De vez en cuando se nos despierta el miedo a la naturaleza, incluidos sus insectos benefactores. Un proyecto de red de meliponicultura quiere convertir ese lastre en oportunidad para aprender a vivir de otra forma
José Luis Omaña – José Roberto Duque / Fotos: Candi Moncada
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La lógica absurda que empujó al ser humano a vivir en ciudades incluía la creencia de que todo lo no humano era suciedad, atraso y amenaza. Ser o parecer silvestre o salvaje se fue convirtiendo en insulto y en ese proceso de guerra contra la naturaleza hemos llegado a momentos lamentables; hace poco se propagó la noticia de que unas abejas habían picado a unas personas y el clamor generalizado era que los bomberos exterminaran a esas bichas. Es una larga discusión, que pasa por entender que hay abejas nativas y abejas implantadas aquí por otras culturas y con otros intereses.
A Pablo Pérez la guerra económica, el bloqueo y la pandemia por Covid 19 le dieron energía para ponerse a criar abejas en Caracas. ¿Quién iba a pensar que entre el smog, el asfalto y el concreto armado podría surgir una red de cuidadores de abejas sin aguijón, de esas que son nativas de estas tierras: las tan vitales y casi ignoradas abejas meliponas?

De allí surgió el proyecto “Mis vecinas las abejas”, cuyo objetivo es ayudar a reproducir la diversidad biológica y cultural de la naturaleza y de los pueblos, a través de la cría de estas abejas. Para Pablo, las meliponas son la fuente de todas las diversidades que hacen posible la vida. Son la raíz de la agricultura saludable, y son ejemplo de ética y de política para el ser humano. “La vida de estas abejas, su organización social, su cooperativismo y su simbiosis nos sirven para aprender a vivir”, dice Pablo.
Pablo ayuda a identificarlas, a construir sus casas y cuidarlas. Busca zonas verdes de Caracas donde haya organización comunitaria y voluntad de conocer el mundo de las abejas. Así se va construyendo esta red de meliponicultores urbanos, que hoy distribuye tintura de propóleos, polen, pie de crías y cajones (casitas) por media ciudad.
Actualmente, y gracias a un apoyo del Ministerio del Ambiente, Pablo acompaña a colectivos de meliponicultura como la Red de Conuqueros de Caricuao, La Casa Cultural Las Casitas de La Vega, y la Red de Viveros Solidarios en Santa Mónica, que en las riberas del Guaire resguardan 5 especies diferentes.
No tienen aguijón
Las abejas meliponas, o abejas sin aguijón, son originarias de América. Se sabe que los mayas y aztecas las criaban. Han coevolucionado con los bosques y flores de estas tierras; cada bosque tiene sus propias especies. Son seres con la tarea de polinizar los cultivos. Gracias a estas abejitas existen la auyama, el aguacate, el coco, la guanábana, el merey, el ají, el tomate, y más de la mitad de los alimentos de nuestra dieta diaria.
En cambio, la abeja Apis, tan popular en películas, redes sociales y libros de escuela, está entre los 100 animales más invasores de la tierra. Llegó con el caballo, la vaca y las carabelas. Produce mucha miel, pero pica duro y mata gente. Las abejas nativas no son menos eficientes, las colmenas son más pequeñas pero sus productos tienen mayor poder medicinal.

“Criar Apis es mucho más caro, es una actividad de riesgo controlado, si te pelas en su manejo, te matas o matas a alguien”, dice Pablo. En cambio las abejas nativas (meliponas) requieren una tecnología de bajo costo sin riesgos mortales; y como son parte de la naturaleza de aquí, es más fácil, factible y barato criarlas.
En un barrio de Caracas se podrían criar muchas abejas sin aguijón, pero sería muy difícil, costoso y peligroso criar las Apis.
Se estima que en Venezuela existen cerca de 200 especies de abejas meliponas, de las que los científicos han registrado 86.
Al resguardo de la megadiversidad
En Venezuela, el pueblo conuquero siempre ha sido criador de abejas nativas, que hacen posible la reproducción de las especies vegetales. Garantizan la diversidad de vida de los cultivos. Mientras más abejas, más saludables son los ecosistemas silvestres y agrícolas. La actual crisis ecológica planetaria, el desgaste de los suelos por el uso de agrotóxicos, los riesgos de extinción de especies animales, tienen en estas abejas uno de sus más precisos indicadores.

