora de lo que antes hizo Arelis Oramas en esa misma institución.

Pero por ahora nos interesa Yenni, su la historia personal, su verbo difícil de asimilar si uno tiene un solo cerebro y un par de oídos; nos interesa el ejemplo y la entrega de Yenni en una entidad que permanece semioculta en una zona de Barinas, más o menos aislada de los centros poblados: desde el Puente Páez hay que rodar durante 7 kilómetros por una vía paralela a la autopista José Antonio Páez (carretera vieja hacia Barrancas), y luego desviarse hacia el norte durante 20 kilómetros, bordear el majestuoso embalse de Masparro y llegar a la planicie donde el comandante Hugo Chávez ordenó establecer esta academia, una sede rodeada de naturaleza, en el año 2010.

A finales de mayo de 2024 Yenni y su equipo estaban en el proceso de inducir el desove a coporos en cautiverio, en las lagunas de la ACAV. Puede parecer cualquier cosa, cualquier procedimiento mecánico, pero es un proceso con el que la ciencia ha debido lidiar para conseguir buenos resultados.

Brevemente: los peces de río y de laguna, acostumbrados a reproducirse según ritmos naturales dictados por las condiciones del entorno (cambios en las corrientes de agua, temperatura, mareas, presencia de otras especies) cuando son trasladados a condiciones de cautiverio en lagunas artificiales “se niegan” a reproducirse; algo en esas nuevas condiciones les hace alterar sus procesos naturales, y ese “algo” tiene que ser suplido o resuelto con la intervención humana. En el caso de dos de las especies llaneras más comunes (coporo y variedades de cachama) es preciso inocularles una hormona (Ovaprim o LRGH), un inductor que estimula en las hembras la maduración y deposición de los huevos que van a ser fecundados. Con los machos el procedimiento es más pedestre: estimulación de su vientre y extracción del líquido seminal con una jeringa para mezclarlo en el agua con la sustancia de las hembras.

Pero no es tan sencillo como suena: los tanques para inducir la reproducción deben tener unas condiciones propicias, donde los peces se sientan a gusto (no como usted, que puede reproducirse hincado de rodillas en cualquier piedrero y bajo una lluvia de reguetón, ¿cierto?). Y luego, o antes, se produce la revisión de las lagunas, casi siempre comunitarias, adonde irán a parar los alevines o nuevos peces para que crezcan.

Como el tema comienza a mostrarse en su complejidad, volvamos a Yenni: como una de las responsables del laboratorio, su misión es permanecer junto a los tanques todo el tiempo necesario monitoreando el protocolo reproductivo, que ella misma ha diseñado personalmente:

“Uno tiene que permanecer allí, no puedes irte porque pueden pasar cosas como una falla en la electricidad, por si falta oxígeno Tú montas un esquema de reproducción que dura un período de duración de 15 a 20 días, dentro del laboratorio. Casi no duermes, yo duré cuatro semanas antes de bajar a la ciudad de Barinas. Son dos horas de camino desde la calle vieja de Barrancas, son 21 kilómetros”.

Yenni Gómez vive en Terrazas del Santo Domingo, bastante lejos, en la vía hacia Barinitas, así que cuando le toca supervisar la reproducción pasa más tiempo en el laboratorio que en su casa. Toda su familia vive en oriente, así que disponer de su tiempo no pasa por esos incómodos trámites familiares.

–¿Qué resultado se espera? ¿Los numeritos que se obtienen hace que valga la pena todo ese esfuerzo? Háblame un poco de cifras y cálculos.

–Bueno, nosotros cuantificamos, hacemos un estimado del desove. Si yo inyecto 3 kilos, según la teoría, son aproximadamente 450.000 huevos hidratados. Los llevo a incubadoras y ahí hago otra evaluación de cuánto hubo, cuánta retención de huevos eclosionados, que ya pasan a larvas. Entonces, de ahí los llevo al tanque y calculo el aproximado. Supongamos que todos eclosionaron, tengo aproximadamente 450.000 larvas. Las llevo al tanque y haces una evaluación en la que hubo una retención de 350.000, o sea, se me perdieron 100 mil. Porque pasa eso, como hay momentos que se te pierde la mitad, como hay momentos que clasifican solamente el 25% de los huevos.

Ahorita un compañero me está haciendo una innovación, a ver si podemos calcular más exactamente cuántas larvas eclosionan: está haciendo un equipo, un aparato, para cuando pasen las larvas, se cuenten ellas mismas y te den el resultado aquí. Pero él apenas está en esa posición. Entonces, ahí si uno le dice a la persona, mira, sembré 400 mil larvas. Pero tú haces un estimado. Por lo menos, cuando tienes la experiencia de un señor como Córsino Díaz, él te dice, a ver, ahí hay como 180.000, hay gente que desarrolla esa habilidad, de calcular con ver una muestra, y también precisar si el agua está fertilizada., sin necesidad de instrumentos. Para el año 2024 se tiene una meta aproximada de 2.400.000 alevines de coporo y 940.000 de cachama, da como 3.400.000 alevines aproximadamente. En el 2023 la meta era de 400.000 y se superó. Este año esperamos que se superen las expectativas. Y bueno, ahorita mismo voy a montar un esquema. Para la semana que viene, del 27 de mayo al 7 de junio, ya seleccioné los ejemplares los reproductores.

