Que los insectos son una rica y abundante fuente de proteínas es una muy vieja noticia, pero en los países de Europa ha causado un revuelo inusual la noticia de los primeros días de enero enero: un fulano reglamento de la Unión Europea ha autorizado a una empresa o corporación (cuándo no) a comercializar “…polvo parcialmente desgrasado de Acheta domesticus (grillo doméstico) como nuevo alimento”.
También, en la misma decisión, ha autorizado “…la comercialización de las formas congelada, en pasta, desecada y en polvo de las larvas de Alphitobius diaperinus (escarabajo del estiércol) como nuevo alimento”.
“Nuevo alimento”: comer insectos es una práctica tan antigua como la existencia de insectos, pero la industria y la literatura leguleya no resisten las ganas de hacer propaganda con la farsa de que acaban de descubrir algo “nuevo”.
Ya que enrumbamos por el tema en el párrafo anterior, ahondemos un poco en algunos conceptos. Casi todos los pueblos originarios de la tierra practican o practicaron la sana costumbre de incluir en sus dietas toda clase de bichos que luego la “civilización” nos empujó a detestar, lo mismo que a todo lo genuinamente natural. De hecho, la existencia de ciudades es la más recia demostración de que la civilización le anda huyendo al ser natural desde hace años.
Ahora, “de pronto”, la legislación de la UE se ha abierto a romper un poco los atavismos y esquemas, autorizando a unos millonarios a que se hagan más millonarios vendiendo “…polvo parcialmente desgrasado de Acheta domesticus (grillo doméstico)”. Pero hay límites, por supuesto; los científicos y analistas han descubierto que el polvo de grillo es muy bueno para emplearlo en:
…panes y panecillos multicereales, galletas saladas y colines, barritas de cereales, premezclas secas para productos horneados, galletas, productos secos a base de pastas rellenas y no rellenas, salsas, productos transformados a base de patata, platos a base de leguminosas y vegetales, pizza, productos a base de pastas, lactosuero en polvo, sucedáneos de carne, sopas y concentrados o polvos de sopa, aperitivos a base de harina de maíz, bebidas similares a la cerveza, artículos de chocolate, frutos de cáscara y semillas oleaginosas, aperitivos distintos de las patatas fritas y preparados de carne, destinados a la población en general…
Y creo que más nada.
Lo interesante del debate que se ha desatado en Europa es que tanto izquierdas como derechas se han unido en un mantra civilizatorio, cuya primera frase reza algo como “¡Qué bajo hemos caído!”, como si comer enlatados y harinas de origen misterioso fuera lo más de avanzada.
Ya la FAO (Organismo de las Naciones Unidad para la Alimentación) había advertido repetidamente hace más de una década que los insectos son una fuente fácilmente accesible de alimentos nutritivos y ricos en proteínas, y que los seres humanos consumen en el mundo más de 1.900 especies de insectos. A nivel mundial, los más consumidos son: escarabajos (31 por ciento), orugas (18 por ciento), abejas, avispas y hormigas (14 por ciento), y saltamontes, langostas y grillos (13 por ciento). Así que sólo faltaba estimular a los emprendedores, poniéndoles fáciles las cosas.
En vista de que culturalmente los habitantes de las grandes ciudades (nicho mayor del consumo de lo que sea) no le entran tan fácil a algo que les han dicho por siglos que es cosa de aborígenes y seres inferiores, la FAO volvió a la carga en 2022 con un informe titulado: “¿Por qué deberíamos interesarnos en los insectos comestibles?”.
Mientras tanto, nuestros pueblos originarios llevan siglos alimentando personas y prácticas culturales sin necesidad de explicaciones ni leyes. Como para volver a discutir quién está rezagado y quién rezagado en materia de gestión de proteínas y hábitos alimenticios.
Acá, los pormenores de la decisión legislativa de la Unión Europea.
Y aquí, el informe de la FAO en 2022.