Aldemaro Barrios Romero
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Los Carrizos, flautas de pan elaboradas a partir del bambucillo (Phyllostachys aurea) se corresponde con una tradición de la familia Caribe, particularmente del pueblo Kariña de los llanos de Oriente y Centro de Venezuela, reconocida por el sabio venezolano del siglo XIX Lisandro Alvarado en su obra etnográfica como una expresión musical “tocada siempre en concierto con mucha habilidad… los varios ejecutantes logran mantener la armonía del canto empleando al mismo tiempo carrizos de diferentes hechuras”[1]
Se trata de un instrumento ancestral kariña, que puede datar de 3 a 4 mil años, acendrado en la cultura de este pueblo originario de América del Sur. Sin embargo los cronistas españoles del siglo XVI hasta el siglo XVIII le dieron a estas herramientas musicales una caracterización maléfica que ellos percibían ante una civilización distinta a la europea. Fray Ramón Bueno así lo señaló:
Es instrumento músico que atormenta de día y porfían de noche y hasta la madrugada de un sonido semejante al aullido de los perros. Y sin embargo de llevar todos consonancia, son conocidos cada uno entre ellos, valiéndose para el vicio de la carne de señal postulante para que acuda la manceba… Unos carrizos que imitan el canto de seis voces y guardan con diversas y contrastadas voces pronunciadas a un mismo tiempo, la armonía del acento, sin que sea contrariedad motivo de disonancia, Usan tambor de cuero como otras naciones.[2]
Es un instrumento musical que ha resistido los embates de siglos de transculturación, que aún persiste en algunas comunidades originarias donde se ha conservado, como en San José de Guaribe en el alto Guárico, a donde no llegaron los invasores españoles y poca fue la presencia de la catequización católica hasta bien avanzado el Siglo XIX. En algunas comunidades kariñas de Anzoátegui, Monagas y Bolívar esa tradición musical se ha borrado en el olvido, y apenas algunos ancianos y ancianas la recuerdan como práctica sagrada, que es la razón de la música de los pueblos originarios.
Así lo relata la profesora Marisol García, nativa kariña del estado Monagas, hoy residenciada en el norte del estado Bolívar. En su recuerdo evocamos la necesidad de la recuperación de esa tradición que aún persiste en los llanos del norte de Guárico, particularmente en San José de Guaribe.
En los textos de “Noticias de los Caribes en los Llanos de Barcelona”, Lisandro Alvarado cita a Ramón de la Plaza sobre la significación de «carrizo» en lengua kariña, que es “Mare” y que también es una danza con la designación “Maremare”.
El mismo músico e historiador describe la composición estructural de estos instrumentos musicales (Alvarado Lisandro (1989):
El mare o gaita es el instrumento de viento más generalmente usado entre los indios que habitan la parte del territorio comprendido en lo que de antiguo se denominó Colombia. La estructura tonal de este instrumento varía entre los grandes intervalos según la mayor o menor regularidad de los cantos que indica en aquellos indígenas una civilización distinta, notándose en los dichos cantos de los unos, un mayor desenvolvimiento que en lo de los otros, según el empleo de los medios tonos y del modo enarmónico que observan respectivamente.”[3]
En estos textos del siglo XIX se aprecia el tono colonialista propio de los tiempos de conquista al señalar Ramón Plaza: «Nótase en estos cantos, la monotonía de los cantos, peculiar de carácter indolente de los pueblos incultos, si alguna vez la melodía es extraña y sin intención, por lo común afecta una forma sencilla y una expresión melancólica».
Por su parte Lisandro Alvarado, así como otros etnógrafos del siglo XIX destacan que los mares o carrizos son instrumentos de una dulzura melancólica, de que hacen uso en sus veladas y fiestas, y que en un tiempo celebró los funerales de sus mayores y resonó con la voz de sus guerreros llevando las falanges al combate.
Destacó igualmente Lisando Alvarado, otra tradición propia de los carrizos que es baile del Maremare, practicada en las comunidades kariñas desde antaño:
…ejecutada en conjunto por parejas o en las alas, colocado el danzante entre dos parejas, pasa a su derecha por la espalda de la pareja de ese lado, en cuyo hombro apoya la mano respectiva, mientras que con el brazo izquierdo rodea la cintura de la pareja que tiene de ese otro lado y apoya la mano sobre el cuadril izquierdo de ella.[4]
En la ejecución de los viejos carriceros, las flautas carrizos de Guaribe se percibían unos sonidos generados desde la caja bucal del intérprete parecido a los aullidos de un canino en gestión de cacería, algo que conservan los nuevos ejecutantes de carrizos en esa población del estado Guárico. Sin embargo no como ritual sagrado o funerario sino como modo festivo y de celebración de las cosechas o en tiempos de fiestas patronales o de Semana Santa.