La respuesta a la pregunta sobre por qué producir alevines en laboratorio, en lugar de dejar que los peces se reproduzcan naturalmente y luego ir sólo a pescarlos, es la producción, la necesidad de cubrir necesidades de la población: “En condiciones naturales puede prosperar el 1% de todos los huevos que ellos expulsan. Mientras que en el laboratorio tú retienes, si tienes un buen desove, casi el 70 o el 80%. En los ambientes naturales hay muchas depredaciones, no se refugiaron bien los huevos, son muchos factores que afectan la reproducción afuera. Mientras que si tú lo haces en el laboratorio, te garantiza que el pez ya va grande para su laguna de destino. Y lo liberas. Entonces estás contribuyendo con el ecosistema y estás preservando la especie en el ecosistema”.

Los alevines o juveniles ya listos para ir a las lagunas son entregados mayoritariamente a productores de Barinas debidamente registrados, cuyas lagunas han sido evaluadas para que cumplan con las condiciones y requisitos. Son comunidades organizadas que tienen granjas productoras y se llevan los alevines ya tienen unos 25 días, y de 2,5 a 3 centímetros.

Las lagunas deben estar adecuadas, fertilizadas, deben tener sus implementos para trabajar. El mantenimiento previo de una laguna incluye el vaciado y secado, el rociado con cal para eliminar los huevos de animales no deseados (depredadores como la guabina y otros), luego se fertiliza con estiércol de ganado, humus líquido, sólo productos ecológicos, para la formación de fitoplancton y zoooplancton, que es el primer alimento que consumen los alevines al introducirse a la laguna.

Cómo fue a parar a Barinas

Hay algo que impacta en la compañera, Yenny, y es la propiedad y el orden explosivo, que casi parece caos, con que habla de los temas que le apasionan y le han ocupado toda su vida. La profusión de datos sobre cómo preparar una laguna, cómo y por qué es preciso evitar que las especies criadas en centros de investigación como la ACAV terminen regresando a los cursos de agua naturales; con qué personas interactuó antes de llegar a donde se encuentra, los “nutricaldos” o preparados de alimentos alternativos que están empleando y mejorando: todo forma parte de un documento oral que nunca será igual leerlo que oírlo.

Yenny Gómez nació en Caripito, Monagas, en 1985. Sus padres, agricultores, le inculcaron su formación primordial, que es la agricultura de konuco: la familia creció al son del cultivo y sucesivas cosechas de yuca, maíz, frijol, azúcar, café, cacao, mapuey, ñame, ocumo chino. En algún momento de la historia reciente a algunos criminales (perdón, a unos “señores agroindustriales”) les dio por introducir y fomentar la palma africana para la producción de aceites, y la mayoría de los conuqueros se lanzó masivamente detrás de ese insulto a la naturaleza y a las culturas. El papá de Yenny fue uno de los pocos que se resistieron a esa aberración: “mi papá decía que era invasiva, era porque estaba desplazando los rubros nativos. Todos los productores de la zona, que eran de café, de maíz, de yuca, se desplazaron todos. Porque les vendieron que esa economía era más rentable. La nueva generación heredó de los padres el trabajo con esa palma. Fueron como cuatro o cinco que no se metieron a eso, se negaron”.

En el año 2002 hubo un plan al que sí le vieron nobleza y futuro cuando lo propuso Hugo Chávez, que fue el estímulo a la producción piscícola a nivel nacional, y la familia en pleno se metió a piscicultora. Toda la familia de once integrantes fue capacitada por Insopesca en lo que es el sistema de producción piscícola en lagunas para levante, y en poco tiempo estaban levantando cachamas. Muchos años después se produjo una serie de eventos difíciles de resumir acá, que la llevaron primero a la CVA y luego a Barinas, adonde llegó sólo a probar un rato, pero ahora está al frente de una responsabilidad que la tiene contenta.

–¿Están formando jóvenes para que se animen con la cría de peces?

–Los estudiantes del semillero científico quedan encantados cuando van al laboratorio. Les gusta, preguntan por el proceso, se animan a participar. Siempre vienen grupos de niños del liceo Antonio Herrera. Y hay un muchachito que siempre está pendiente, que es de la zona. Por lo menos en este último desove, él se asomó. Le explicamos los parámetros de seguridad y entró. “¿En qué le ayudo?”, decía. Es un niño hijo de pescadores de la zona, fundadores de allí. El abuelo fue uno de los que que recibieron a Chávez para aquellas fechas cuando por ahí no había nada y empezaron a hacer la Academia de Ciencias.

–Tú estás consciente o te has puesto a pensar, o lo han discutido en grupos, en redes de mujeres, sobre lo importante de que haya gente campesina, mujeres hijas de campesinos, haciendo ciencia?

–Claro, lo hemos conversado mucho. Cuando uno se pone a indagar en cualquier mínimo rincón del mundo, los campesinos hacen ciencia, los campesinos hacemos ciencia. Así sea empírica, a veces hasta sin saber que la hacen. Lo que hay que hacer es tecnificarlos. Porque los campesinos tienen experiencia en todo. Lo que falta es la parte de tecnificación. Pero en sí ellos hacen ciencia. Mi papá era uno, mi papá decía: “no, mamita, así no, vamos a hacerlo de esta forma”, cuando estaba pequeña. Que si vamos a sembrar así, porque la luna, porque no se debe quemar, cuándo y por qué vienen las plagas. Tenía yo siete años, ocho años. Llegaban especialistas a corregirlo y él les porfiaba, y la cosecha se le daba bien. El profesional también tienen que escuchar esas partes empíricas, porque ellos conocen la tierra, conocen la naturaleza, interactúan con la naturaleza crecen en esa conexión con ella, pues. Antes no se usaba tanto químico porque lo de las plagas se resolvía con asociación de cultivos para mantener el ecosistema o el equilibrio. Eso es un saber científico. Hacer naturalmente lo que otros hacen con venenos.

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