El proyecto “Mis vecinas las abejas” pone la lupa en la crisis ecológica. Las abejas nativas potencian la recuperación de la naturaleza. El hecho de haber evolucionado con las especies vegetales de estos lares las vuelve guardianas del metabolismo ancestral del bosque, de su vida y su salud. De modo que si criamos meliponas en cada rincón posible, así sea en la ciudad, incidimos en la posibilidad de existencia de los bosques, que es también la posibilidad de nuestra propia existencia.
En la ciudad, la distancia entre la diversidad biológica y la vida cotidiana humana es muy grande. En general, vivimos sin saber que Venezuela es un país megabiodiverso, y que en la propia ciudad hay sistemas ecológicos que son únicos en el mundo. “Hay más vida silvestre en una ciudad como Caracas que en muchos bosques de Europa”, dice Pablo.
Criar abejas nativas nos da la posibilidad de acercarnos a la diversidad biológica que nos rodea. Prestar atención a esa diversidad es vital, no sólo para los ecosistemas sino también para proteger las diversidades de las culturas humanas. La condición pluriétnica y pluricultural de la República está conectada con la megabiodiversidad de nuestro territorio. Hoy se sabe que a mayor diversidad cultural, mayor diversidad biológica. Y lo contrario.

Hacia una red nacional de meliponicultura
El trabajo de Pablo se inspira en una red nacional de meliponicultores que nació en Amazonas, de la alianza entre Erick Salas y Jesús Infante, trabajadores del INIA, y el maestro pueblo piaroa Alfonso Pérez. Ellos llevan años rescatando abejas nativas y enseñándole a quien lo necesite cómo criarlas, y cómo usar sus productos sin dañarlas ni afectar el bosque.
Erick y Jesús aprendieron de y con Alfonso, quien a su vez aprendió de su abuelo. El pueblo Piaroa ha usado la cera de las abejas nativas desde tiempos ancestrales. Es muy importante para la elaboración de las máscaras rituales. Alfonso recolectaba la cera de las colmenas castradas y abandonadas en la selva. Al juntarse con Eric y Jesús exploraron técnicas de construcción de nuevas casas para las colmenas. Así comenzaron a criar meliponas.

Erick Salas nació en Barquisimeto y estudió en Yaracuy; estaba en eso (estudiando) cuando conoció a una joven de origen jibi, ocurrió una cantidad de cosas que no vienen al caso (estamos hablando de abejas, y además sin aguijón) y de pronto Erick apareció instalado, trabajando y con familia en el municipio Autana del estado Amazonas. Esto ocurrió en 1997; entonces trabajó como asesor agrícola en esa alcaldía, y comenzó el largo proceso de enamoramiento de los muchos universos amazónicos, entre ellos el de las abejas sin aguijón.
En 2008, dio el salto hacia el municipio Atures, ya con un cambio de perspectivas desde la cosmovisión citadina hacia las visiones jibi-piaroa de losprocesos agrícolas, y de pronto se vio trabajando en la red de apicultura del estado Amazonas. Estaba en desarrollo en toda Venezuela la red de innovación productiva, y una de sus gacetas era la red de apicultura. Pero la de Amazonas incluía Apicultura y meliponicultura. Erick fue promotor de esa red.