El legado de Juan Gregorio Malavé
Los kariñas nómadas de los alrededores de Zaraza, errantes del monte, subieron rumbo norte hasta las orillas del río Guaribe, hasta remontarse a la aldea del Paso Real de Guaribe, en la vertiente alta de ese río. Allí se instaló la familia kariña Malavé desde finales del siglo XIX
Desde muy joven el maestro cultor de flautas de carrizo Juan Gregorio Malavé, fiel ejecutante, heredero de la tradición kariña, preservador y promotor de esa manifestación musical en San José de Guaribe, junto a otros campesinos como Raymundo Bárcenas, Juan Acosta y sus acompañantes, se ocuparon en perpetuar esta tradición cultural, que reconoce valores de identidad nacional que hoy y mañana serán referentes para reafirmar la soberanía cultural americana y venezolana.
Esa familia no solo se ocupó de sembrar la planta del bambucillo fino, sino que enseñaron a jóvenes de su entorno desde los años 70, y ya en los años 80 habían consolidado un núcleo de intérpretes jóvenes. Muchos de ellos, como Alexander Alvarado, aprendieron de niños a tocar los aerófonos de soplo sino que como en su caso, estudió educación e hizo una maestría en investigación educativa, y hoy dirige una orquesta de flautas carrizos en San José de Guaribe, como parte de la Orquesta Sinfónica de la comunidad y de los programas del Ministerio del Poder Popular para la Cultura en el Espacio Cultural Comunitario.
Para la fabricación de flautas de carrizo, hay que cultivarlos, cortarlos en tiempo de luna menguante luego prepararlos para un corte perfecto, calibrarlos y lijarlos finamente para que cada flauta produzca el tono deseado, así las primas (notas altas) y las manos mayores (notas bajas y medias) generarán las armonías y contrapuntos propios de estos aerófonos.
El profesor Alexander Alvarado explica el delicado procedimiento para obtener un carrizo con tomo y melodía deseada:
En primer lugar se cortan las cañas de carrizos, despejándolas de sus hojas. Luego con el cuchillo de serrucho se cortan en tramos en cada nudo. A cada tramo se le agrega agua y se le introduce la varilla a fin de extraerle una telita que tienen en su interior. Se procede a afinar cada caña en su nota correspondiente, con ayuda del juego de carrizos ya afinados o con el afinador electrónico. El sonido va a variar de acuerdo al grueso y la longitud de la caña. Mientras más largo y grueso su sonido es más grave o bajo. Mientras más delgada o corta la caña el sonido será más agudo o alto. El sonido se debe ir graduando con ayuda del cuchillo bien afilado, quitándole por las orillas progresivamente hasta llegar a la nota deseada. Una vez afinadas todas las cañas, se procede a encerar el hilo para que éste tenga mayor resistencia y tiemple mejor, dejando a la flauta tensa. Después se procede al amarre del más grave al más agudo. Por último se lijan las orillas de cada caña para que no maltraten los labios de los ejecutantes.
En Venezuela existen dos núcleos donde aún se ejecuta flautas carrizos kariñas, una es en Cumanacoa, estado Sucre, y la otra, con mayor desarrollo, en San José de Guaribe, estado Guárico. En contraste, en las áreas de influencia cultural kariña (Anzoátegui, Monagas y Bolívar) esta tradición musical se ha perdido. Sin embargo es posible rescatarlas mediante una labor didáctica de divulgación y pedagogía de ejercicios musicales que permita recuperar esta práctica ancestral de nuestros pueblos originarios de Oriente y Sur del país, especialmente en la poblaciones kariña del norte del estado Bolívar y sur del estado Anzoátegui.
Este grupo de Carriceros de Guaribe ha manifestado su disposición de realizar talleres de enseñanza de las flautas carrizos a los pueblos kariña del norte del estado Bolívar, y de entrenar a los pueblo kariñas de esa entidad en las prácticas de siembra del bambucillo y fabricación de flautas, proyecto que espera el apoyo del Ministerio del Poder Popular para la Cultura, de la alcaldía Angostura del Orinoco así como de la gobernación del estado Bolívar.
La recuperación de manifestaciones culturales ancestrales en América da razón a las luchas anticolonialistas y reafirma la idea de ratificar los valores de los pueblos originarios en constante resistencia ante la avasallante presencia de industrias culturales occidentales, opuestas a la pertinencia por el reconocimiento y autoreconocimiento cultural originario.
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[1] Alvarado Lisandro (1989) Obras Completas de Lisandro Alvarado Tomo II. Fundación Casa Andrés Bello. p.447
[2] Quintana Hugo (1995) Música aborigen en los cronistas españoles, caso venezolanos. Revista Montalbán UCAB .No 29 Disponible en http://saber.ucv.ve/bitstream/10872/8495/1/M%C3%BAsica%20abrigen%20en%20los%20cronistas%20de%20Indias.pdf P 172
[3] Ibidem p.459.
[4] Ibídem. p.461
1 comentario
excelente, estas son las noticias que se deben promover. Hugo Quintana mi compañero de estudios en el Pedagógico.