Luis Medina / Fotos Dayana Buitrago
____________________
¿Cómo pasó de vender empanadas a destacarse como un creador reconocido por el Programa de Estímulo al Investigador e Innovador patrocinado por el Ministerio de Ciencia y Tecnología? Todo se debe a las antenas, una pasión que Jesús Ramón Amaya, “Monche”, comenzó junto al mercado viejo de Coro al final de los años sesenta. Allí transcurrieron los días en que su inagotable amor por la tecnología tomó fuerza. Cuando observaba con curiosidad a su papá reparando radios, televisores y rocolas.
Pero aquel no era un trabajo que diera grandes dividendos. “El asunto es que los televisores de aquella época no se dañaban así nomás porque al ser de tubos podían durar hasta 20 años. Si esperábamos que uno se echara a perder nos moríamos de hambre. Las rocolas tampoco se estropeaban a cada rato. Además, cobrando 5 bolívares por cada trabajo no era mucho lo que se ganaba”.

Un dinerito extra provenía de la colocación de antenas en los carros, pues todos incluían un radio pero no siempre tenían el anexo adecuado para captar suficientes emisoras. Con todo, había algo más llamativo para el pequeño Monche: su padre era radioaficionado y tenía la habilidad para construir transmisores en onda corta.
Mientras veía a su viejo irrumpir en la entrañas de los transmisores, componer aparatos de radio o TV, acoplar cables o implantar tubos de Amplitud Modulada, Jesús Ramón vendía las empanadas que hacía su mamá, un trabajo que no lo hacía precisamente feliz. Un día se armó de valor y expresó su deseo de abandonar el mercadeo ambulante para aprender el oficio paterno. Al principio hubo silencio y luego ciertas dudas. Finalmente la respuesta fue afirmativa.

Ajá. Pero no iba a ser tan sencillo. Su padre le tenía una prueba máxima. Si quería lograr el puesto de ayudante tenía que elaborar un transmisor sin ayuda de nadie. Aquel carajito de 12 años afrontó su tarea con responsabilidad. Se trataba de un transmisor de AM que emitiría señal en onda corta a través de una antena de quince metros.
“Le puse el transformador, todos los tubos de audio y funcionó machete”. La cosa le fue gustando y de ahí en adelante acompañó a su padre reparando sobre todo los aparatos de radio que había en las casas, mientras se iba interesando más y más por el mundo de los transmisores y las antenas.

Adiós a los tubos
Monche nació en 1956. Ya siendo un veinteañero, surgió la oportunidad de convertirse en técnico de comunicaciones y encargarse de los nuevos equipos de radio que recibiría la gobernación del estado Falcón para enlazarse con las municipalidades. Tuvo entonces que aprender todo lo relacionado con los más recientes modelos de transmisores. Ya no eran los de tubos como aquellos que aprendió a manipular junto a su padre. Concursó para lograr ser el responsable de la importante tarea y lo logró.
Y entonces llegaron los equipos marca General Electric para montarlos en todos los municipios, lo que implicaba también el montaje de dos repetidoras en Curimagua y dos en Capatárida para lograr comunicación con Tucacas y Mene Mauroa. Esta tarea recayó sobre los hombros de Monche, lo que entre otras cosas significó subir de madrugada al cerro Galicia –uno de los puntos más altos del estado Falcón– para instalar algunos equipos, así como llevar una buena cantidad de receptores a las más alejadas poblaciones, objetivo que cumplió en tiempo récord.

Aquellos fueron los pasos iniciales para la primera antena que el tecnólogo ensambló: la de radio Patrimonial, 107.5 FM. “Al principio no fue fácil porque no lograba quitarle el reflejo. Irradiaba, pero no tenía manera de hacer las debidas mediciones”. A la larga el problema fue resuelto. La emisora salió al aire con música romántica y a la gente empezó a gustarle.
En este punto, el alma creadora de Amaya salió de nuevo a relucir porque su gusto por la música también siempre ha sido notable. En esos años formaba parte de un conjunto llamado El Quinto Teorema, pero para salir en vivo y tocar sus mejores temas hacía falta un instrumento importante: el arpa. No la tenían. Eso no representó ninguna dificultad porque Monche se encargó de todo: “hice mi arpa. Fea. Pero la hice”.

Tocó el instrumento durante un año hasta que casi se desarmó en sus manos. En paralelo aprendió a tocar guitarra, instrumento con el que se quedó para dedicarse por completo a las baladas y seguir arrancando los suspiros de las muchachas a través de las ondas hertzianas de Patrimonial.
Carubarigua, 96.5 FM
El primer matrimonio de Jesús Ramón había terminado y sus hijos se habían quedado en Coro. Él ya tenía unos años viviendo en el municipio Colina (norte de Falcón) donde fue participante activo de las Mesas Técnicas de Agua. También luchó contra intereses privados para conservar un terreno en un cerro del sector El Carrizal donde erigió su casita e impulsó la construcción de una carretera que enlaza con la civilización. Todo formó parte de una pugna que desde siempre se ha dado en la zona tanto por la tenencia de la tierra como por el acceso al agua potable. Igualmente, participó en la conformación de la comuna Carubarigua, reconocida nacionalmente por ser una sólida organización popular donde hacen vida 19 consejos comunales.

