El tema de los suelos de origen humano suena a nuevo paradigma desbloqueado. Al menos está tibio (como los cuerpos que han de estallar en millones de formas de vida) y en discusión
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Salvar el planeta –tierra– es la premisa, y esta vez parece que el ser humano podrá hacerlo de una manera más directa, casi intrínseca, volviéndose uno con la madre tierra, literalmente. La idea del compostaje humano, para nada rechazable, invita a ser útiles aún después de morir y cortar (de a poco) con métodos fúnebres altamente contaminantes (el entierro y la cremación) y sostenidos por creencias que la iglesia católica pretende perpetuar y antepone al bienestar ambiental.
Se ha hecho desde hace décadas con el ganado; cerquita, en Colombia, una empresa ofrece el servicio para las mascotas fallecidas. Ahora bien, con restos humanos el resultado son dos carretillas full de tierra fértil lista para dar vida a muchos árboles. ¿Malo?
Este bombillo prendido tiene una década desde las latitudes belgas con muchos y sospechosos contratiempos, pero Norteamérica por bien o mal, aún con su sistema en decadencia ha logrado la luz verde en 6 de sus estados. Ahora los neoyorkinos pueden ser abono útil.
Una arquitecta creó unas cápsulas futuristas en forma de panal y sí, mucha estética ecofriendly y todo pero cuesta lo mismo que un entierro, unos 7000$ (en los Estados Unidos). ¿Que sea ecológico no quiere decir que sea económico?
Queda también para el debate si este material orgánico debe ser utilizado para huertos, aunque el estado de Colorado puso su coto: «es ilegal el uso del suelo de origen humano para cultivar alimentos».
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