La forma en que se conjugaron el saber técnico con el ancestral derivó en un cambio de conceptos: los grandes conocedores piaroa de los beneficios de la miel de abejas sin aguijón se limitaban a llevar a cabo una tarea extractivista, un aprovechamiento de los productos de las meliponas en estado silvestre. El encuentro con los formadores del INIA y el equipo de Erick hizo girar esa práctica hacia la cría de meliponas.
En mayo, Erick andaba por el estado Apure organizando un proceso de instalación de un meliponario, básicamente llevado por niños y niñas de una escuela. La experiencia tiene como fin que esa actividad genere recursos para el funcionamiento de ese plantel.
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Hoy los saberes en proceso de propagación se intercambian en todo el país, entre Amazonas, Apure, La Gran Sabana, Zulia, Táchira, Yaracuy, Carabobo, Aragua y Gran Caracas, con cerca de 80 meliponicultores activos.
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Recientemente, la profesora Palmira Guevara (experiencias de meliponicultura en los estados Lara y Yaracuy) visitó Amazonas para compartir con los cultores del oficio sus propias líneas de investigación.
17 comentarios
la red de » Ecoviveros Solactivos,» viene trabajando desde el vivero de la facultad de Ciencias, UCV, (actualmente en remodelacion) y el vivero de la UBV. Con mucha mística y esfuerzo. visítenos y seremos más.
yo desde temprana edad EN MI AMADA VENEZUELA E ESTADO AL TANTO DE ESTA ESPECIE DE AVEJAS SIN PONSOÑA Y AQUI EL AHORA EN BRASIL MI HIJA MI COMPAÑERA U ESPOSA ISIMOS UN CURSO INTENSIVO POR 5 MESES Y ANTERIOR TUVIMOS 5 PALESTRAS PRONTO ESTAREMOS UNIFICANDO TODOS LOS EFUERSOSPARA CONTINUAR LA MELIPONI CULTURA
por favor redes sociales quiero contactarme con ustedes
Buenas, estoy interesado en iniciar actividad con abejas meliponas. Tengo varias colmenares silvestres en mi jardín y me gustaría trabajar con ellas. Busco información y asesoría
Abre este enlace para unirte a mi grupo de WhatsApp: https://chat.whatsapp.com/LWxeXCCQnNY3QhbUNPtPrY
Apis y meliponicultura
hola cómo están soy de Mérida y estoy interesado en aprender de la meliponicultura y quisiera ponerme en contacto con usted. actualmente tengo una colmena de Angelitas.
por favor redes sociales quiero contactarme con ustedes
La red de Ecoviveros Solactivo esta disponible para apoyar en esa corriente difusora
Este es un mundo maravilloso, recién hace un par de años me he ido iniciando en él y cada día descubro nuevas maravillas con estas hermosas amigas, las abejas
Estoy muy interesada en empezar a criar meliponas pues tengo en mi alrededor muchas colmenas naturales! me gustaría obtener ayuda para adquirir los implementos necesarios para la crianza de estás bellas abejitad
soy de Barinas soy agronomo y tengo una parcela donde puedo contribuir en el crecimiento meliponicultura
bueno retomemos las actividades, te escribo
Interesante está experiencia me gustaría ser parte de esa red de protección de esas abejas. Estamos en el territorio del Algodonal en Caracas, parroquia Antimano
estamos trabajando en la Biblioteca Aquiles Nazoa en Caricuao te queda muy cerca. escribeme al 04164176256 y coordinamos. Ando fracturado de un brazo y no me dejan yacer mucho. pero ya saldré del reposo.
Interesante! Estás abejas son las mismas a las que llaman «pegones»? En mi infancia veíamos pequeños enjambres de abejas negras las cuales evitabamos «porque se meten en el cabello y se pegan y no las puedes sacar».
Así es, los pegones son una de las muchas variedades de meliponas. Me enteré hace muy poco, así que perdona el tono de «entendido en la materia», que no lo soy. Saludos
sí los pegones son abejas, asi nombramos varias especias. hay todo un universo de especies. Asi como bosques y vegetaciones.