Por aquellos días la frecuencia 96.5 estaba libre pero era opacada por una emisora privada con una poderosa salida de 2 mil vatios, algo que Monche denunció en Conatel y facilitó que finalmente la emisora comunitaria Carubarigua 96.5 FM estuviera lista para salir al aire en 2015.
El tecnólogo decidió construir el techo y las paredes de la cabina de transmisión con tococoro, una especie de cañizo de bambú muy liviano que mantiene la frescura y aísla el ruido exterior. El cristal de un viejo televisor pantalla plana fue destinado a convertirse en la ventana a través de la cual pueden comunicarse el operador y quien está frente al micrófono.

Fabricó la antena, elaboró el transmisor de Frecuencia Modulada, consiguió conectores, adaptadores y cables. Actualmente la 96.5 cubre un respetable espectro con una programación donde predomina la música; esencialmente boleros, baladas o rancheras, además de variada música venezolana. “Nada de rap o reggaetón, nada de esa vaina”. Para cubrir tantos géneros, el tecnólogo siempre ha ostentado una cantidad desproporcionada de vinilos, cassettes y hasta cartuchos de 8 pistas.
Una vez que la población comenzó a escuchar la emisora creció el número de interesados en tener un espacio: “¡Si sabe hablar, dele!” era la respuesta de Monche. Así ha sucedido con vecinos que, de acuerdo con las malas lenguas, no conversan ni en su casa, pero frente al micrófono se han vuelto misteriosamente elocuentes.
“Archivo de los recuerdos”, “Noche de amor”, “México, Colombia y Venezuela” o “Boleros y Rancheras de colección” son algunos de los programas de arrasan en sintonía a través de Carubarigua 96.5 FM. Todos son producidos y conducidos por integrantes de la comunidad bajo la asesoría de Monche, que en las primeras transmisiones de cada espacio es el operador, pero enseña a los productores a operar por sí mismos la computadora para cerrar o abrir micrófono mientras él maneja el tornamesas y coloca sus discos más apreciados.

También un museo en casa
Pero si alguien piensa que la inquieta aventura de Monche tiene límite, está equivocado de principio a fin. En su casa tiene una especie de museo con restos arqueológicos de culturas ancestrales. ¿Cómo llegaron estas migajas de historia a un mesón grandote adyacente al gallinero?
Resulta que la comuna Carubarigua alberga en su territorio el yacimiento arqueológico Taima-Taima, el cual está custodiado por la fundación del mismo nombre, encargada del estudio paleontológico, y cuya instrucción inicial fue que tres consejos comunales fueran los encargados de proteger los restos: La Aguada, Tara-Tara y Carrizal, así como la Universidad Francisco de Miranda. “Los de Carrizal siempre nos mantuvimos”, asegura Monche, y él personalmente se encargó de resguardar los vestigios.

Existe un total de 1500 piezas, la mayoría resguardadas en el salón de usos múltiples de la gobernación falconiana, mientras que Monche custodia otra importante porción proveniente en gran parte del cementerio indígena del yacimiento Taima-Taima, donde se había planeado construir una caminería con fines turístico-educativos que nunca se llevó a cabo.
Todas las piezas protegidas por un orgulloso Jesús Ramón han sido certificadas por el Instituto de Patrimonio Cultural y entre ellas destacan trozos de vasijas funerarias donde los cuerpos de los bebés nonatos eran enterrados. Igualmente, hay fragmentos del arma con la cual presuntamente fue cazado un mastodonte cuyos restos se encuentran actualmente en la población de Tara-Tara.
Así ha sido la vida de Monche. Inquieta, creativa y comprometida. Descubriendo, inventando y resguardando.




3 comentarios
Muy buen artículo sobre el amigo Monche Amaya, a quien conocí en su vivienda en el Carrizal, aprovechando que el ING. Victor Piñero iba a contruir un fogón en esta comunidad cercana a la Vela de Coro. Posteriormente hemos visitado su laboratorio vivencial en compañía del amigo y estimado Ing. Rafael Pineda. Muy ingenioso Monche en cuanto a las actividades que realiza: radiodifusión, arqueología, reparación de equipos electrónicos, inventiva entre otras. Saludos a Monche y a toda su familia.
Un trabajo muy pulcro y bien hecho de la pluma del colega y amigo Luis Medina. ¡Excelente!
excelente reportaje sobre Monche a quien quiero y estimo por qué somos amigos desde niños. Él vive en una constante búsqueda para construir y descubrir cosas nuevas. Es un ser humano con una calidez y solidaridad con sus semejantes y saber querer y aceptar a sus amigos tal y como son . Te quiero Moncho y gracias a quien realizó el reportaje .